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12 de Agosto - Benarés, la ciudad de la muerte

13 de Agosto – Navegación en el Ganges y rumbo a Nepal

14 de Agosto - Pokhara y la pagoda de la paz

15 de Agosto - Ascensión al Sarangkot

 

12 de Agosto - Benarés, la ciudad de la muerte

La rutina la conocíamos de sobra: llegada a primera hora a la estación, ricksaws y a por un sitio donde poder dormir esa noche en condiciones y precios adecuados. Esa mañana el tema transporte se nos complicó un poco… Pero decididos a no dejarnos “timar”, tras algunas discusiones con conductores algo más “espabilaos” pudimos llegar a la zona donde más o menos nos habían indicado que estaban los gaths más interesantes, dispuestos a encontrar un alojamiento barato a orillas de Ganges donde pasar la noche.

Benarés (nombre oficial Varanasi) es una ciudad de unos 2.000.000 de habitantes en el estado de Uttar Pradesh en la India. Situada a orillas del río Ganges, es la ciudad santa del hinduismo. Conocida también con el nombre de Kaasi que significa “ciudad de la luz”, Benarés debe su nombre actual a su situación geográfica, entre los ríos Varana y Así.

Ciudad santa hace más de tres mil años, época en la que era un centro religioso dedicada al dios Sol, la ciudad sufrió un importante saqueo por parte de tropas provenientes de Afganistán en 1300. Posteriormente, Benarés fue atacada por el emperador mogol Aurangzeb que, en el siglo XVII, pretendía acabar con el hinduismo. La ciudad sobrevivió ambos ataques, aunque la mayoría de los templos y edificios fueron destruidos.

En la actualidad, Benarés está considerada la ciudad más sagrada y el principal punto de peregrinaje para los hinduistas. La categoría de ciudad santa proviene de la creencia de que una de las cinco cabezas del dios Brahma consiguió descansar al llegar a esta ciudad. Además, según el hinduismo, la mano izquierda de Sati, una de las reencarnaciones del dios Shiva cayó en Benarés. Cada una de estas divinidades tiene su propio templo en la ciudad.

Según el hinduismo, todo aquel que muera en Benarés o a menos de sesenta kilómetros de la ciudad, queda liberado del ciclo de las reencarnaciones y entra directamente en el Nirvana. Los baños en el río Ganges se consideran también como purificadores de los pecados. Además, todo hinduista la debe visitar por lo menos una vez en la vida. (Algunos aluchinos lo probamos y no eramos hinduistas).

Todas estas creencias han convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar sus últimos días en este enclave santo. Numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos se alinean a lo largo del Ganges. La orilla del río es también el centro de los crematorios de la ciudad.

El principal destino de los peregrinos que visitan la ciudad son los gaths, nombre que reciben las escaleras de piedra que descienden hasta el Ganges. Al amanecer, se puede ver a hombres y mujeres realizando sus baños purificadores en el río a la vez que rinden tributo al dios del Sol, Surya. Cada una de estas escalinatas, construidas en el siglo XVIII, tiene un nombre y una función especial. Los ghats de Manikarnika y Harishchandra son los crematorios principales. En el ghat de Panchaganga se cree que convergen cinco ríos sagrados. En total, la ciudad de Benarés cuenta con más de 100 ghats. Debido a la aglomeración de gente en su paso por esta ciudad el río Ganges cuenta con un importante grado de contaminación.

Tras mucho callejear y preguntar aquí y allá, nos decidimos por un “hotel” sobre el Ganges atraídos más por su localización que por su confort, que era más bien escaso. Para empezar, nos comunicaron que, a parte de los cortes de suministro de electricidad regulados por las autoridades de la ciudad, incapaces de soportar la enorme demanda que ésta tenía, el edificio era de “reciente construcción” por lo que aún carecían de generadores capaces de producir electricidad durante los cortes y mantener el suministro de manera constante. Sin electricidad nos podíamos ir olvidando también de tener agua corriente… En fin, las vistas eran estupendas! Nos encontrábamos en el Hannuman ghat, y desde la terraza nos asomábamos sobre el río sagrado.

