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 18 JULIO: Estambul (Tren nocturno a Sofía)

 19 JULIO: Sofia

* 20 JULIO: Sofía – Gorna Horjahovica – Veliko Tarnovo – Gorna Horjahovica (Tren a Bucarest)

* 21 JULIO: Bucarest – Sinaia - Brasov

* 22 JULIO: Brasov – Bran (Castillo de Drácula) – Ciudadela de Risnov - Brasov

*     23 JULIO: Brasov (viaje en tren a Munich, con escalas en Budapest y Viena)

 

 18 JULIO: Estambul (Tren nocturno a Sofía)

La mañana del segundo día en Estambul estaba dedicada casi en exclusiva al Gran Bazar (Kapalıçarşı). Llegamos dando un paseíto matutino por las calles más céntricas, esquivando puestos y ciudadanos rezando. En el Gran Bazar compramos regalos para familiares y amigos, siempre acompañados por los insistentes vendedores locales. En cuanto al lugar, tiene mucho encanto, con callejuelas, olores agradables a especias, laberintos, pero le hace perder el continuo asedio de los comerciantes. Cargados de bolsas fuimos hacia la Mezquita de Suleyman. De nuevo, sorprendió la majestuosidad de la construcción. Un templo muy bien cuidado que colmó las expectativas diamantinas. Después de descansar un rato en las alfombras de la mezquita, disfrutando del fresco del interior, nos encaminamos al mercado de las especias. Distintos olores y colores envolvían el lugar, lleno de puestos con montañitas de las distintas especias que ofrecen. Esta fue nuestra penúltima parada en Estambul. La última

 estaba dedicada a la relajación. Fuimos a un baño turco o hammam. A uno de los más nombrados. El Cemberlitas. Pagamos nuestra entrada y nos colocamos nuestro pareo estilo mantel de la abuela para ir a los baños. Una vez allí, recibimos una soberana paliza por parte de los “masajistas” que no dudaron en emplearse a fondo con nuestros cuerpecillos. Aunque parezca sórdido el escenario, no paso nada a parte de lo puramente profesional entre masajeador y apaleado. Te colocaban encima de una enorme piedra caliente y allí, a retorcerte de todas las maneras posibles. Eso sí que nadie se crea que pusimos una denuncia a las autoridades, no. Lo cierto es que te dejan como nuevo. Ah!, y bien limpito.

Con esto dimos por terminada nuestra estancia en Turquía. Por la noche marchamos a la estación de tren de Sirkeci para embarcar rumbo a Sofía (Bulgaria). Una cenita en el andén esperando al tren y en marcha.

 

 19 JULIO: Sofia

Un nuevo día, un nuevo país y nuevo sello en el pasaporte. Plaka plaka plaka!!! Bulgaria nos recibió con su capital, Sofía. Nada mas bajarnos del tren conseguimos alojamiento. De nuevo, los caza-turistas hicieron de las suyas y tras mucho negociar conseguimos un buen precio. Nuestra morada consistía en una habitación de una casa compartida por un dentista (con su sillón e instrumental incluidos) y unos borrachos. Todo un 5 estrellas, vamos. Pero suficiente para nosotros. Con el saco, la esterilla y un techo teníamos de sobra. Además, aquí había hasta parquet! Dejamos nuestras cosas en la habitación y salimos a dar una vuelta por la ciudad.

Comenzamos con una hamburguesa del McDonalds para coger fuerzas para la caminata. Pasamos por el Parlamento de Bulgaria, donde Ra se encontró una bolsita con hierbas mágicas, clink! Seguimos de paseo por el centro de la capital búlgara, hasta la catedral de Alexander Nevsky, auténtico símbolo de la ciudad. Continuamos por el Hotel Radisson y nos dirigimos a una céntrica plaza donde dimos buena cuenta de unas cervecitas bien frías.

