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20 de Agosto – De Kathmandú a Calcuta, regreso a la India

21 de Agosto - Calcuta, la ciudad de los voluntarios

22 de Agosto - De vuelta a casa

 

Por otro lado se contará la otra expedición que tubo lugar al país cercano de Bangladesh.

20 de Agosto – De Kathmandú a Calcuta, regreso a la India

De nuevo con mucha tranquilidad nos despertamos por la mañana y decidimos ir a desayunar en uno de los cafés que recomienda la Lonely, el Café Helena’s, en la zona de Thamel de nuevo. Lo atractivo de este lugar a parte de los estupendos y abundantes desayunos que tienen a base de tartas caseras, huevos y demás ligeros tentempiés, es que es todo un edificio de varias plantas y puedes sentarte en la terraza del último piso donde las vistas son cuanto menos curiosas.

Sin embargo, antes de desayunar pasamos por las oficinas de una ONG que habíamos visto en la misma calle de nuestro hotel. Amics del Nepal, fundada por catalanes, es una de tantas ONGs que trabajan en Nepal y que dan apoyo y ayuda a los niños y niñas nepalís colaborando con los centros de acogida y aportando recursos a las familias más pobres. Allí dejamos casi toda la ropa que llevábamos, los juguetes que aun no habíamos repartido, lápices y caramelos.

Después del desayuno agotamos las últimas horas en Nepal dando una vuelta y sobre las 2 de la tarde volvimos al hotel para recoger nuestras maletas y pillar un taxi para el aeropuerto.

El trayecto fue relativamente corto y llegamos al aeropuerto con tiempo para realizar todo el papeleo necesario para poder salir del país, visados y demás. El aeropuerto de Katmandú (el Tribhuvan International Airport) es bastante pequeño con alguna tienda para comer algo pero poco más. Tras pasar las colas de los controles de documentos y de mochilas de mano, bastante exhaustivos como habíamos vivido ya en India, esperamos tomándonos algo en una pequeña sala a pie de pistas.

A la hora del embarque había bastante lío ya que otro vuelo había sido anulado y algunos pasajeros buscaban sus maletas entre el montón para poder facturarlas de nuevo y salir con el nuestro. Todo esto en plena pista, entre la cola de pasajeros que esperaban embarcar con el vuelo a Calcuta. Otra vez, en las escalerillas de acceso al avión volvieron a registrarnos y abrirnos las mochilas sacando todo el contenido minuciosamente por lo que el embarque fue eterno.

Cuando compramos los billetes en Goa nos resultaron un poco caros (unos 100€) al cambio, pero vista la situación y lo negro que nos lo pintaron ya que según la agencia no había nada más optamos por cogerlos. En ese momento entendimos la causa de ese precio, volvíamos a viajar en first class!! Un zumito y un zumbido potente como música de fondo nos fueron amenizando el viaje de vuelta a la India.

La llegada a Calcuta nos devolvió al hacinamiento y el caos que habíamos dejado de lado al cruzar la frontera nepalí. Coches por todas partes sin ningún tipo de orden, taxis agolpados a las puertas del aeropuerto. Compartiendo taxi con un francés y una extremeña que habíamos conocido en el avión, pusimos rumbo a Sudden St. el barrio más famoso de Calcuta para los extranjeros por se el lugar de alojamiento de los voluntarios, muy numerosos en verano en la ciudad.

La primera opción fue ir al hostal Paragon”(Paragon, 2 Stuart Lane ( 244 2445) (below $5)), sugerido por unos voluntarios españoles que encontramos por las calles de Bhaktapur unos días antes, donde nos informaron de que les quedaban algunas habitaciones individuales y dobles disponibles. La oferta no era de lo más acogedora, especialmente después de la tranquilidad y confort de los que habíamos disfrutado en Nepal pero al fin y al cabo se trataba de buscar un sitio para una única noche… El francés no lo dudó e invirtió en una de las individuales que nos habían mostrado. La chica Extremeña no estaba nada convencida ya que tratándose de su última noche del viaje le apetecía darse un homenaje y dormir en algo con mayor nivel.

Mientras nos decidíamos, un chico español se ofreció a ayudarnos a buscar algún otro sitio ya que él llevaba tres veranos yendo a Calcuta y conocía las ofertas hoteleras de la zona. Pablo (así se llamaba este abogado catalán enamorado de la India) negoció con el dueño del Paragon que nos dejara dejar las maletas en la recepción y nos hizo de guía.

