Pero mejor fue que, de empalmada, unos
valientes aluchinos fueron hasta Mikonos capital (Chora) a
alquilar un
par de motos. Determinados!! Durante el día, mientras unos estaban en la
playa, otros visitaban la isla. En un par de horas te la recorres. Se
puede ver
Little Venice, los molinos, el pelícano, las calas (Superparadise
entre ellas)… Todo perfecto. Tiempo de relax en una playa de 10. Buen
clima, buena arena, buena gente, ambiente increíble, agua limpia a la
temperatura perfecta… Y llegaron las 5!!! Y comenzó el techno en la
playa!!! De nuevo en acción. Comida-cena rápida y a tomar cervezas en
los garitos de la playa. Teníamos la piscina del club de nuestro
camping, pero nos cautivó el
Tropicana Beach Bar (Paradise Beach) donde lo dimos todo con
Dj Sasha y la tropa que bailaba
por las mesas. Que grande todo ese escenario con
tu copa dentro del agua. Se hizo de noche y de día, pero hubo tiempo para conocer
a unas argentinas, ir a su apartamento a tomar la última y a que Lemon
nos rescatase en plan Action Man escalando por la terraza. Momentazo!
Ya el domingo 13 de Julio tuvimos un día más
tranquilo. Por la mañana un buen desayuno, un poco de playa y a las 5…
empieza el techno!!! De nuevo dándolo todo, pero sabiendo que en unas
horas había que irse. Alguno se quería quedar y alcanzarnos luego en la
Grecia peninsular, pero la cordura llegó a nuestros cerebros infartados
y embarcamos todos juntos de vuelta al Pireo. Pasamos la noche en el
ferry recuperándonos del fin de semana en Mikonos para poder turistear
con ganas al día siguiente.
El plan para el lunes de la tercera semana
de viaje, consistía en coger un
tren temprano de Atenas hasta
Kalambaka para
poder ver los monasterios de
Meteora. Y eso
hicimos. Pero no sin antes recoger al compañero Chema, que muy
caballerosamente, acompañó a su novia Sara a Atenas el día de antes
porque debía volver a Madrid. Este, paso ese tiempo con un grupo de
Catalanes a los cuales subio a su habitacion del hostel a jugar a la
pocha, y por la noche, conocio a Dani y Ester, dos chicos de Madrid, con
los que estuvo pasando la noche, cenaron en la puerta del hotel con el
hornillo y demas, con estos, ha quedado aqui en madrid 5 años despues.
Todo el mundo sabe que los excesos se pagan
y nuestro grupo lo sufrió en la persona de nuestro querido Mutiu. Al
llegar a Kalambaka, el moreno atravesó por un estado de infarto cerebral
transitorio que le condujo a dejarse la mochila en el tren. Bajó, pero
la mochila, la muy perra, no le siguió. También es cierto, que el resto
de aluchinos, entre los que me incluyo, no se percataron de la falta.
Así que el tren arrancó y se piró con la mochila de Muti. Aunque no os
creáis que lo habéis leído todo. Ahora llega lo más extraordinario. En
un alarde de efectividad helena, conseguimos que la mochila volviera a
manos de su dueño. Tras varias llamadas y la inestimable colaboración
del personal ferroviario, logramos que dejaran la mochila en otra
estación para poder recogerla luego. Pero aún había más efectos
secundarios de nuestro finde en las
Cícladas. Dos
maestros del morenismo, como son
Chema
y Mutiu,
sufrían quemaduras de primer y segundo grado en el 50% de su cuerpo.
Muchos atribuyen este caso al uso masivo e indiscriminado de aceite
bronceador de zanahoria, que será muy buena para la vista, pero que en
la piel de dos insensatos hace una pupa que no veas. Total, que los
chavales se cubrieron de trapos para que no les diera el sol y se
quedaron todo el día a la sombra con la esperanza de que se redujeran
sus ampollas. Por supuesto, el equipo médico de la expedición buscó
remedio al sufrimiento de los compañeros, yendo a una farmacia a por
crema para las quemaduras que eran impresionantes e incluso les habian
deformado la cara. Solo hay que imaginarse la escena. Cómo le
cuentas a una farmacéutica griega, que dos de tus colegas se han hecho a
la brasa en Mikonos, por estar todo el día al sol y echándose bronceador
a saco, y que no pueden venir porque como les de un rayito de sol se nos
hacen ceniza. Un espectáculo… pero se consiguió la crema.
Pues después de todo esto, y de comernos un
kebab, nos dirigimos a los
monasterios de Meteora,
objetivo de este día. No defraudaron. Construidos en la cumbre de
enormes moles de granito, para llegar hasta ellos hay que subir varios
tramos de escaleras empinadas. Una vez en la puerta, pagas
2€ por
entrar, te dan unos pantalones de payaso y estás listo para comenzar la
visita. Impresionan los precipicios, las vistas y cómo consiguieron
levantarlos. Después de unas horas por los
monasterios, teníamos que
iniciar el camino de bajada por la carretera hacia Kalambaka, en busca
de nuestros compañeros quemados. Allí estaban. A la sombra. Hidratándose
todo lo posible y dándose cremita, pero no bronceadora.
