Por otro lado se contará la otra expedición que
tubo lugar al país cercano de Bangladesh.
20
de Agosto – De Kathmandú a Calcuta, regreso a la India
De
nuevo con mucha tranquilidad nos despertamos por la mañana y decidimos
ir a desayunar en uno de los cafés que recomienda la Lonely, el
Café
Helena’s, en la zona de Thamel de nuevo. Lo atractivo de este lugar a
parte de los estupendos y abundantes desayunos que tienen a base de
tartas caseras, huevos y demás ligeros tentempiés, es que es todo un
edificio de varias plantas y puedes sentarte en la terraza del último
piso donde las vistas son cuanto menos curiosas.
Sin embargo, antes de desayunar pasamos por las oficinas de una ONG que
habíamos visto en la misma calle de
nuestro hotel.
Amics del Nepal,
fundada por catalanes, es una de tantas ONGs que trabajan en Nepal y que
dan apoyo y ayuda a los niños y niñas nepalís colaborando con los
centros de acogida y aportando recursos a las familias más pobres. Allí
dejamos casi toda la ropa que llevábamos, los juguetes que aun no
habíamos repartido, lápices y caramelos.
Después del desayuno agotamos las últimas horas en Nepal dando una
vuelta y sobre las 2 de la tarde volvimos al hotel para recoger nuestras
maletas y pillar un
taxi para el
aeropuerto.
El
trayecto fue relativamente corto y llegamos al aeropuerto con tiempo
para realizar todo el papeleo necesario para poder salir del país,
visados y demás. El aeropuerto de Katmandú (el
Tribhuvan International
Airport) es bastante pequeño con alguna tienda para comer algo pero poco
más. Tras pasar las colas de los controles de documentos y de mochilas
de mano, bastante exhaustivos como habíamos vivido ya en India,
esperamos tomándonos algo en una pequeña sala a pie de pistas.
A
la hora del embarque había bastante lío ya que otro vuelo había sido
anulado y algunos pasajeros buscaban sus maletas entre el montón para
poder facturarlas de nuevo y salir con el nuestro. Todo esto en plena
pista, entre la cola de pasajeros que esperaban embarcar con el vuelo a
Calcuta. Otra vez, en las escalerillas de acceso al avión volvieron a
registrarnos y abrirnos las mochilas sacando todo el contenido
minuciosamente por lo que el embarque fue eterno.
Cuando compramos los billetes en
Goa nos resultaron un poco caros
(unos
100€) al cambio, pero vista la situación y lo negro que nos lo pintaron
ya que según la agencia no había nada más optamos por cogerlos. En ese
momento entendimos la causa de ese precio, volvíamos a viajar en first
class!! Un zumito y un zumbido potente como música de fondo nos fueron
amenizando el viaje de vuelta a la India.
La
llegada a Calcuta nos devolvió al hacinamiento y el caos que habíamos
dejado de lado al cruzar la frontera nepalí. Coches por todas partes sin
ningún tipo de orden, taxis agolpados a las puertas del aeropuerto.
Compartiendo taxi con un francés y una extremeña que habíamos conocido
en el avión, pusimos rumbo a Sudden St. el barrio más famoso de
Calcuta para los extranjeros por se el lugar de alojamiento de los voluntarios,
muy numerosos en verano en la ciudad.
La
primera opción fue ir al hostal
“Paragon”(Paragon,
2 Stuart Lane ( 244 2445) (below
$5)), sugerido por unos voluntarios
españoles que encontramos por las calles de
Bhaktapur unos días antes,
donde nos informaron de que les quedaban algunas habitaciones
individuales y dobles disponibles. La oferta no era de lo más acogedora,
especialmente después de la tranquilidad y confort de los que habíamos
disfrutado en Nepal pero al fin y al cabo se trataba de buscar un sitio
para una única noche… El francés no lo dudó e invirtió en una de las
individuales que nos habían mostrado. La chica Extremeña no estaba nada
convencida ya que tratándose de su última noche del viaje le apetecía
darse un homenaje y dormir en algo con mayor nivel.
Mientras nos decidíamos, un chico español se ofreció a ayudarnos a
buscar algún otro sitio ya que él llevaba tres veranos yendo a Calcuta y
conocía las ofertas hoteleras de la zona. Pablo (así se llamaba este
abogado catalán enamorado de la India) negoció con el dueño del Paragon
que nos dejara dejar las maletas en la recepción y nos hizo de guía.