Primero nos acompañó a una casa de cambio donde nos deshicimos de la moneda nepalí que nos quedaba (no fue una gran operación financiera pero algo le sacamos a los billetes nepalís). Después fue hablando con los recepcionistas de varios hoteles para que nos mostraran sus habitaciones disponibles. La chica se decidió por una habitación nada acogedora pero que tenía aire acondicionado (por un precio bastante considerable) y volvimos al Paragon: nosotros para instalarnos allí (no nos había convencido nada) y ella a por su equipaje.

Casi sin tiempo para sacar las pocas cosas que necesitaríamos para esa noche nos fuimos a buscar algún sitio para cenar ya que era tarde y no habíamos comido nada en condiciones desde la mañana en Kathmandú. Encontramos un pequeño local a pocas calles del Paragon donde nos sirvieron unos noodels y unas tortillas acompañadas con lassis de plátano que nos supieron buenísimos.

Agotados del día, nos dimos una ducha y nos acostamos pronto para poder aprovechar al día siguiente al máximo las pocas horas que teníamos para visitar la ciudad.

 

21 de Agosto - Calcuta, la ciudad de los voluntarios

Calcuta (hoy rebautizada nacionalmente como Kolkata) fue una completa creación de los británicos y por ello es la ciudad de la India donde más se observa la influencia del país colonizador y la ausencia de edificios notables anteriores al siglo XVIII, época en que empezó a prosperar, siguiendo los intereses comerciales de la Compañía de las Indias Orientales y los vaivenes políticos Gobierno colonial.

Al principio sólo había allí tres aldeas (una de ellas, Kalikata, proporcionó el nombre) y un gran río, el Hooghly (Hugli en español). La orilla izquierda es la que no se visita, aunque el viajero que llegue en tren es la primera que pisa, y las zonas importantes del margen derecho se extienden todas en torno al gran parque conocido como el Maidan, donde está el antiguo Fuerte William de las tropas inglesas.

Los ingleses abandonaron Calcuta a su suerte en 1911, cuando la capitalidad del Raj fue trasladada a Delhi. Deentonces data, según los más nostálgicos lugareños, el comienzo de su decadencia, o al menos de su convulsa fama. Gobernada por la izquierda, sacudida por los frecuentes asaltos de la guerrilla maoísta y el flujo masivo de refugiados de la cercana Bangladesh, saneada sin duda en los últimos años (y parece innegable en ese sentido la labor de los centros de acogida de la Madre Teresa), Calcuta se distingue en un país tan piadoso como la India por su predominio laico (apenas se ven templos de cualquier religión).

A primera hora de la mañana,  sin poder dormir por el calor que hacía y por el barullo en el Paragon, hicimos el equipaje que dejamos encadenado en una de las estanterías metálicas que hacían las veces de taquilla en el hostal y nos lanzamos a descubrir Calcuta.

La primera parada fue en el mismo restaurante de la noche anterior para desayunar algo y luego tomamos Chowringhee Road hacia St. Paul’s Cathedral , pasando por delante del Indian Museum al que decidimos no entrar ya que contábamos con poco tiempo para visitar la ciudad.

Construida entre 1839 y 1847, la catedral de Sant Paul es una de las más importantes iglesias en la India. Es de estilo neogótico y fue parcialmente destruida después de dos terremotos tras lo cual fue rediseñada y reconstruida. Al lado se hallan la Academia de Bellas Artes con una excelente muestra de arte moderno bengalí y el Rabindra Sadan, una sala de conciertos en la que durante todo el año hay actuaciones. También cercanos se encuentran el Planetario Birla, uno de los mayores del mundo.

Yendo en dirección al río y a escasos metros de la catedral nos encontramos con el Victoria Memorial, un complejo arquitectónico colonial que ha sobrevivido a la nacionalización de todos los aspectos de la vida hindú  desde su independencia hace más de 60 años. Orgullo de la ciudad, el edificio en mármol blanco y sus jardines colindantes son una curiosa mezcla de estilos. Tras más de treinta años de intentos de cambiarle el nombre, sigue conservando su denominación colonial. Apurados por el tiempo nos decidimos por dar un paseo por los jardines del edificio ( 4 Rs para los no hindúes) para poder contemplarlo bien desde fuera sin entrar en él.

