Jesulen |
Chema |
Saul |
Bernon |
Kalipo |
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INTRODUCCIÓN:
Hace un par de meses*,
cuando el grueso del diamante volvía de la India, y yo me disponía a
viajar a Irán, recuerdo que Chema me comentó la existencia de un vuelo a
pelo-puta a Bucarest. Por menos de 100 euros ida y vuelta podías
plantarte en la capital rumana a bordo de un
Easyjet. La
inversión no se hizo esperar, y la gente se puso a comprar como locas
sin ni siquiera saber si podrían disfrutar del puente de diciembre. En
pocos días Sul, Sulen, Bernón, Chema y yo ya teníamos nuestros billetes
(Bernón palmaría la ida, Sul fue más astuto y sólo compró la vuelta).
Como la Rumania ya la
conocíamos del Interrail III (edición 2003) empezamos a jugar con el
mapa, fue muy sencillo elegir, ya que la vecina Ucrania parecía un
destino con los suficientes alicientes como para conmover a un aluchino,
y el dato de que Chernobil fuera desde hacía 3 años visitable era una
motivación suficiente como para justificar un desplazamiento hasta estas
gélidas tierras. Además teníamos una motivación extra en forma de sello,
y es que la pequeña República de Moldavia se interponía entre ambos
países (Rumania y Ucrania), por lo que su visita se convertía en un
deber. Transnistria (un pequeño estado independiente dentro de Moldavia)
también fue un virus determinante.
Nombres que se adoptan
en el viaje, para que nos e pierda la gente:
Kalipo: Ramoncin, por
sus pantalones de pitillo. |
Jesulen: Julio
Iglesias, no digo mas. |
Chema: Enrique Iglesias |
Bernon: BernadorSa |
Saul: Pichi, el mejor
amigo de Fichi. |
VIERNES
30 NOVIEMBRE 2007: Madrid - Bucarest

A las 16.50 horas
salía nuestro vuelo de Easyjet con destino a Bucarest. La primera remesa
de diamantinos que abandonaba el país la componíamos Chemone, Sule y yo.
Chema fue el primero en llegar a la Terminal 1 de Barajas, mientras que
los Alba Brother´s llegamos con nuestro horario, es decir, más de media
hora tarde, bien es cierto que fue de Alba senior el culpable del
retraso.
El avión despegó
puntualmente con Sule rompiendo el cuello antes del despegue, mientras,
Chema y yo comentábamos el humor de Pedro, el sobrecargo de Albacete
conocido por sus chanzas y chascarrillos. El vuelo Madrid – Bucarest
tiene una duración de casi 4 horas, y de esta manera a las 21.45 horas
(ya que en Rumania es una hora más que en España) habíamos aterrizado en
el Aeropuerto Internacional Henri
Coanda, más popularmente conocido como Otopeni.
El aeropuerto de
Otopeni se localiza 16 km. al norte de Bucarest, por este motivo nos
vimos obligados a tomar el autobús 783 (7 lei = 1,9 €), que nos dejó en
la Piata Vitorei, en la zona norte de la ciudad. Desde allí teníamos una
pateada de un kilómetro hasta nuestro alojamiento, el
Friend´s Hotel () , el cual me había encargado de reservar la noche
anterior en Hostelbookers.
El equipo llegaba muy
fuerte a la capital rumana, y de camino al hostal se aprovisionó de unos
cartuchos de Coca-Cola, ya que el JB y el Bacardi venían de serie. Nos
llevó cierto tiempo encontrar nuestro nido de amor, y lo que en un
principio pensamos que era un puti (por los manolos que se agolpaban a
la puerta), resulto ser el Friend´s Hostel.
* este texto comenzó a
redactarse en diciembre de 2007.