Volvimos hacia casa cuando caía la noche sobre Sofía para prepararnos para salir. Unos bocatas rápidos, unas duchas igual de rápidas y ya estábamos los 11 preparados para sacar las botellas de alcohol que previamente habíamos dejado en el congelador para que enfriaran. Nos tomamos unas copitas en casa y preparamos unas raciones para llevar. A conquistar la noche búlgara. Bien guapos y aseados, comenzamos la búsqueda del garito que nos sirviera de campo de batalla. De camino hicimos varias paradas, ya que el grupo sintió la imperiosa necesidad de encaramarse a algunas estatuas que adornaban la ciudad. Cositas que pasan. Por fin encontramos el garito a medida. El Club Escape. No era Maracaná, ni el Madison Square Garden, ni mucho menos Las Ventas, pero esta cuadrilla de toreros de feria de pueblo iba a darlo todo por salir por la puerta grande. Y no precisamente acompañados por los porteros… Bailamos, nos tomamos unas copas, disfrutamos de la velada… pero una vez más, tras varios avisos, volvimos a casa con un bajonazo, dos pinchazos y una estocada desprendida.

 

* 20 JULIO: Sofía – Gorna Horjahovica – Veliko Tarnovo – Gorna Horjahovica (Tren a Bucarest)

La mañana de domingo se presentó ante los aluchinos con un sueño de narices, unos infartos cerebrales de órdago y la necesidad de ponernos en marcha hacia la localidad de Veliko Tarnovo. Fuimos a la estación de tren de Sofía cargados con nuestros macutos a coger un tren hacia el norte que nos llevaría hasta Gorna Horjahovica. Una vez allí, dejamos el equipaje en las taquillas de la estación ( 0.60 LEV cada uno, unos 30 centimos de €) y cogimos un bus que nos llevó a Veliko Tarnovo por la razonable cantidad de 1 LEV, 50 centimos de €. La ruta en bus merece la pena, te permite apreciar la ciudad encajonada por el río Yantra. Anduvimos por la ciudad durante unas horas pasando un poco de hambre hasta que por fin nos dio por parar a comernos unas pizzas. Con el gaznate lleno, nos pusimos en marcha hacia la colina amurallada de Tsarevets y la iglesia del patriarca que domina la ciudad. Lo cierto es que la fortificación

 está medio destruida y a medio construir, pero merece la pena por la iglesia que culmina la colina y el emplazamiento, totalmente cercada por el río. Entre piedra y piedra, reconstrucción y reconstrucción, encontramos una gran campana, que desgraciadamente se encontraba a una altura accesible para el grupo de diamantinos. Ni que decir tiene que la tocamos… y tampoco hay que decir que se oía en toda la ciudad. Lo curioso fue que nadie nos dijera nada al salir de la fortaleza. De nuevo en la ciudad, teníamos unos minutos para relajarnos en una de sus plazas dándole unos toques a un balón o mirando Internet en alguno de los locales del lugar.

Volvimos a Gorna Horjahovica cuando ya era de noche para coger el tren que nos trasladara a Bucarest. Pero ese tren no iba a ser uno cualquiera, no. Fue el tren en el que Torri se dislocó con la puerta de un compartimento hasta liarla parda.

 

