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*  19 de Marzo 2008: BANC D´ARGUIN - ARKEISS – NOUADIBHOU: Las africanas no son rubias

*  20 de Marzo 2008: NOUADHIBOU – CHOM – ZOURAT: Dato, el tren más largo del mundo!!!

 

 *  19 de Marzo 2008: BANC D´ARGUIN - ARKEISS – NOUADIBHOU: Las africanas no son rubias

 

Nos despertamos en el medio del desierto a 500 m  de la oficina del Parque Natural Banc d´Arguin*. Simplemente era una casetilla con un guarda, té, y dos peregrinos que también esperaban algún transporte. Preguntamos cuando pasaría un coche y aunque nos costó mucho entendernos, concluimos que no tenían ni idea, la gente espera y punto. Hicieron gala de su hospitalidad y nos invitaron a desayunar un té mauritano rico, rico.

* Entrada Parque Natural Banc d´Arguin 1200 Ouguiyas (3,10 €)

A un par de kilómetros, se veía un área de servicio, y visto que en la caseta no podíamos sacar nada en claro, dejamos allí nuestros bártulos y nos fuimos a oler por allí. A toda la gente que veíamos con un todo terreno les preguntábamos a ver si nos podían llevar, pero no había forma, les ofrecíamos algo de dinero, pero lo que nos pedían era mucho y no queríamos romper el encanto de nuestro “puño cerrado tour”. A golpe de talonario, sería demasiado fácil. Y como se dice por ahí, ¡las cosas fáciles son para los malos!

 

Estábamos determinados a ir al Banco de Arguin, y a pesar de lo ajustado de nuestro itinerario, no nos planteábamos cesar en nuestro empeño. Es uno de los lugares mas conocidos de Mauritania debido a su alto valor medioambiental, siendo un lugar de retiro invernal para millones de aves que vienen de Europa. Desde el punto de vista físico, es muy interesante como se unen el Sáhara y el mar dando lugar a innumerables islas.

Nos dijeron que por allí solía pasar un guarda casi todos los días y que igual nos llevaba, pero no acababa de aparecer. Para matar el tiempo, nos estuvimos poniendo ciegos de leche con galletas. El dueño del garito ese, para entretenernos, nos intentó hacer algún lío…Paco quería llamar a Budapest- ¿y que coño se le habría perdido a este allí?- Gentilmente, el dueño le dejó su móvil para que llamara. Se olía el lío que se avecinaba, pero si Paco quería llamar, iba  a llamar y punto pelota. Nos quería clavar un montón así que se inicio la clásica discusión, todos afectadísimos y con caras de póquer. Al final, no le pagamos ni un pavo, por cabrón, por liante y gracias a la rubita.

Ya estaba hasta la polla de esperar, y tras tres toneladas de leche con galletas ya no nos entretenía más. Sucedió un milagro, en plan peli. Apareció un ángel. Era una chica de nuestra edad más o menos, rubita, menuda, espectacular, francesa y de nombre Hélène.  Tengo grabado en la mente su cara sonriente y su cabeza cubierta por un pañuelo negro. Claro, Paquito y yo, nos enamoramos profundamente en el acto. Ella iba hacia Arkeiss con un conductor mauritano en un Toyota pick-up (mira que me gusta poco la palabra en ingles, pero es que es mas practico que “camioneta de caja abierta”). ¡Vaya suerte la nuestra!

Nos subimos en el pick-up con unos cuantos pescadores, entre ellos los que habíamos visto en la caseta horas antes. A partir de este momento vinieron un par de horas difícilmente olvidables: dos horitas saltando por las dunas del desierto.

Nuestros compañeros de viaje nos dejaron unos turbantes de esos típicos, como el del logotipo del Rally Paris-Dakar. Tras despollarse un rato de nuestra manera de intentar ponérnoslo, nos los aseguraron bien fuerte a la cabeza. La intención era hacernos unas fotos muy costumbristas, con nuestro turbante y tal, pero resulto que era totalmente indispensable. Entre el sol que pegaba a saco, el viento y la arena, en la caja del todo terreno no había quien parase.

  

Los pescadores no hablaban francés, así qué por una vez estábamos en igualdad de condiciones. Eran senegaleses y tuvimos una agradable conversación entre bache y bache, bajada y subida a desatascar el coche, y paradas en jaimas a tomar leche de camella. ¡Nos hicieron entender que éramos los primeros españoles que veían en su vida!

A las dos o las tres de la tarde llegamos a Arkeiss. El paisaje desde hacia unos cuantos días era solo desierto y arena. Por fin se acababa y súbitamente empezaba el mar, de un azul como nunca había visto antes. Era un pueblucho a la orilla del mar, bastante expuesto al aire, con unas veinte o treinta casuchas donde vivían aproximadamente cien personas. La paz y la tranquilidad que allí se respiraba escapan a las palabras que yo pueda utilizar para describir todo aquello.