Primero nos acompañó a una casa de cambio donde nos deshicimos de la
moneda nepalí que nos quedaba (no fue una gran operación financiera pero
algo le sacamos a los billetes nepalís). Después fue hablando con los
recepcionistas de varios hoteles para que nos mostraran sus habitaciones
disponibles. La chica se decidió por una habitación nada acogedora pero
que tenía aire acondicionado (por un precio bastante considerable) y
volvimos al Paragon: nosotros para instalarnos allí (no nos había
convencido nada) y ella a por su equipaje.
Casi sin tiempo para sacar las pocas cosas que necesitaríamos para esa
noche nos fuimos a buscar algún sitio para cenar ya que era tarde y no
habíamos comido nada en condiciones desde la mañana en Kathmandú.
Encontramos un pequeño local a pocas calles del Paragon donde nos
sirvieron unos noodels y unas tortillas acompañadas con
lassis de
plátano que nos supieron buenísimos.
Agotados del día, nos dimos una ducha y nos acostamos pronto para poder
aprovechar al día siguiente al máximo las pocas horas que teníamos para
visitar la ciudad.
21 de
Agosto - Calcuta, la ciudad de los voluntarios
Calcuta (hoy rebautizada nacionalmente como Kolkata) fue una completa
creación de los británicos y por ello es la ciudad de la India donde más
se observa la influencia del país colonizador y la ausencia de edificios
notables anteriores al siglo XVIII, época en que empezó a prosperar,
siguiendo los intereses comerciales de la Compañía de las Indias
Orientales y los vaivenes políticos Gobierno colonial.
Al
principio sólo había allí tres aldeas (una de ellas,
Kalikata,
proporcionó el nombre) y un gran río, el
Hooghly (Hugli en español). La
orilla izquierda es la que no se visita, aunque el viajero que llegue en
tren es la primera que pisa, y las zonas importantes del margen derecho
se extienden todas en torno al gran parque conocido como el Maidan,
donde está el antiguo Fuerte William de las tropas inglesas.
Los ingleses abandonaron Calcuta a su suerte en 1911, cuando la
capitalidad del Raj fue trasladada a Delhi.
Deentonces data, según los
más nostálgicos lugareños, el comienzo de su decadencia, o al menos de
su convulsa fama. Gobernada por la izquierda, sacudida por los
frecuentes asaltos de la guerrilla maoísta y el flujo masivo de
refugiados de la cercana Bangladesh, saneada sin duda en los últimos
años (y parece innegable en ese sentido la labor de los centros de
acogida de la
Madre Teresa), Calcuta se distingue en un país tan piadoso
como la India por su predominio laico (apenas se ven templos de
cualquier religión).
A
primera hora de la mañana, sin poder dormir por el calor que hacía y
por el barullo en el Paragon, hicimos el equipaje que dejamos encadenado
en una de las estanterías metálicas que hacían las veces de taquilla en
el hostal y nos lanzamos a descubrir Calcuta.
La
primera parada fue en el mismo restaurante de la noche anterior para
desayunar algo y luego tomamos Chowringhee Road hacia St. Paul’s
Cathedral , pasando por delante del
Indian Museum al que decidimos no
entrar ya que contábamos con poco tiempo para visitar la ciudad.
Construida entre 1839 y 1847, la catedral de Sant Paul es una de las más
importantes iglesias en la India. Es de estilo neogótico y fue
parcialmente destruida después de dos terremotos tras lo cual fue
rediseñada y reconstruida. Al lado se hallan la Academia de Bellas Artes
con una excelente muestra de arte moderno bengalí y el
Rabindra Sadan,
una sala de conciertos en la que durante todo el año hay actuaciones.
También cercanos se encuentran el
Planetario Birla, uno de los mayores
del mundo.
Yendo en dirección al río y a escasos metros de la catedral nos
encontramos con el
Victoria Memorial, un complejo arquitectónico
colonial que ha sobrevivido a la nacionalización de todos los aspectos
de la vida hindú desde su independencia hace más de 60 años. Orgullo de
la ciudad, el edificio en mármol blanco y sus jardines colindantes son
una curiosa mezcla de estilos. Tras más de treinta años de intentos de
cambiarle el nombre, sigue conservando su denominación colonial.
Apurados por el tiempo nos decidimos por dar un paseo por los jardines
del edificio (
4 Rs para los no hindúes) para poder contemplarlo bien
desde fuera sin entrar en él.
Remontando la orilla del río
Hooghly de camino al Fuete William nos
encontramos con un amable señor que entabló conversación con nosotros.