 

Remontando la orilla del río Hooghly de camino al Fuete William nos encontramos con un amable señor que entabló conversación con nosotros. Se interesó de lo que habíamos visitado de su país y le encantó que hubiéramos estado en Varanasi, su ciudad natal. Él, por su parte, nos comentó que era un ingeniero que se había trasladado a Calcuta por motivo de un nuevo trabajo y que se alojaba por el momento en casa de un familiar. La verdad es que era un señor bastante mayor (aparentaba unos 60 aunque igual rondaba realmente los 40) y podría ser todo una historia inventada pero el caso es que de una manera muy sutil se ofreció a acompañarnos alegando que aun no habia comenzado el nuevo trabajo y que se dedicaba a pasear por la ciudad. Con él fuimos a ver los ghats del Hooghly y el Fuerte Williams.  Esta construcción, finalizada en 1781, está rodeada por sólidas murallas y profundos fosos. No se puede visitar el interior a menos que se cuente con un permiso especial ya que actualmente es una sede militar.

Acabando el paseo con nuestro improvisado guía, nos acercamos a unos jardines al norte del fuerte William y a orillas del río (el Millenium Park) desde donde se observaban (según nuestro amigo) las mejores vistas de una de las imágenes emblemáticas de Calcuta, el Puente Howrah. Finalizado durante la Segunda Guerra Mundial (1943), el puente sustituyó a una plataforma flotante que unía las ciudades de Howrah (margen occidental) con Calcuta (margen oriental). Aunque en 1965 el nombre del puente se cambió por el de Rabindra Setu (en honor a un célebre poeta hindú), sigue conociéndose por Howrah Bridge.

Tras un descanso en los jardines (para algo habíamos invertido 5 Rs por persona para entrar), nos despedimos del (supuesto) ingeniero al que agradecimos sus informaciones con una buena propina y nos dirigimos hacia Sudden St. para intentar realizar unas últimas compras y terminar las rupias que aún nos quedaban. Aunque pueda resultar sorprendente fue imposible!! Comercios de baratijas con ropas y accesorios que parecían sacados de los establecimientos chinos a los que estamos acostumbrados en España. Totalmente desesperados ante la barrera a nuestro consumismo desatado volvimos hacia el Paragon para comer algo y salir rumbo al aeropuerto doméstico de Calcuta al que aun no habíamos decidido como ir.

Decidimos entrar en el Jojo’s un restaurante ( 30A, Free School St , Calcutta  Ph.#2457637) en la misma calle del Paragon donde no había mucha gente y prometieron tardar poco en servirnos.  Al acabar nos acercamos a una pareja sentada detrás de nosotros que parecían locales para preguntarles cual era la mejor manera de llegar al aeropuerto en tiempo y dinero.

Resultó que la chica vivía al lado y se ofreció a compartir taxi con nosotros. La idea resultó ser clave para el viaje de vuelta! Resultó que el atasco en Calcuta era monumental y el hecho de que ella fuera azafata ayudó a que el embarque, aun con el tiempo justo, fuera sin problemas. Además nos ayudó a cambiar las rupias que no habíamos podido gastarnos pese a nuestros esfuerzos.

Agotados y agradeciendo la calma del avión, comenzamos realmente la vuelta a Madrid con el primero de los tres aviones que debíamos tomar en dos días.  Tras una escala en Hyderabad y tres horas de viaje, aterrizábamos en Bombay (aeropuerto doméstico). Con un servicio de autobús del mismo aeropuerto llegamos al aeropuerto internacional donde nos quedaban 10 horas para coger el vuelo rumbo a Moscú.

 

22 de Agosto - De vuelta a casa

La noche en el Chhatrapati Shivaji International Airport fue larga, pero si a algo nos habíamos acostumbrado durante el viaje era a pasar largos periodos de tiempo en sitios más bien incómodo... Así que nos hicimos fuertes en un rinconcito del hall y esperamos durmiendo, leyendo y charlando a que se abrieran los mostradores de Aeroflot para facturar nuestras maletas. Extrañábamos la compañía del populoso y ruidoso grupo de viajeros que nos habían acompañado hasta hacía unos días.

Perros viejos en el arte de fichar las filas de asientos libres, en cuanto se cerraron las puertas del avión nos dispusimos estratégicamente para acaparar el espacio suficiente cada uno y pasar el vuelo descansando a nuestras anchas.

Llegamos al aeropuerto de Moscú, que ya nos era familiar. Entre la menor duración de esta escala (en comparación con las trece horas de la ida era una tontería) y lo que tardaron las militares rusas en chequear nuestros pasaportes, apenas estuvimos unas dos horas paseando por la austera terminal.  Unas coca colas (el presupuesto no daba para mucho más) y algún vistazo por el duty free nos hicieron la espera más llevadera.