Rápidamente nos
pusimos en funcionamiento; para engañar al estomago nos tomamos unos
arroces tóxicos que había comprado Sule en Madrid, los llamados ‘mijos’,
que según sus palabras estaban “buenísimos” (destacar el arroz con
cables de alta tensión verdes). Acto seguido nos metimos varias copas
con calzador y preparamos la mezcla en buchitos para buscar la
imbriagazone rumana. La noche no había echo más que empezar.
Cogimos un taxi para
dirigirnos a la zona de marcha cerca de la Piata Universitati. Como
íbamos tan tochos amenazamos al taxista de las consecuencias que podría
padecer si trataba de timarnos con el precio de la carrera (palabra en
desuso rescatada por Ramoncín). Bueno, el caso es, que cuando nos
quisimos dar cuenta estábamos dentro de un pequeño bar de de
caracterización ‘marihuanesca’. Allí los tres, con una geta que te cagas
nos pusimos a beber de nuestros cartuchos de plástico. Sorprendentemente
los dueños no se opusieron a nuestro comportamiento y allí estuvimos un
rato empinando el codo. Pero a decir verdad ese lugar era demasiado
tranquilo y el trío calavera buscaba emociones más fuertes.
Fue así como en una
calle próxima nos topamos con el Fire Club (Str. Gabroveni, 12 -
www.fire.ro), un garito de dos plantas
cuya música era más propia de la Europa Occidental que de la Rumania,
una muestra más de que las cosas están cambiando en esta parte del
planeta. Pero antes de entrar tuvimos nuestro primer escarceo con la
tuborina, el elemento base de la cerveza Tuborg, con la cual formateas,
vuelcas dato e hibernas la cabeza, y todo eso al mismo tiempo. Las
lagunas de la Tuborg nos harían pasar grandes momentos en esta primera
parte del viaje. Un gran descubrimiento.

Pero bueno, a lo que
iba, cuando entramos al Fire Club el daño cerebral era ya más que
evidente y el grupo aguanto el tipo como buenamente pudo, Chema y yo por
un lado, y mi hermano por otro, ya que fue abducido por un UFO
(Unidentified Flying Object).
Antes de salir, el
equipo se había grabado a fuego una sola idea “coger el autobús de las
7.00 a.m. a Galati”, pero hacía las 5 de la mañana el grupo ya estaba
roto en todos los sentidos, habíamos perdido a Sulen Albarn; y a Chema y
a mí no nos quedo otra que tirar para el albergue en solitario. Yo iba
totalmente secuestrado, y gracias a Chemone que es el de Prison Break y
tenía el mapa de la prisión (según sus propias palabras -con visualizar
un rato la ciudad tengo un plano aéreo de la misma-), ya que si no es
por él me parece que ahora mismo estaría redactando estas líneas en la
máquina de escribir de
Ceaucescu. Contar arriba la pelea de chicas y el amigo falso
Anécdotas a parte, el
caso es que estábamos en el Friend´s Hotel a una hora adecuada para
llegar a la terminal de autobuses a pie. Así que sin más dilación
cogimos nuestros bártulos y decidimos dar puñalada a la criatura
anteriormente conocida como Mark Ostarzevich (ahora Julio Iglesias). En
pocos minutos llegamos a la estación de buses, llevábamos una tostada de
las que hacen época y nos pusimos a preguntar a los conductores, pero
nadie iba a Galati. El ambiente de la terminal era de una sordidez
propia de una escena de Dick Tracy, las alcantarillas desprendían humo,
y con este plan lo mejor era irse y probar suerte en la estación de
trenes (Gara de Nord, Como llegar: Metro: M3, M4. Compañia de Trenes en
Rumania: CFR. Destinos: Belgrado,
Budapest, Chisinau, Kiev, Sofia, Viena, Venecia, Salonica, Estambul,
Moscu, Brasov, Craiova, Constanta, Timisoara), que quedaba a pocos
metros de allí.