Esa misma tarde nos pusimos en camino hacia
la frontera con Turquía, pero no pudo ser. A mitad de trayecto, un
revisor con mala ostia nos sacó del tren diciendo que no teníamos
billetes (con lo bonitos que eran nuestros interrailes, clink!, esto no
se puede contar en la web) así que acabamos
tirados en plena noche en la ciudad de
Larissa. Allí pasamos
la noche, a pie de andén. Como guardián de las mochilas del grupo,
contábamos con el valeroso Sulen de Alba que se sacrificó para hacer
guardia mientras el resto del grupo dormía plácidamente.
Comenzamos el martes 15 de Julio cantando la
marsellesa… que no… Muy pronto cogimos un
tren que nos llevara hacia el
norte. Tuvimos que hacer varios cambios hasta llegar a
Pythio, la frontera
griega con Turquía. Primero paramos en Tesalónica, y posteriormente
hicimos una parada más larga en
Alexandrópolis,
donde aprovechamos para comer, ducharnos con una manguera tóxica detrás
de la estación y pasar media tarde fuera de los trenes. Volvimos a
subirnos al tren y cuando ya anochecía por fin llegamos a Pythio. Eso
sí, un día más tarde de lo previsto.
Aquello era la costa de los
mosquitos! Nubes de estos insectos (sin exagerar) hicieron que el
comando aluchino se tuviera que cubrir de pies a cabeza, manos
incluidas. Pero viendo que los animalitos eran persistentes y que
incluso trataban de picar a través de la ropa, no hubo más remedio que
tirar la toalla, rendirse y darse media vuelta. Como seria esa masa para
que nos tuvieramos que dar la vuelta!!!. Cogimos un tren que
volvía hacia el interior de Grecia y nos paramos un par de estaciones
anteriores al pueblo de los mosquitos. También había mosquitos, pero
mucho menos. Así que fuera sacos y a dormir al andén.
A la mañana siguiente (miércoles 16) y con
las secuelas de las picadoras de mosquitos,
volvimos a Pythio. A estas horas el ambiente estaba mucho más tranquilo.
Tanto que parecía un pueblo fantasma. Comimos y cogimos el tren que nos
trasladaría al siguiente país de este Interrail,
Turquía. Haciendo el papeleo
fronterizo nos encontramos con unos amigos madrileños (Juan Antonio y
David Alonso) con los que compartimos viaje hasta
Estambul.
Cuando la noche ya había caído, llegamos a
la capital turca. Lo primero que hicimos fue buscar hotel. El
Hotel Emek (Nöbethane Caddesi
demirkapi Kum, Meydani Sokak nº 13, Sirkeci) nos ofrecía lo que
buscábamos. Buen precio con la comodidad justa. Lo segundo que hicimos
fue salir a dar una vuelta y cenar algo en una terracita de la ciudad.
No fue muy difícil, pero fuimos incapaces de encontrar una cerveza.
Menos mal que en el hotel había. Mientras el grupo pasaba la madrugada
en la azotea del hotel tomando unos tragos, yo fui a visitar a mis
amigos madrileños, con los que descubrí la noche de
Estambul.
Nada mas levantarnos el jueves 17,
realizamos un balance de los daños provocados por los mosquitos de
Pythio y descubrimos que algunos como Mutiu y Ra fueron bombardeados.
Cara, manos, rodillas, sufrieron monstruosas deformaciones causadas por
los insectos. Vaya plantel! (manos y piernas de Shrek).
Ya en la calle, algunos fuimos a hacernos un
típico tratamiento de
afeitado absolutamente recomendable. Te hacen de
todo. Nariz, orejas, masaje facial… Te dejan nuevo. Después del relax
matutino, nos unimos al resto del grupo que se encontraban desayunando
en un local cercano. Con fuerzas renovadas y bien aseados, comenzamos la
visita a la ciudad. Nuestro primer destino fue el
Palacio
Topkapi. No está nada mal el palacete. Grande, lujoso y con buenas
vistas al Bósforo.
Siguiendo con el paseo, la segunda parada fue la
Mezquita
de Hagia Sophia (Santa Sofía). Enorme, pero cómo no, con andamios,
esta vez en el interior.
Como ya iba llegando la hora de comer, qué
menos que comerse unos kebabs auténticos en un puesto en la calle.
Después llegamos a la
Mezquita
de Sultanahmet o Azul, que en general, gustó más que Hagia Sophia.
La Mezquita Azul se dedica al culto, mientras que la otra no. Quizá por
eso pareció más auténtica. Más tarde nos dirigimos hacia el
estrecho del Bósforo
para coger uno de los
barcos que llevan a la parte asiática de Estambul.
Pero no estábamos todos. Faltaban
Kalipo
y Ra,
que tuvieron que volverse al hotel por encontrarse indispuestos. Ellos
dicen que pisaron Asia más tarde, pero eso nunca lo sabremos… Para todos
era la primera vez que pisábamos suelo asiático. Fueron tan solo un par
de horas. Lo justo para pasar un rato, tomarse un helado y hacerse una
foto en el gran continente asiático. De vuelta en la zona europea,
pasamos por el campo del Besiktas,
paseamos junto al mar y paramos a fumar con un
narghile (unas pipas
aromáticas). Con esto cerramos el día y nos recogimos en el hotel.