* 21 JULIO: Bucarest – Sinaia - Brasov

De nuevo el sol lucía en el cielo, pero ya no era el búlgaro, sino el rumano. Amanecíamos en Bucarest. Venga más! Otro país para los jóvenes viajeros! Nada más llegar, las maletas a la taquilla y en marcha a ver qué nos ofrecía la ciudad. Cogimos un trolebús para acercarnos al edificio del parlamento. Uno de los edificios gubernamentales más grandes del mundo. El segundo después del Pentágono. Algo así grande para empezar no venía mal. Pero eso no fue lo que más nos impresionó de la capital rumana… Lo más grande fue encontrarnos que anunciaban un concierto de Las Ketchup!!! Sí. Las del Aserejé. Qué bonito!!! Después del detalle bizarro y continuando con el paseo, vimos varias iglesias de la ciudad, el teatro tal, el edificio cual… todo en orden hasta que a Kalipo se le encendió la bombilla… comprar una revista erótica. La denomino erótica y no porno porque aquella publicación contaba con un estilismo y un contenido propio de los años 70. Pero bueno, tuvo repercusión como para salir en la crónica. Durante nuestro periplo por Bucarest pudimos observar vestigios de la época comunista, como ciertos barrios obreros o los míticos coches Trabant de la Alemania del este y los Dacia. Por cierto, nada de jaurías de perros devora hombres por las calles… a las autoridades les encanta meter miedo. Para el final nos dejamos el parque Cismigiu donde, después de darnos una vueltecita, nos sentamos en una terraza a degustar una cerveza. Cuál sería nuestra sorpresa, cuando el camarero cambia la música y nos pincha a Julio Iglesias. Somos españoles y se nos nota, pero no hace falta que nos torturen con la cultura patria a 3000 km de casa! Con otra cerveza en las manos, nos introdujimos en una conversación trascendental en la que los arcangelitos nos hicieron ver que eran seres inmaculados… qué bien educaditos que están… Al pedir la cuenta, vimos que el tío no sólo nos quería sorprender con la música, sino también con los números. Vaya malabarista de las cuentas que estaba hecho! Qué fenómeno! Con los precios puestos en la pizarra nos intentó cobrar el doble. Por supuesto, la cofradía del puño cerrado le deleitó con sus mejores costumbres y con una serie de perlitas que seguro retumbaron en sus oídos.

Pues con un par de cervezas y con la boca caliente por el incidente con el camarero, pusimos rumbo a la estación de tren de Bucarest. Algún iluminado tuvo la idea de comprar unas latas de cerveza mientras esperábamos el trolebús, lo que hizo que llegáramos como cohetes a la estación. Una vez allí y con diez minutos para que se fuera nuestro próximo tren, el grupo se repartió las tareas que restaban. Unos al McDonalds de la estación a por algo de comer. Otros a por las mochilas. Y otros… otros a por más cervezas. Conseguimos completar todas las misiones en tiempo record en un alarde de eficacia aluchina y nos subimos al tren camino de Sinaia. Total, que el grupo más contento y atigrado que nunca acabó con las hamburguesas en un visto y no visto. En dos minutos ya estábamos de nuevo con las “rubias”. Situación: Un grupo de 11 irreductibles aluchinos, sin camisetas, engorilados, totalmente fuera de si, bebiendo y cantando en los últimos compartimentos del vagón de cola del tren. Impresionante el viaje. Más impresionante si cabe fue la prueba que se llevó a cabo en ese tren. Protagonista: Chema. Materiales utilizados: to be continued...

Como auténticos hooligans llegamos a Sinaia. Bajamos del tren como el equipo que llega a Barajas después de ganar la Champions. Grandísimo! Pero había que seguir adelante, así que buscamos las taquillas de la estación para dejar las mochilas y visitar la ciudad. Llegamos a la consigna y nos recibió una rubita que, cómo no, se llevó unos vítores de estos bravos vitorinos aluchinos. Entre el jolgorio, Chema se tumbó un ratito en el andén de la estación y allí se quedó el angelito unos segundos dormido. El pedo tenía sus primeras consecuencias. No serían las últimas. Ni las más graves. Le despertamos y nos pusimos en marcha a visitar la ciudad.