Particularmente no
puedo contar nada de las dos horas que pasamos en la estación, ya que no
era yo quien estaba en ese lugar sino mi alter-ego Ramoncín. Se que
íbamos “to” trompa (hasta ahí llego), que fuimos al Mc Donalds y que la
liamos muy parda (Chema se cargo una botella de JB, nos quedamos
dormidos más de una hora encima de una mesa, etc.., etc..), que
telefonee en varias ocasiones a mi hermano con la consiguiente perdida
de pasta por ambas partes, y bueno muchos otros desaguisados y
situaciones cómicas que allí se produjeron. Como digo, lamentable, pero
digno de ser contado a los nietos –niños, no hagáis lo que hacia el
abuelito-.
SÁBADO
1 DICIEMBRE: Bucarest – Galati – Oancea – Cahul- Chisinau

Afortunadamente mi
hermano apareció antes de las nueve y pudimos coger el tren a
Galati (273
leis los tres billetes = unos 25€ cada uno). Sobre este viaje que se
prolongó durante unas cuatro horas nada que comentar, ya que íbamos tan
inconscientes que podían habernos rajado y vendido todos nuestros
órganos en el top manta.
Galati es
una ciudad industrial de más de 300.000 habitantes localizada al este de
Rumania, muy próxima a las fronteras con Moldavia y Ucrania.
Precisamente, fue esta proximidad con el país de Sevchenko la que nos
llevo a este lugar. Sabíamos de la posibilidad de cruzar desde aquí
hasta Bolgrad en Ucrania, desde donde continuaríamos camino a Odessa, ya
que nuestra intención era llegar allí en sábado para disfrutar de su
animada vida nocturna.
Pero todos nuestros
planes dieron un giro de 360º cuando, dejándonos llevar por los consejos
de una rumana que hablaba castellano y de su novio español, tomamos un
autobús hacia otro punto fronterizo más al norte, Oancea. Tengo que
decir que posiblemente fue el bloqueo mental de la resaca el que nos
hizo tomar esta decisión, ya que es muy probable que hubiésemos podido
cruzar a Ucrania por este punto pagando a un taxista, pero también es
cierto que lo que en un principio parecía una cagada, resulto ser una
sabía decisión.

Después de pasar no
más de una hora en Galati, cogimos el autobús a Oancea (24 leis, 3
billetes = 6.5 € los 3), un puesto fronterizo unos 50 km. dirección
norte. El autobús iba petado, pero nosotros pudimos sentarnos en la
parte trasera y disfrutar del paisaje y los te-cumentos de la Rumania
más profunda (campesinos, carros de madera tirados por mulas, fardos de
rejilla, etc.., etc..), un viaje muy provechoso en el que pudimos ver lo
mucho que queda por hacer en este país.
Creo que todos
llevaban una radio o algo asi un aparato raro o un dvd y lo del lobo.

Tras más de una hora
de camino llegamos a Oancea, un pequeño pueblo rumano cuyo único interés
es su puesto fronterizo para entrar a Moldavia. Aunque algunos viajeros
ya hemos visto puestos fronterizos muy peculiares, como el de Barzagán
en Irán, es justo decir que este no le iba a la zaga. Un cartel situado
en la carretera indicaba que
Cahul, la primera
población moldava estaba a 8 km., por lo que nos habíamos planteado
incluso la posibilidad de ir a pata. Pero cuando fuimos a pasar la
‘border line’ un policía rumano nos paró y nos dijo que no estaba
permitido cruzar a pie, que debíamos esperar a que pasase algún vehiculo
y pedirle que nos cruzara.
Y, ¡como no!, la
típica flor en el culo del diamante hizo acto de presencia, y a los
pocos minutos un coche con matricula moldava en el que iba una pareja no
dudo en hacernos el favor y nos llevo hasta Cahul. Después de sellar
nuestros pasaportes y cruzar el río
Prut, que marca la
frontera de norte a sur entre Moldavia y Rumania, llegamos a Cahul,
nuestro primer contacto con Moldavia, un país que se revelaría como
bizarro a la par que sorprendente.
La pareja moldava
aparco su coche cerca de la modesta estación de autobuses y maxi-taxis.
Nosotros estábamos sin dinero moldavo y con más hambre que el perro de
un ciego, era uno de nuestros primeros De Juana Chaos (como eran
conocidas las huelgas de hambre del viaje), aunque Chema “El
Conseguidor” pudo obtener un mendrugo de pan en el supermercado
‘Catarsis’ gracias a que un moldavo le dio dinero, recuerdo que a Saúl y
a mí nos paso algo parecido en Dakar (pobre da dinero a rico).