Se interesó de lo que habíamos visitado de su país y le encantó que
hubiéramos estado en Varanasi, su ciudad natal. Él, por su parte, nos
comentó que era un ingeniero que se había trasladado a Calcuta por
motivo de un nuevo trabajo y que se alojaba por el momento en casa de un
familiar. La verdad es que era un señor bastante mayor (aparentaba unos
60 aunque igual rondaba realmente los 40) y podría ser todo una historia
inventada pero el caso es que de una manera muy sutil se ofreció a
acompañarnos alegando que aun no habia comenzado el nuevo trabajo y que
se dedicaba a pasear por la ciudad. Con él fuimos a ver los ghats del
Hooghly y el Fuerte Williams. Esta construcción, finalizada en 1781,
está rodeada por sólidas murallas y profundos fosos. No se puede visitar
el interior a menos que se cuente con un permiso especial ya que
actualmente es una sede militar.
Acabando el paseo con nuestro improvisado guía, nos acercamos a unos
jardines al norte del fuerte William y a orillas del río (el Millenium
Park) desde donde se observaban (según nuestro amigo) las mejores vistas
de una de las imágenes emblemáticas de Calcuta, el
Puente Howrah.
Finalizado durante la Segunda Guerra Mundial (1943), el puente sustituyó
a una plataforma flotante que unía las ciudades de
Howrah (margen
occidental) con Calcuta (margen oriental). Aunque en 1965 el nombre del
puente se cambió por el de
Rabindra Setu (en honor a un célebre poeta
hindú), sigue conociéndose por
Howrah Bridge.
Tras un descanso en los jardines (para algo habíamos invertido
5 Rs por
persona para entrar), nos despedimos del (supuesto) ingeniero al que
agradecimos sus informaciones con una buena propina y nos dirigimos
hacia Sudden St. para intentar realizar unas últimas compras y terminar
las rupias que aún nos quedaban. Aunque pueda resultar sorprendente fue
imposible!! Comercios de baratijas con ropas y accesorios que parecían
sacados de los establecimientos chinos a los que estamos acostumbrados
en España. Totalmente desesperados ante la barrera a nuestro consumismo
desatado volvimos hacia el Paragon para comer algo y salir rumbo al
aeropuerto doméstico de Calcuta al que aun no habíamos decidido como ir.
Decidimos entrar en el
Jojo’s, un restaurante
(
30A, Free School St , Calcutta
Ph.#2457637)
en la misma calle del
Paragon donde no había mucha gente y prometieron tardar poco en
servirnos. Al acabar nos acercamos a una pareja sentada detrás de
nosotros que parecían locales para preguntarles cual era la mejor manera
de llegar al aeropuerto en tiempo y dinero.
Resultó que la chica vivía al lado y se ofreció a compartir taxi con
nosotros. La idea resultó ser clave para el viaje de vuelta! Resultó que
el atasco en Calcuta era monumental y el hecho de que ella fuera azafata
ayudó a que el embarque, aun con el tiempo justo, fuera sin problemas.
Además nos ayudó a cambiar las rupias que no habíamos podido gastarnos
pese a nuestros esfuerzos.
Agotados y agradeciendo la calma del avión, comenzamos realmente la
vuelta a Madrid con el primero de los tres aviones que debíamos tomar en
dos días. Tras una escala en
Hyderabad y tres horas de viaje,
aterrizábamos en Bombay (aeropuerto doméstico). Con un servicio de
autobús del mismo aeropuerto llegamos al aeropuerto internacional donde
nos quedaban 10 horas para coger el vuelo rumbo a Moscú.
22 de Agosto - De vuelta a
casa
La
noche en el
Chhatrapati Shivaji International Airport fue larga, pero si
a algo nos habíamos acostumbrado durante el viaje era a pasar largos
periodos de tiempo en sitios más bien incómodo... Así que nos hicimos
fuertes en un rinconcito del hall y esperamos durmiendo, leyendo y
charlando a que se abrieran los mostradores de
Aeroflot para facturar
nuestras maletas. Extrañábamos la compañía del populoso y ruidoso grupo
de viajeros que nos habían acompañado hasta hacía unos días.
Perros viejos en el arte de fichar las filas de asientos libres, en
cuanto se cerraron las puertas del avión nos dispusimos estratégicamente
para acaparar el espacio suficiente cada uno y pasar el vuelo
descansando a nuestras anchas.
Llegamos al aeropuerto de Moscú, que ya nos era familiar. Entre la menor
duración de esta escala (en comparación con las
trece horas de la ida
era una tontería) y lo que tardaron las militares rusas en chequear
nuestros pasaportes, apenas estuvimos unas dos horas paseando por la
austera terminal. Unas coca colas (el presupuesto no daba para mucho
más) y algún vistazo por el duty free nos hicieron la espera más
llevadera.