Pronto comenzó a picar la carretera hacia arriba, camino de los barrios residenciales y templos que salpican esta parte de los Cárpatos. Nuestro buen amigo Chema demarró y enseguida cogió unos metros de ventaja. El resto del grupo de favoritos se mantenía compacto. Pero a medida que avanzaba la ascensión la ventaja se fue incrementando hasta llegar a perder la referencia visual. Era sin duda la escapada buena. El grupo llegó al primer sprint intermedio de la etapa. Un monasterio. Nadie sabía nada del paso del fugado por este punto. La organización pensó que no tenía demasiada importancia y que el jefe de filas del Grupo Deportivo ONCE (por el ciego que llevaba) seguía a buen ritmo camino de la cumbre. Se dio una vuelta al lugar, se hicieron unas fotos y de nuevo para arriba. Lo cierto, es que la zona tenía bastante encanto. Por hacerse una idea, si todo esto estuviera en Suiza sería muy, pero que muy caro. Casas estilo alpino rodeadas de bosques… Una tranquilidad absoluta… Una zona privilegiada para vivir.

Seguimos con la etapa, pero nos dimos cuenta que alguien pululaba alrededor nuestro. Y no se trataba de una de las motos de la organización. Se trataba del repelente niño Vicente! Un chaval montado en bici que empezó a hablar con nosotros en un perfecto castellano. Además, conocía todos los datos del lugar! Así que nada, lo secuestramos y con nosotros a seguir el camino informándonos de todo lo que sabía. Guía gratis! A todo esto, ni rastro del escapado. Al final, llegamos al palacio-castillo que del rey Carol I de Rumania,  el conocido Castillo de Peles, uno de los más bellos de Rumania por el paraje en el que se enmarca. En la entrada de la finca, estaban sentaditos, custodiándola un par de maromos, que por supuesto, no nos dejaron pasar. Pero nosotros contábamos con Vicentín. En un ataque de determinación aluchina, el zagal ,de unos doce años, se puso a hablar con los puertas hasta que accedieron a dejarnos pasar. Grande repelente niño Vicente! Era repelente porque no paraba de dar datos sorprendentes y de hablar con absoluta exquisitez, pero el chaval se lo curraba…

Pues eso, nos dimos una vuelta por el palacio, a su vez residencia del dictador Ceaucescu, con guía y todo (en este caso no era el chaval) y la verdad es que es un sitio muy recomendable para visitar. Incluso los soldados apostados en el bosque que rodea al castillo, parecían estar para dar más realismo a la situación. Después de dar al guía algo de dinero por la explicación, comenzamos el descenso a la ciudad de Sinaia. Los favoritos en un grupo compacto, más el invitado, Vicentín. Del escapado, sin noticias. En el descenso, ya sin la angustia de la subida, Vicente se confesó ser el hijo del dueño de una de las pistas de ski de la zona. Parece ser que pasta no le faltaba. Su nivel cultural y su forma de vestir le delataban.

Por fin llegamos a la meta en el pueblo tras más de cuatro horas de etapa. Como no teníamos noticias del fugado, pensamos que se había saltado el control antidoping, pero no. Ante todo, profesionalidad. Estaba pasando el control en el hospital local. Hubo que llamarle, ya que no sabíamos nada de él, y nos contó lo siguiente. Resulta que cuando iba fugado, se encontró con una bifurcación y su mente empapada en cerveza decidió coger el camino erróneo. Ufff, huele mal. Como no lo tenía claro. Después de andar unos metros, decidió sentarse en la cuneta a esperar que llegáramos. Momento de lucidez. Bien. Pero claro, no tardó ni dos segundos en quedarse dormido. Llegó la cagada! Así que, allí se quedó tirado en la cuneta sobando, totalmente inconsciente. Nosotros como estaba en otro camino, ni le vimos. Debía estar tan trompa que algún alma caritativa llamó a una ambulancia. Recordamos que estamos en Rumania. A todos nos cuentan que es peligroso, que si comercian con órganos, que si tal, que si cual… Bueno, pero como Chemita tiene una flor en el culo, pues nada, le llevaron una ambulancia. Total, que el muchacho se despertó en la ambulancia. Aún estaba volviendo a la tierra cuando llegaron al hospital y le llevaron a una habitación. Allí ya se empezó a enterar un poco de qué iba la historia y empezó a bromear con las enfermeras y el médico que le querían tratar. Que te vamos a poner esta inyección y ya verás que bien… No, no que yo quiero cerveza! Pivo, birra! Je j eje risas mil. En esto llamamos nosotros, y decía que se iba para el centro, pero no. En el hospital le decían que de allí no le dejaban salir solo, que viniera alguien. Con un servicio de ambulancia por borracho basta. Qué os ha parecido, interesante, no?