Empezaba a anochecer y
teníamos que coger algún transporte a Odessa, pero en la estación todo
el mundo nos decía que ese día no salía nada para Ucrania, nos decían
-Chisinau, Chisinau…-. Como no conseguíamos entender del todo, optamos
finalmente por ir a la capital de Moldavia, cogimos un maxi-taxi por el
que pagamos 10 Euros los tres, y esperamos pacientemente a que el
vehiculo se llenara de gente para poder partir. Mientras esperábamos nos
comimos un pequeño buchito de supervivencia con el pan de Cahul y el
embutido que habíamos traído de Madrid.
Las carreteras en
Moldavia son más que malas, son como las comarcales que había hace más
20 años en España, pero con una iluminación inexistente y más baches
aún. Por este motivo tardamos largo tiempo en recorrer los más de 170
km. que separan Cahul de Chisinau, un recorrido que aprovechamos para
esnucarnos y reponer fuerzas. Decir tambien que el frio del minibus era
insoportable.
Cuando empezábamos a
desperezarnos aparecimos en Chisinau, donde el maxi-taxi nos dejo en la
estación de autobuses. Allí, nada más bajar ya notamos el bizarrismo de
la ciudad. Los hombres que pululaban por las calles, como acertadamente
dijo Sulern, parecían personajes sacados del Grand Theft Auto, cada uno
caracterizado con un singular vestuario; mientras que las mujeres
vestían con más estilo el uniforme estándar del país: botas hasta las
rodillas de tacón alto y fino, pantalones ajustados o minifaldas
cortisimas y pieles de todos los tamaños y texturas.

Afortunadamente en
Chisinau no estábamos solos, Chule el de Couchsurfing se había encargado
de contactar por Internet con Joana y “las Ladies”, un grupo de chicas
que trabajaban como voluntarias en un orfanato de la capital moldava.
Aunque no estaba prevista nuestra visita ese sábado, sino que las
habíamos dicho de ir al sábado siguiente, no nos quedó otra que
telefonearlas, y aunque se sorprendieron bastante de nuestra llamada
aceptaron (no se si de buen gusto) darnos asilo político.
Las Ladies vivían en
el Blvd. Moscova, en el barrio periférico de Riscani, y hasta allí
fuimos en un taxi. En unos 10 minutos ya habíamos llegado hasta el lugar
en el que vivían nuestras anfitrionas, alzamos nuestras cabezas y
pudimos ver como 5 o 6 bloques comunistas se elevaban a gran altura en
una amalgama de viviendas que bien hubiera podido tratarse de un panal
de abejas.