Poco después cogíamos puntualmente el vuelo a Madrid donde aterrizamos a las diez de la noche, hora española, lo justo para llegar a casa y dormir unas horas, antes de levantarse para afrontar el primer día de curro (exprimimos hasta las últimas horas de vacaciones que teníamos!). Menos mal que era viernes y agosto… Un buen día para pasarlo relatando a los compañeros de trabajo nuestra mística aventura...

Las impresiones que nos llevamos del viaje son realmente difíciles de expresar en pocas palabras, si es que las palabras fuesen suficiente... La India quedará a partir de ahora grabada, no en nuestra lista de países visitados, sino en la de mundos descubiertos; porque en realidad, no se parece a nada de lo que conocíamos hasta entonces, y dudo mucho que veamos en nuestra vida algo similar Se trata de un lugar mágico, a la vez que penoso... Extraño, a la par que acogedor... Delicioso, pero duro...Sucio, pero a la vez puro… Colorido, pero con fondo gris... Alegre y vivaz, pero a la vez enfermo y deprimente... Rico en gentes, pero muy pobre en recursos... Selva, pero también desierto... Por ello, alguien dijo alguna vez “de todo lo que te cuenten de la India, lo contrario también es verdad”.

Nepal nos guardó un final de viaje idóneo tras cruzar la península del Indostán de sur a norte. Es menos sucio, menos caótico y menos ruidoso que su país vecino (o al menos esa es la impresión que nos ofreció). Aquí, tierra y cielo quedan unidos por gigantescas montañas. El Everest y los Annapurnas son los más laureados, pero cabe recordar que en este pequeño país o en sus fronteras encontramos 8 de los 10 picos más altos de nuestro planeta; por ello, el trekking y el montañismo son el foco turístico, aunque no hay que olvidar los maravillosos parques nacionales que allí se pueden visitar. Durante nuestra estancia, las nubes del monzón quedaron ancladas en esas imponentes paredes de piedra, haciendo imposible si quiera su avistamiento. Por ello, en la mente de todos, queda volver a visitar estas tierras, eso sí, en condiciones meteorológicas más adecuadas...

Sin duda, son lugares que todo el mundo debería visitar en persona... No vale verlo por la tele, leer sobre su cultura o que te lo cuenten. Hay que ir. Y para ello, se necesita estar preparado para lo que se va a ver, oír, oler, tocar y degustar, porque los sentidos se expanden y la mente cambia. La realidad, mejor dicho, nuestra realidad, queda atrás dejando paso a una nueva, que discurre en paralelo a nuestra cómoda existencia. A la vuelta, nuestros problemas (o lo que nosotros pensamos que lo son) se empequeñecen e intentamos ser mejor personas... Pero el ser humano es egoísta y olvidadizo por naturaleza, y si no permaneces en guardia, los recuerdos de lo que viste y viviste aquella vez que estuviste en aquellas lejanas tierras se disuelven rápidamente en tu rutina occidental.

Por todo ello, recomendamos visitar la India y Nepal (y por extensión, cualquier país o cultura diferente a la de uno mismo) de forma independiente, las agencias sólo te muestran lo que quieren enseñar; la riqueza de la India y de Nepal está en sus gentes y no tanto en su patrimonio y calles, que también...Si no te mezclas con las personas y los transeúntes de las populosas ciudades indias, si no charlas amistosamente con los guías y porteadores nepalíes, si no comes lo que ellos comen y no intentas comprender y respetar su cultura, nunca conocerás su país... Si te limitas a subir y bajar de un frío autobús en cada parada turística y pasar las horas muertas en tu hotel de 5 estrellas, volverás a tu hogar con la impresión de haber presenciado otro documental más de la 2, esta vez en alta definición pero vacío de sensaciones, y por muchas fotografías que tomes los recuerdos serán borrosos...

Parece increíble como un viaje de estas características pudo salir tan bien con un grupo formado de una veintena de viajeros; desde luego, dirigir a ese número de gente, buscar alojamiento, plazas en los trenes y autobuses, y sobre todo, que todos estuvieran a gusto, no fue tarea fácil... Diversas dificultades surgieron en el camino, sobre todo enfermedades de muchos de los miembros, pero con positividad y ante todo, grandes dosis de buen humor, salimos adelante y llegamos donde nos propusimos. La individualidad quedó atrás para hacer realidad un sueño común, que algunos habíamos alimentado desde nuestra más tierna infancia...

 

 

 Escrito por:  Maria García Alegre y Roberto Zafra Yubero. 

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