Saúl fue a buscarle al hospital y el resto entramos en una pizzería a cenar algo. Ya era hora. Como sabemos ser agradecidos, quisimos invitar a nuestro amigo Vicente, pero no hubo manera. El chaval que no, que no hacía falta, que gracias, que somos muy amables… Nosotros. Pero cómo! Pero si llevas toda la tarde con nosotros de un lado para otro contándonos cosas… No, no, muchas gracias. Pues nada que después de insistir de todas las maneras posibles, el chico se fue sin cenar y con un orgullo que no cabía en la pista de ski de su viejo.

Con las pizzas, llegaron Saul y Chema con unas fotos con las enfermeras bajo el brazo. Después de tener una cena echando la bronca al fugado descalificado, que por supuesto, decía que no era para tanto, nos volvimos a la estación para coger el tren que nos llevaría a Brasov.

Después de varias horas de descanso y relax en el tren, llegamos a Brasov. Ya era de noche y había que buscar un alojamiento para pasar la noche. Bueno, más que para pasar la noche, para ducharnos, dejar las mochilas y salir a partir la noche rumana. Nos costó un par de vueltas encontrar el primer hostel. Fue en vano. Estaba hasta arriba, así que seguimos buscando hasta que encontramos a un joven que nos ofreció el piso de abajo de su casa a buen precio. Aceptamos y nos fuimos a conocer su morada. El caso es que no cabíamos todos abajo, así que un par de intrépidos tuvieron que subir a una de las habitaciones del piso de arriba. Según sus ocupantes, daba un poquito de miedito, je  je  je. Muebles viejos, poca iluminación…. Sin embargo, la habitación de abajo era grande y espaciosa. Con un par de camas de matrimonio, un baño, una tele… todo un lujo para los chavales. En seguida nos pusimos a ducharnos. Unos en el baño de arriba y Chema en el baño de abajo. Se batió el record de la ducha más larga de la historia… Claro, que hubo polémicas. Y sí. Se acabó el agua caliente. Pero quién dijo problemas? Una vez limpitos, quedaba llenar la andorga. No problem. La señora nos ofreció su cocina para que nos preparáramos la cena. Y eso fue lo que hicimos. Al final se nos hizo demasiado tarde y no pudimos salir a ningún sito, además era lunes y supusimos que no habría nada abierto. Así que dormimos para aprovechar el día siguiente.

 

* 22 JULIO: Brasov – Bran (Castillo de Drácula) – Ciudadela de Risnov - Brasov

El objetivo de este nuevo día consistía en conocer los territorios del mítico Vlad Tepes, conocido por todo el mundo como Drácula… uhhh qué canguele… Nos levantamos pronto y nos dirigimos a la estación de tren para buscar algún medio de transporte que nos llevara hasta el castillo de Drácula (Castillo de Bran). Vamos, el que dicen que fue su castillo, aunque en realidad parece ser que era una especie de residencia de verano, o algo así. Comenzamos a preguntar y a barajar posibilidades y la que nos resultó mejor fue la de los taxis. Sí, amigos. fletamos tres taxis para toda la mañana al increíble precio de 3 euros cada uno. El acuerdo incluía los siguientes puntos: traslado al castillo de Bran, esperarnos a que lo viéramos, vuelta parando en la ciudadela de Rasnov y vuelta a Brasov. Sin duda, un buen plan. Además de todo esto, pudimos conocer la manera de conducir de los rumanos y recorrer los campos de Transilvania. Cada vez que había una cuesta abajo, los taxistas apagaban el coche (unos Dacias bastante viejos, como los Renault 12) y de vuelta al llano o cuesta arriba, los encendían otra vez. Todo sobre la marcha… Lo cierto es que fue bastante chocante. También nos cruzamos con varios carros típicos rumanos tirados por burros o caballos. Después de una