Estuvimos cierto
tiempo dando vueltas por el interior de los edificios, la verdad que
culturalmente merecían la pena ya que parecían auténticas casas ocupas,
con suelos y paredes en un estado ruinoso, y unos ascensor de madera
que olían a CCCP por los cuatro costados. Tanto nos gustaron estos
montacargas que su panel de botones y sus toscas puertas de madera se
llevaron unos cuantos flashazos, porque, eso sí, en la mayoría de los pisos no había ni luz en la escalera.
Como la expedición
estaba un poco espesa para encontrar el piso, y como ya habíamos llamado
por error a la puerta de varios vecinos y sentido el miedo de Hostel en
nuestra piel, decidimos utilizar el comodín de Joana, es decir la
llamamos y nos vino a recoger a la calle. Nos habíamos metido en un
bloque equivocado (Mortadelaaaa!!).
Joana nos guió hasta
el piso, allí nos esperaban el resto de chicas: Fanny de Nantes
(Francia), apodada Canaletto, Sofía de Goteborg (Suecia) y su madre “La
Mature” o “El jaco de doma clasica”, que estaba de visita, y como no,
Nadja, de Salzburgo (Austria), la más carismática de todas, apodada Yupi
por su parecido con el protagonista de “Los Mundos de Yupi”. Las chicas
se quedaron un poco bloqueadas ante la presencia de tres grandes
exploradores de Aluche. No tenían cena para nosotros, pero tuvieron el
detalle de descorchar unas cuantas botellas
Cricova, uno de los vinos moldavos
más prestigiosos junto con el de
Milestii Mici .
Como la hambruna ya
empezaba a hacer estragos, y como no tenía pinta de que estas chicas nos
fueran a dar nada de cena, decidimos llamar al telepi moldavo. Así que,
en una media hora, ya teníamos pizzas para todos, unas pizzas bizarras
que te podían provocar el famoso “taponcín de Ramoncín”, pero no nos
quedaba otra que hacer buena base para no acusar después la ingesta de
unidades.
Serían cerca de las
12, y el equipo ya estaba cenado, duchado y cagado. El baño de las
Ladies había sido mancillado según lo previsto, y como Yupi y compañía
no querían salir a tomar algo porque trabajaban pronto al día siguiente,
el Trío Calavera partió en solitario hacia el
People, una discoteca que la
Lonely Planet catalogaba como la mejor de la ciudad.
Night Clubs de
Chisinau:
-
44 - 44, Albisoara
str.
-
Caligula - 2/4,
Negruzzi bd.
-
City Club - 117,
31 August str.
-
Club "Flamingo" -
23, Tabacaria Veche str.
-
Club Z - 15,
Zelinski str.
-
Dance Planet -
33/1, Renasterii bd.
-
Decadance Club -
40/1, Albisoara str.
-
Drive - 109, Calea
Orheiului str.
-
Military Pub - 7,
Kiev str.
-
People Club - 2/4, Negruzzi
bd.
-
Red Club - 84/3,
3rd floor, Ismail str.
-
Star Track - 7,
Kiev str.
-
Studio Club - 66,
Bucuresti str.
Los coches lujosos
aparcados en la puerta y los fornidos porteros del People contrastaban
con la verdadera esencia de Chisinau. Tras pasar los pertinentes
controles de armas llegamos al recibidor de la discoteca, desde donde ya
se podía adivinar el glamour concentrado en el interior. Cuando ya
teníamos los dientes largos nos dimos cuenta de que entre los tres no
juntábamos leus suficientes como para pagar la entrada, y fue en ese
momento cuando surgió la figura de Chema “El Conseguidor” (que daría
mucho que hablar durante el viaje). -Tranquilo chicos, que soy un
conseguidor, entraremos sin pagarlo todo-, fue pronunciar estas palabras
y que un maromo de la puerta nos invitase, no con muy buenos modos, a
abandonar el local. Quizá fue gafísmo de alguno de los de Alba, o quizá
que a nuestro Conseguidor se le habían acabado sus superpoderes.
A pesar de este
pequeño fracaso no cundió el pánico entre la expedición, puesto que
guardábamos otro as en la manga: el
Dance Planet (33/1, Renasterii bd.). Este garito nos lo habían
recomendado las Ladies por oídas, ya que según decían, ellas nunca
salían por ahí, sino que montaban las fiestas en casa. En el Dance
Planet no nos pusieron ninguna pega para entrar, pagamos los 100 leus =
6.5 € por la tarjeta para consumir y entramos en un garito que por muy
increíble que parezca consiguió sorprender a la expedición aluchina.

La apariencia del
Dance Planet es la de una discoteca cualquiera de Madrid, con la
diferencia de que en este lugar se hace una especial promoción de la
mujer de Moldavia (baños con grandes murales de chicas moldavas, go –
go´s como dios las trajo al mundo, mayor proporción de chicas que de
chicos, etc…), y es que la belleza de sus mujeres es, junto al vino, el
principal recurso del país más pobre del continente, una nación a la que
sólo unos pocos sabrían localizar en un mapa y sacar partido. Decir
también que la Dj, también estaba como dios la trajo al mundo, pero como
todo son mujeres pues nadie la mira y ella tan tranquila.
Después de tomarnos
unas cuantas cervezas y echarnos unos bailes, volvimos a casa de las
couchsurfers y caímos rendidos como oseznos, Chema y Chule en el colchón
del suelo habilitado para la ocasión, y un servidor en el sofá con el
cuello tronchadisísimo. Decir también que esa habitación parecía el
confesionario de Gran Hermano, un sillon y unos adornos que daban mucho
el pego.