Poco después cogíamos puntualmente el vuelo a Madrid donde aterrizamos a
las
diez de la noche, hora española, lo justo para llegar a casa y
dormir unas horas, antes de levantarse para afrontar el primer día de
curro (exprimimos hasta las últimas horas de vacaciones que teníamos!).
Menos mal que era viernes y agosto… Un buen día para pasarlo relatando a
los compañeros de trabajo nuestra mística aventura...
Las impresiones que nos llevamos del viaje son realmente difíciles de
expresar en pocas palabras, si es que las palabras fuesen suficiente...
La India quedará a partir de ahora grabada, no en nuestra lista de
países visitados, sino en la de mundos descubiertos; porque en realidad,
no se parece a nada de lo que conocíamos hasta entonces, y dudo mucho
que veamos en nuestra vida algo similar Se trata de un lugar mágico, a
la vez que penoso... Extraño, a la par que acogedor... Delicioso, pero
duro...Sucio, pero a la vez puro… Colorido, pero con fondo gris...
Alegre y vivaz, pero a la vez enfermo y deprimente... Rico en gentes,
pero muy pobre en recursos... Selva, pero también desierto... Por ello,
alguien dijo alguna vez “de todo lo que te cuenten de la India, lo
contrario también es verdad”.
Nepal nos guardó un final de viaje idóneo tras cruzar la península del
Indostán de sur a norte. Es menos sucio, menos caótico y menos ruidoso
que su país vecino (o al menos esa es la impresión que nos ofreció).
Aquí, tierra y cielo quedan unidos por gigantescas montañas. El Everest
y los Annapurnas son los más laureados, pero cabe recordar que en este
pequeño país o en sus fronteras encontramos 8 de los 10 picos más altos
de nuestro planeta; por ello, el trekking y el montañismo son el foco
turístico, aunque no hay que olvidar los maravillosos parques nacionales
que allí se pueden visitar. Durante nuestra estancia, las nubes del
monzón quedaron ancladas en esas imponentes paredes de piedra, haciendo
imposible si quiera su avistamiento. Por ello, en la mente de todos,
queda volver a visitar estas tierras, eso sí, en condiciones
meteorológicas más adecuadas...
Sin duda, son lugares que todo el mundo debería
visitar en persona... No
vale verlo por la tele, leer sobre su cultura o que te lo cuenten. Hay
que ir. Y para ello, se necesita estar preparado para lo que se va a
ver, oír, oler, tocar y degustar, porque los sentidos se expanden y la
mente cambia. La realidad, mejor dicho, nuestra realidad, queda atrás
dejando paso a una nueva, que discurre en paralelo a nuestra cómoda
existencia. A la vuelta, nuestros problemas (o lo que nosotros pensamos
que lo son) se empequeñecen e intentamos ser mejor personas... Pero el
ser humano es egoísta y olvidadizo por naturaleza, y si no permaneces en
guardia, los recuerdos de lo que viste y viviste aquella vez que
estuviste en aquellas lejanas tierras se disuelven rápidamente en tu
rutina occidental.
Por todo ello, recomendamos
visitar la India y Nepal (y por extensión,
cualquier país o cultura diferente a la de uno mismo) de forma
independiente, las agencias sólo te muestran lo que quieren enseñar; la
riqueza de la India y de Nepal está en sus gentes y no tanto en su
patrimonio y calles, que también...Si no te mezclas con las personas y los
transeúntes de las populosas ciudades indias, si no charlas
amistosamente con los guías y porteadores nepalíes, si no comes lo que
ellos comen y no intentas comprender y respetar su cultura, nunca
conocerás su país... Si te limitas a subir y bajar de un frío autobús en
cada parada turística y pasar las horas muertas en tu hotel de 5
estrellas, volverás a tu hogar con la impresión de haber presenciado
otro documental más de la 2, esta vez en alta definición pero vacío de
sensaciones, y por muchas fotografías que tomes los recuerdos serán
borrosos...
Parece increíble como un viaje de estas características pudo salir tan
bien con un grupo formado de una veintena de viajeros; desde luego,
dirigir a ese número de gente, buscar alojamiento, plazas en los trenes
y autobuses, y sobre todo, que todos estuvieran a gusto, no fue tarea
fácil... Diversas dificultades surgieron en el camino, sobre todo
enfermedades de muchos de los miembros, pero con positividad y ante
todo, grandes dosis de buen humor, salimos adelante y llegamos donde nos
propusimos. La individualidad quedó atrás para hacer realidad un sueño
común, que algunos habíamos alimentado desde nuestra más tierna
infancia...
Escrito
por: Maria García Alegre y Roberto Zafra Yubero.