media hora, llegamos al castillo. Está en una pequeña localidad rodeada de bosquecillos que le dan un aspecto especial. Quizá era lo que íbamos esperando. Pagamos religiosamente la entrada y comenzamos la visita. Por dentro es como un castillo-palacio como los de toda la vida. Con las estancias y salones… con el patio… bien, pero nada de salas de torturas, de historias siniestras, cadáveres en las paredes ni nada de eso. Nos decepcionó un poco, pero qué esperábamos. Es una visita obligada y punto. Que no te lo cuenten. Yo estuve en el castillo de Drácula… ahhh qué machote! Pues eso, a la salida nos estaban esperando los taxistas para llevarnos a la siguiente parada. Tuvieron que esperar un rato porque nos entretuvimos comprando cositas en los puestos que surgen alrededor de un punto tan turístico. Volviendo hacia Brasov, paramos en la ciudadela de Rasnov, que sobre una colina junto a la población del mismo nombre. Pasamos un rato visitándola y de nuevo para el taxi. La excursión matutina tocaba a su fin. Los taxis nos devolvían al punto de inicio. Mereció la pena madrugar para ver estos dos lugares.

Comimos en una terraza de la zona peatonal de la ciudad (muy barato) y acto seguido despedimos a nuestro camarada Sulen, que volvía a España. Una vuelta en tren en solitario hasta Aluche. Buen viaje! El resto de la expedición aluchina continuamos dando unas vueltas por la ciudad, bastante bonita por cierto y sobre todo… invirtiendo!!! Brasov se encuentra en plenos Cárpatos y es la ciudad de invierno por excelencia de Rumanía. Pues bien, encontramos una tienda de montaña con unos precios bajísimos (mitad de precio) y un material de altísima calidad. Los más avispados invirtieron con acierto. Varias chupas de montaña Mammut de goretex XCR, pantalones, etc, cayeron al carro de la compra. Aún se utilizan esos abrigos. Más de una vez se pensó en hacer un viaje para comprar material de montaña expresamente. Después del acierto consumista, nos sentamos un rato a pensar qué haríamos en lo que nos restaba de viaje. Se supone que habíamos cumplido todos los objetivos del viaje, y como nos quedaba algún día, teníamos que consensuar una nueva parada para nuestro interrail. El destino final era Ámsterdam, ya que otros amigos llegaban allí en unos días, pero desde Rumanía a Holanda, habría que parar en algún sitio, ya que está muy bien hacerse daño en trenes tóxico, y coger uno tras otro, pero atravesarnos Europa entera sin parar a ver nada, nos parecía demasiado. Se barajaron varias opciones, entre ellas parar en Budapest y darnos unos baños relajantes en el Gellert, pero la que surgió con más fuerza fue la opción festiva. Resulta que en pocos días era mi cumpleaños (25 de Julio) así que propuse parar en Munich para celebrar mi aniversario como se merecía, en un Bier Garten. Por supuesto, que no hubo que discutir mucho. Cerramos el plan de vuelta con una parada en Munich y otra en Luxemburgo antes de llegar a Ámsterdam. Por aquí vemos otro factor incipiente de los aluchinos, el sellismo. Sí, el vicio por sellar: Por conseguir nuevos países. No se incluyó Luxemburgo por su belleza, no. Sino porque nunca habíamos estado y había que sellarlo. Cada uno tiene sus vicios. Nosotros ese… entre otros. Lo increíble de todo esto es que hablábamos de parar aquí o allí como si no costase. Como si Europa fuera Madrid…

Una vez que clarificamos los últimos días de viaje, nos volvimos a casa para, esta noche sí, salir por la ciudad. Por supuesto, antes paramos a comprar algo de beber. Gracias a otro de nuestros vicios descubrimos que el alcohol es muy caro en Rumanía, especialmente el wishky. Una botella de Ballantines costaba al cambio unos 30 euros. Un pastón para un rumano. El vodka sin embargo era más barato (Absolut 10 €) Aún no lo entendemos.