Otra de las peculiaridades de la hostelería de esta ciudad (esta vez era algo generalizado) era que esos días había toque de queda a las 10 de la noche y antes de esa hora los huéspedes teníamos que estar de vuelta. Esto se debía a que esos días se celebraba una de las fiestas más importantes del país, la fiesta de Shiva: millones de tíos vestidos de naranja y portando varas con contenedores en los extremos se dirigían al Ganges para tomar agua sagrada y regresar con ella a su ciudad natal. Venían de todos los puntos de India y la masificación en Benarés era increíble, e incontrolable…

El paseo por la ciudad comenzó tomando fuerzas en un pequeño restaurante muy occidentalizado que encontramos cerca del hotel y donde dimos buena cuenta de un gran desayuno. Tras lo cual nos acercamos en bici-rickshaw a la zona de los gaths sagrados donde se hacen los ritos de las cremaciones. Durante todo el día y toda la noche, en estos puntos a orillas del Ganges, arden los restos mortales de hombres y mujeres, divididos por casta y condición económica. Unas doscientas cremaciones tienen lugar diariamente en Benarés, en sus dos enclaves funerarios. Los más pudientes son incinerados en el ghats principal, junto al templo dedicado a Shiva y Parvati. Sus cuerpos, transfigurados en ceniza tras haber quemado lentamente sobre un tálamo de leña, son arrojados al río, mientras sus almas teóricamente ya han ascendido al cielo en una nube de humo e incienso. Los más pobres, son “asados” en camillas de fogón eléctrico, en el otro ghat funerario.

Las cremaciones son un espectáculo silencioso y sereno, donde no se escuchan llantos ni lamentaciones (éstas impedirían el ascenso del alma difunta al cielo). Los muertos son acompañados en su último viaje por un cortejo exclusivamente masculino, pues se teme que las mujeres no sean capaces de reprimir su dolor. Dentro de este cortejo, los turistas son aceptados e incluso bienvenidos (los hindúes comprenden nuestra curiosidad e interés por sus ritos funerarios y se sienten halagados de que hayamos recorrido tantos kilómetros para presenciarlos), pero sus cámaras no son toleradas, al menos de manera “oficial”. Sin embargo, una vez allí, fueron numerosas las ofertas para llevarnos a puntos con vistas privilegiadas desde donde realizar alguna foto furtiva a cambio de pocas rupias. Quedamos estupefactos al contemplar como se consumían los cuerpos a pocos metros de nosotros... El olor era penetrante y desconocido, inolvidable...

Al final un guía improvisado nos llevó a un edificio de 2-3 pisos de altura con balcones sobre el gath desde donde teníamos una vista privilegiada y podíamos actuar discretamente. El edificio resultó ser un hospicio de gente anciana y enferma que emigra a Benarés para que la muerte le llegue en esa ciudad. Las "waiting room" nos dejaron perplejos, como puedes tumbarte con mas gente en una sala y esperar pacientemente a que la muerte venga a buscarte?

Tras pasar un largo rato observando el inquietante pero cautivador espectáculo del rito de las cremaciones hindúes, decidimos continuar el paseo a lo largo de la orilla del Ganges. Moviéndonos de un gath a otro, pudimos apreciar todo lo que el Ganges supone en la vida de los hindúes. Este río es origen de gran riqueza para la población y la gente centraliza su jornada entorno al enorme cauce de agua turbia y contaminada donde llevan a cabo sus purificaciones espirituales mediante las abluciones, donde se lavan, limpian sus ropas, juegan y realizan un sinfín de prácticas religiosas. (Dato: La cuenca del Ganges es muy fértil y, en 2005, uno de cada doce habitantes del mundo (un 8%) vivía en esta zona. Sin embargo, debido a la alta concentración de población la contaminación y la destrucción de diversos hábitats naturales han aumentado de forma alarmante en toda la zona).

De repente, a lo lejos, avistamos una gran masa de gente vestida de naranja, ya nos eran familiares. Habíamos visto más peregrinos vestidos por completo de naranja a lo largo de todo el viaje por las distintas ciudades que pasábamos, pero nunca en ese número. Desconocíamos que ese era uno de los puntos más importantes de ofrenda (pujas) y toma de agua. La tradición de la fiesta de Shiva marca una peregrinación al Ganges para tomar agua sagrada en unos pequeños recipientes que estos curiosos personajes llevan colgados en los extremos de unas varas de colores chillones apoyadas en sus hombros. Esa agua debe ser llevada de vuelta a sus pueblos natales, algunos a mucha distancia del caudaloso río. El bullicio y la curiosidad  tanto por nuestra parte como por la de ellos propiciaron que pasáramos mucho tiempo entretenidos en fotografiar el espectáculo, realizáramos nuestras ofrendas y charláramos con gente diversa. Nos hicimos muy amigos de unos niños muy sociables que nos explicaron parte de los rituales que se estaban llevando a cabo y curiosidades sobre sus tradiciones. Sin ninguna dificultad se ganaron a todo nuestro grupo. Al final, les dimos una buena propina por su simpatía.