Nuestro ángel nos invito a comer en su zulo unas latas que se había traído de Nouakchott. Pues como cualquiera puede imaginarse, teníamos unas ganas locas de saber acerca de su vida y milagros. La empezamos a preguntar como locos. Era muy habladora, y nos contó en inglés, con un fuerte acento francés, su vida y andanzas

Hélène era africana. Fue el primer impacto para nosotros, todo el mundo sabe que las africanas no son rubitas con los ojos azules. Sus padres eran franceses, medico y maestra, y vivían en un barco en Agadir cuando ella nació. Cuando digo vivían, no me refiero a que estaban de vacaciones por allí, sino a que su vida estaba allí.

Pasaba un año completo en Arkeiss becada por una institución francesa, el Instituto Pasteur. Se había pasado toda su vida viviendo por distintos lugares de África, primero con sus padres y después por su cuenta. El año anterior lo había pasado en Burkina-Faso. Ahora hacia una tesina para sus estudios de filosofía y antropología.

Su tesis trata sobre la situación de las personas de aquel lugar. Los mauritanos se han dedicado desde siempre a la ganadería y agricultura. Nunca había sido fácil en el desierto, pero en los últimos años, las sequías se habían hecho insoportables. Hay que tener en cuenta que una sequía en Mauritania es una señora sequía. Eso, junto con los intereses de Europa en el abundante pescado de sus costas, había hecho que muchas personas emigraran y se convirtieran de la noche a la mañana en pescadores. 

“Nuestro ángel” nos preparó té mauritano mientras nos explicaba en francés los pasos con su dulce voz. Paquito y yo seguíamos atónitos cada uno de sus movimientos. En estos países del norte de África el tema del té es todo un ritual, y en Mauritania tienen el suyo propio, tirándolo tres veces para conseguir mucha espuma.

  

La preguntábamos -¿Qué coño haces aquí?-, y ella nos respondía- me gusta y soy muy feliz. A mi me sonó muy raro…Recordaba algo que había leído que decía que la felicidad no era un estado, sino que en todo caso había momentos felices puntuales… y que solo existe el camino a la felicidad, siendo lo que realmente nos llena…¡Pero vaya!, ¡Ella era feliz! Cuando conoces a alguien así, en un sitio como este, te dan ganas de mandarlo todo a la mierda y quedarte…pero en ese momento estábamos en nuestro camino a la felicidad, que era llegar a Dakar…así que ¡no se podía parar!

Después de comer nos dijo que si la queríamos acompañar a ver a los pescadores. ¡Y cómo qué si queríamos! Además teníamos que buscar nuestro transporte hacia el siguiente destino, y la verdad es que se aparecía muy complicado, desde ese precioso pueblecito no había precisamente muchas conexiones. El día siguiente teníamos que estar de vuelta en Nouadhibou porque teníamos que coger el tren a Chom, y eso era uno de los ¨highlights” del viaje que no podíamos perdernos.

Llegamos a la playa donde estaban los pescadores, y sin habernos dado cuenta, habíamos dejado a la gabachita, y estábamos metidos en el agua intentando subir a un barquito de pesca en el que había tres o cuatro senegaleses atareados recogiendo sus aparejos.

Al rato nos vino a buscar Hélène, y nos dijo que ella finalmente iba a ir a Nouadhibou, y que le preguntaría al conductor si no le importaba llevarnos. Como no, ¿quien podía negarse a los encantos de Hélène?, aceptó llevarnos si no nos importaba ir encima del pescado. ¿Que si nos importaba? Si costase dinero el trayecto, ¡hubiéramos pagado el doble!

Tuvimos mucha suerte con el conductor que nos paseó gratis de acá para allá, aunque estábamos convencidos de que no le gustábamos un pelo. El hombre estaba pagando fantas sin parar a la chavala, de arriba abajo todo el día, y llegan estos dos listillos… Es para cabrearse, pero bueno, estas cosas son así de injustas.

El trayecto fue duro, tres horas por el desierto, y luego otro par por la carretera. Al principio, el desierto se despidió de nosotros con un atardecer de la hostia y con un lunón perfecto. Si los atardeceres y lunones siempre son una maravilla, pues con el encanto añadido de la paz del desierto y desde nuestra tribuna presidencial encima del pescado era…¡Qué contentos estábamos!, ¡qué perfecto era!, ¡qué fácil nos salía todo! y encima fuimos capaces de darnos cuenta de todo esto en el momento, disfrutándolo más aun si cabe.