Nos preparamos rápido y preguntamos dónde podíamos ir a tomarnos unas copas y disfrutar de la noche. Cogimos unos taxis y para allá. Resultó que nos llevaron a las afueras de la ciudad en uno de los míticos líos que te hacen, diciendo que cerca estaba el garito. Lo cierto es que por allí no había nada. Además nos estafaron unos 500 Leis, cosa que casi nos lleva a las manos con los taxistas. Menos mal que lo pensamos y vimos que a penas nos timaban unos céntimos de euro. Pues nada para ellos. Así que allí nos vimos en una zona a las afueras de Brasov sin un garito a la vista y sin nadie por la calle a quien preguntar. Nos pusimos en marcha andando hacia el centro. Después de más de media hora caminando por calles oscuras, íbamos a tirar la toalla y volvernos hacia casa, ya que no se veía nada de vida por la ciudad, ni mucho menos una discoteca o algo parecido. Pero entonces encontramos a unos chavales que nos indicaron un sitio que estaba cerca. Torcimos una calle a la izquierda y avanzamos en la dirección que nos dijeron. De nuevo timados. No se veía ni un alma. No parecía que hubiera nada por allí. Pasamos por una especie de mercado que estaba lleno de puestos de melones y sandías. Eso no tenía pinta de zona de marcha… Pero entonces empezamos a ver coches buenos aparcados en la calle. Coches de gran cilindrada (BMWs, Mercedes…) y vimos el garito, la Disco No Problem. Bastante grande, pero con ese nivel de coches a la entrada, me parece que no nos dejarían entrar. O que nos costaría una pasta. Decididos a entrar, viendo que era tarde y que traíamos las gargantas secas, nos dispusimos a entrar… y cual sería nuestra sorpresa que la entrada costaba 10000 Leis!!!! Menos de 2 euros!!! Disfrutamos de la noche como enanos, pero no de la bebida, ya que de nuevo, los precios eran desorbitados para estar en Rumania (copas igual de caras que en España). Así que tiramos de cerveza.  De lo de disfrutar con las chavalas ni hablamos… una ruina. Salimos del garito poco antes de que el sol estuviera saliendo y nos encontramos con los niños ninjas. Esperando unos taxis cerca del garito, se nos acercaron unos chavales que empezaron a medio pegarnos/jugar con nosotros. Vamos, el objetivo era robarnos algo, pero no lo consiguieron. Por dejar la honra de los aluchinos un poco mejor, debo decir que al lado había unos rumanos con muy malas pintas que eran colegas de los chavales. Y por no tener jaleos les dejamos que hicieran un poco el indio con nosotros. Vinieron los taxis y a casa a dormir.

 

*     23 JULIO: Brasov (viaje en tren a Munich, con escalas en Budapest y Viena)

Hacia el medio día fuimos a la estación de Brasov para tomar el tren que nos llevaría a Munich haciendo escalas en Budapest y Viena. Resultó ser el tren del dolor. Durante la noche no pararon de sucederse los controles de pasaportes. Cruzábamos dos fronteras, a dos controles por cada una, hacen un total de 4 cambiando de asiento cada dos por tres, o en su caso, lo multiplicas por la opción de tirarte con la esterilla en el pasillo… te sale un viaje de dolorosísimo. Sueños rotos, espaldas partidas, pisotones, patadas, insultos en lenguas impronunciables… Vamos que llegamos a Munich como corderitos con ganas de pillar una buena jarra de cerveza.

 

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