El monzón había respetado bastante nuestra tarde por Benarés, pero tanta sequía ya no podía mantenerse y comenzó a diluviar. Encontramos una pequeña tiendita de refresco y dulces con unos bancos en el interior donde nos guarecimos y compramos cosas para beber y comer. El tendero estaba contentísimo y se mostró encantador. El grupo aprovechó para hacer unas llamadas en la cabina que había en la misma tienda y descubrimos un cibercafé en la acera de enfrente, donde aprovechamos para mirar los correos, descargar las fotos y leer periódicos españoles. En este momento apareció Palentino, recién llegado de Alemania, que venía a reforzar el menguado equipo y nos acompañaría de ahora en adelante.

La hora de volver al hotel se acercaba (teníamos toque de queda!), y el grupo se dividió para coger bicis rick-saw. Rober y yo nos subimos a uno tirado por un pobre hombre mayor que iba pasándose un pañuelo por la cara constantemente para poder secarse la mezcla de lluvia y sudor. Ese trayecto que no debió ser muy largo, nos pareció eterno. En más de una ocasión estuvimos a punto de bajarnos, pagar al buen hombre y seguir a pie, pero no teníamos ni idea de donde nos encontrábamos y las calles oscuras de Benarés bajo el diluvio no parecía una buena alternativa. Además en esas circunstancias nunca sabes bien cómo el hindú va a tomárselo…

El caso es que tras una eternidad, el señor nos dejó supuestamente en el gath que le habíamos indicado, le pagamos añadiendo una buena propina al precio que habíamos prefijado (para calmar nuestras conciencias, supongo) y se marchó dejándonos en un lugar a orillas del Ganges completamente sin luz y vacío de gente. Tardamos poco tiempo en darnos cuenta que ese no era el gath correcto. Preguntamos a alguno de los poco transeúntes que vimos, pero su escaso inglés, junto con nuestra pronunciación bastante deficiente del nombre del lugar, hizo que no consiguiéramos mucha orientación de hacia donde debíamos ir. Además carecíamos de cualquier tipo de mapa y desconocíamos el nombre de nuestro hotel no tanto por despiste nuestro, si no porque era tan nuevo que nos habían dicho que no tenía...

La odisea de llegar a nuestro hotel atravesando calles de Benarés marginales, completamente a oscuras y empapados por el monzón fue contrarreloj por la hora límite de las 10 de la noche que nos habían puesto. Aunque nuestro hotel no tenía nombre, nos habíamos quedado con alguno otro de sitios a los que habíamos ido a preguntar antes de llegar a él. Con esos puntos de referencia, junto con un mapa que conseguimos en un hotel donde nos miraron bastante mal cuando entramos a preguntar (debíamos llevar unas pintas desastrosas, empapados y llenos de barro) conseguimos llegar a un punto conocido desde donde desandar el camino que habíamos hecho esa misma tarde (nada fácil de recordar ya que había que callejear bastante desde la calle principal) y llegar al hotel.

Yo llegué con un susto tremendo, no sé si más agobiada por estar perdida en una ciudad desconocida y que en ese momento me pareció bastante hostil, o por la idea del toque de queda que me sonaba a conflicto armado. Rober se lo tomó con bastante más calma, consciente de que lo peor que podría haber pasado es que hubiéramos tenido que dormir en otro sitio y buscar al resto del grupo por la mañana con más calma.

Cuando aparecimos en el hotel, Irene, Javi y Sule se disponían a salir en nuestra búsqueda. Sin ganas de mucho más nos dimos un duchazo (había que aprovechar el don del agua corriente), comimos algo rápidamente y las chicas (es decir, Ire y yo) nos metimos en la cama mientras que los chicos tomaban unas copitas en la terraza.