Pero para ser sinceros, después de tantas horas encaramados a las redes, el frío y el entumecimiento habían hecho mella y estábamos hasta la polla (siento la grosería, pero es que para definir ciertos sentimientos básicos, las palabras “bonitas” no me llegan).

Para conseguirse despegar de nosotros, el conductor nos dejó en la puerta de un albergue, y rápidamente salió pitando para que no nos acopláramos con él a cenar. Casi no nos dio ni tiempo a agradecerle todo lo que había hecho por nosotros, que había sido nada más y nada menos que permitirnos ver el Banc de Arguin ¡Muchas gracias!

Destrozados, cenamos unos bocatas sabrosísimos en un restaurante de comida rápida local y nos fuimos a dormir, que ya hacían unos cuantos días que no sabíamos de una cama…igual desde Marrakech…

 *  20 de Marzo 2008: NOUADHIBOU – CHOM – ZOURAT: Dato, el tren más largo del mundo!!!

 

Nos levantamos con calma, y hasta las tres de la tarde que salía el tren nos dedicamos a dar paseos por Nouadhibou tratando de encontrar algo interesante. a parte del mercado, unos cuantos cascos de barcos oxidados en la playa y el puerto, poco más encontramos. Para pasar el tiempo, en el puerto tuvimos el clásico problema con las autoridades por hacer una foto en un lugar inadecuado. Nos quitaron la cámara y nos llevaron al cuartelillo del puerto, pero tras llorarles un poquito, y borrar la foto de uno de los puntos estratégicos más importantes para la seguridad nacional de Mauritania (un pesquero cochambroso), nos dejaron ir.

Pasamos por delante del consulado y había un señor de mediana edad e inequívocamente español en la puerta con unos ñapas, supervisando que unos azulejos con los colores de la bandera estuvieran apropiadamente colocados. Resultó ser el cónsul español en Nouabidhou. Muy majete y campechano, estuvo dándonos consejos paternales para nuestro viaje y estuvimos echándonos unas risas con él. Relato parte de la conversación.

            - Cónsul: ¿A dónde os dirigís?

            - Nosotros: A Atar

            - C: ¿Sí? Pues tener mucho cuidado.

            - N: ¿y eso por qué? – preguntamos acojonados

            - C: Si, si, tened mucho cuidad con los locos… – decía en tono muy serio

            - N: Pero…¿Qué pasa allí?

            - C: Ha habido muchos problemas con los locos – con tono de mucha gravedad

            - N: ¿Pero, que ha pasado? – urgíamos una respuesta

            - C: Si, si, tened mucho cuidado con los locos de Atar– dijo finalmente despollado

            - N: JAA JAA JAA JAA (Risotos)

La verdad es que nos la comimos con pellejito, pero es que de un cónsul esperábamos un humor de mayor nivel…

Cogimos un taxi a la estación, y nos llevó hacia las afueras de la ciudad pasando por el cementerio de barcos de Nouadhibou. Esa vista de los cascos de los barcos oxidados era bastante tétrica, abandonados a su suerte en la playa.

Nuestro siguiente destino era Atar, una ciudad en medio del desierto. Para llegar allí, lo más conveniente es tomar el tren* hasta Chom, y desde allí encontrar algún transporte hacia Atar.

* Tren: Nouadhibou (15:30) – Chom (3:00) – Zourat (8:00), 0 Ouguiyas!)

Llevábamos toda la mañana muertos de ganas de ver (y que no nos lo contaran) el tren mas largo del mundo. Se adentra hacia el interior de África cubriendo los 700 km y 15 horas de Sáhara que separan Nouadhibou de las minas de hierro de Zourat. El tren mide más de 3 km de largo, y es propulsado por 3 o 4 locomotoras de 3000 CV cada una.

La estación de trenes estaba alejada del centro, ya en el desierto, ¿donde vas a meter una estación en la que paran trenes de 3 km de largo? Habían pasajeros esperando, vendedores de refrigerios para el viaje y un par de vías, pero poco tiene que ver con las estaciones a las que estamos acostumbrados en Europa. Estaba compuesta básicamente por tres paredes y un techo, en medio de un vendaval de arena en el que no había quien parara. Entramos, y claro,  todo el mundo mirándonos de arriba abajo. Nos dirigimos acobardados a un lado de la sala donde había un tipo con pintas de europeo, con el que rápidamente entablamos conversación.

Su nombre era Marczin, que para simplificar lo cambiamos a Martín, un notas de 35 tacos, pelo rizado y medio canoso, con facciones muy características del Este. No en vano era polaco, aunque vivía en una casa okupa en Ámsterdam. Empezamos a preguntarle a ver si nos podía dar algún dato del tren, y andaba tan perdido como nosotros, pero encima sólo. Estuvimos comentando si debíamos ir en alguno de los vagones de pasajeros o no, de lo que tenía que molar ir en los de carga, aunque el trayecto fuera de unas 8 horas... Nosotros le explicamos nuestra opinión: nos parecía mucho mas bonito ir en los de carga, que nos gusta lo autentico, mezclarnos con la gente, que qué opinaba el de esto, que bla bla…y el contestó algo que nos encandilo: “si, yo estoy en la misma indecisión que vosotros, ir dentro tiene que costar nada y menos, pero… No pain, no pleasure!”. No había duda, era uno de los nuestros y nos hicimos íntimos permaneciendo juntos los cuatro o cinco días siguientes. El notas nos comentó su andadura y flipamos. Nosotros creíamos que estábamos determinados con nuestro Aluche – Dakar, pero no… No solo había hecho el mismo trayecto que nosotros, sino que venia desde Katowice (Polonia) hasta Algeciras haciendo autostop. ¡Madre mía, que determinación!

Decidimos ir en los vagones de carga, y dio igual lo que hubiéramos decidido, porque no había coches de pasajeros. Cuando eran las cuatro de la tarde, el tren llegó y la gente empezó a correr alocadamente en todas direcciones, cargando fardos, niños, animales (incluso burros) y mercancías de los más variopintos a toda velocidad de lado a lado. Nosotros con la emoción también empezamos a correr y nos subimos a un vagón con la ayuda de nuestros compañeros de viaje, a los que a su vez, ayudamos a cargar sus fardos. El tren estaba compuesto por tropecientos vagones de carga con la parte de arriba abierta

El tren iba vacío ya que se dirigía hacia la mina. Paro en el “anden” y en un tiempo record, todo estaba cargado y el tren partía. Empezó a oírse un estruendo enorme que venia de la cabeza del convoy y que cada vez se hacia mas fuerte, hasta que casi a la vez que nos indicaban que nos agarrásemos, un latigazo nos mandó contra el otro lado del vagón. Estos latigazos nos azotaban periódica e impredeciblemente, sin abandonarnos durante todo el camino, haciéndonos volar por los aires.

Hay que tener en cuenta que esto no es un tren de pasajeros, simplemente es un tren de mercancías que pasa por allí, y que  con lo extenso que es, debe ser mas fácil dejar a la gente viajar a su antojo, que controlarlo. Tiene algún inconveniente, y es que los vagones de mineral no están precisamente diseñados para el confort de pasajero…

  

Había dicho que en Nouadhibou no habíamos hecho nada interesante, pero se me olvidaba, habíamos comprado la pieza clave para desplazarse por estas zonas del mundo, el turbante. De ese pedazo de tela dependía en gran medida no tragar medio kilo de tierra, pero eso si, del otro medio no te librabas ni por estas.

El tren se adentraba en el Sáhara dando más saltos que una diligencia del oeste, el sol pegaba con toda su fuerza y el viento mezclado con arena insoportable.  Pero aun así, estábamos disfrutando como niños. En nuestro vagón éramos sobre 15 personas, que rápidamente nos convertimos en un equipo, todo era cuestión de todos. Si había que cambiarse de vagón, pues todos en cadena pasándonos chavales, bichos y bultos. Todos tenían especial cuidado con nosotros, dándonos conversación, cediéndonos fardos en los que sentarnos, contándonos pacientemente historias hasta que las entendíamos…

El más destacado de nuestros compis fue Houisse, un chaval de unos 16 o 17 años que sabía algo de español. Desde el principio cuidó de que no nos faltara de nada y no nos dejó hasta mucho después. No nos faltó de nada.

 

Para hacer tus necesidades menores (o mear) utilizábamos una botella abierta en plan mini en una esquina del vagón, y en lugar de tirar de la cadena, pues lo tirabas para fuera y la brisilla se lo mandaba al resto de los tropecientos vagones

Otra vez, atardecer escandaloso, viendo el tren en la inmensidad del Sáhara describiendo amplísimas curvas, ¡que espectáculo!, y después una luna llena que iluminaba todo. Dormimos en el tren sin nada que se interpusiera entre esa luna y nosotros…

El frío nocturno fue notable, de ese que dicen que hay en los desiertos por la noche, debido a que no hay agua para amortiguar el cambio de temperatura entre el día y la noche…. Paco, que debió faltar al colegio el día que explicaron eso, había prescindido del saco, y sumado a que se había tirado a dormir al lado de un fardo de pescado que llevaba ya unas cuantas horas al sol, convirtió su entorno en un caldo de cultivo de enfermedades. Para hacerse una idea del olor, lo podéis simular en casa. Coged un poco de pescado, dejarlo al sol durante unas horas, y después dejaros embriagar por su aroma…

   

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