 

13 de Agosto – Navegación en el Ganges y rumbo a Nepal

Nos despertamos casi de madrugada con la intención de remontar el Ganges buscando el momento álgido de las cremaciones en la ciudad. El día, sin embargo, amaneció completamente cubierto y con una neblina que poco animaba a disfrutar del paseo en barca. Aún así nos enfundamos en nuestros chubasqueros y fuimos en busca de la mejor oferta para disfrutar de ese “espectáculo”. Tomamos una barcaza tras regatear con el “patrón” el precio de la travesía (cómo no, los barqueros piden un precio bastante alto a los turistas extranjeros). Le pedimos que nos llevara hacia la orilla donde se estaban llevando a cabo las cremaciones, pero pasó de nosotros y nos dirigió a contracorriente pasando por gaths llenos de gente lavándose, lavando la ropa o practicando abluciones. Optamos por tomar otra barca después de mantener una bronca con aquel individuo; tras pagar unas 400 Rp por barba (precio más que considerable allí) comenzamos a remontar el río y pudimos ver las humaredas que anunciaban los gaths de las cremaciones que ya habíamos visitado desde tierra el día anterior. La lluvia incesante que caía sobre nosotros y el intenso gris del cielo, conformaban un telón de fondo idóneo para tan fúnebre visión...

Desde la barca la visión fue también bastante impresionante ya que pudimos observar claramente el ritual del baño del cadáver en el río antes de colocarlo en la pira, cubierto con flores y mantas funerarias hindúes que recuerdan mucho a las que nuestro SAMUR utiliza en los accidentes de carretera, doradas y brillantes. Las piras “públicas” ubicadas en un lateral del gath seguían ardiendo de manera incesante. En los gath, se acumulaban grupos de familiares con su difunto al hombro, esperando pacientemente su turno para entregarlo al río sagrado...

Cansados y bien remojados volvimos al hostal para cambiarnos, descansar un poco y hacer las maletas. Mientras, unos pocos se iban a negociar transporte para llegar a la frontera con Nepal, objetivo para esa tarde-noche. Unas horas después y tras un baño en el Ganges de cuatro “valientes” Sulen, Saul, Palentino y Chema, (todavía estamos esperando los efectos de fluorescencia) nos embutimos los doce en un Land Rover camino al país vecino con bastantes ganas de perder de vista por unos días las bulliciosas calles de la India y su inigualable población.

El viaje fue mucho más largo de lo que esperamos (12 horas!! en un potro de película) y en una situación de hacinamiento un pelín incómoda (“disposición cremallera”, las rodillas de uno encajaban con las de los dos que tenía en frente...). En una de las varias paradas que hicimos para comprar algo de comer y hacer un pis en un pueblecito que surgía a lo largo de la carretera, un grupo de gente empezó a rodear el coche mirándonos fijamente por las ventanillas. Cada vez el grupo era más y más numeroso e intentaban tocarnos por las ventanillas abiertas. Obviamente, lo que más llamaba la atención éramos las dos chicas y el ambiente empezó a caldearse. Los chicos estaban cada vez más nerviosos por la presencia de esa pequeña multitud de hindúes tan lanzados, especialmente a la hora de quedársete mirando sin ningún tipo de muestra de pudor. Al final tuvimos que seguir camino intentando no atropellar a ninguno de los muchachos que se habían pegado al coche y que no parecían muy dispuestos a apartarse. La verdad es que una temporadita en Nepal no nos iba a venir nada mal…

     

Llegamos a la frontera con Nepal pasando por Gorakhpur hasta Nautanwa. Cuando alcanzamos la barrera fronteriza era la 1 de la mañana y Nautanwa un pueblo fantasma. Desentumeciendo las piernas agarrotadas de tanto viaje y recolocándonos los cuellos partidos de tantas posturas inimaginables en ese rompecabezas humano, fuimos saliendo del jeep y cogiendo nuestras mochilas. El siguiente paso era buscar a alguien que nos firmara los pasaportes antes de pasar al país vecino, no porque hubiera nadie al otro lado para reclamarlo, si no para ahorrarnos problemas una semana después en el regreso a Madrid.

Así que nos dirigimos hacia la barrera que marcaba el paso fronterizo y allí despertamos a un par de funcionarios hindúes que nos sellaron y firmaron las hojas del pasaporte en la misma mesa sobre la que diez minutos antes dormían plácidamente bajo la mosquitera. Diez pasos y habíamos cambiado de país!

La escena se repitió en una garita al otro lado de la barrera fronteriza y tras 10 minutos de papeleo que los mosquitos aprovecharon para acribillarnos, estábamos oficialmente y legalmente en Nepal.

2 de la mañana, reventados y sin haber cenado, acabamos en un lúgubre establecimiento al pie de la frontera nepalí donde nos ofrecían un menú fijo de arroz y salsa indefinida que tuvo más o menos seguimiento. Hubiera sido un sitio más bien inquietante si hubiéramos llegado dos o tres personas, pero la docena que éramos hizo fuerza y la invasión a la que les sometimos eliminó cualquier tipo de amenaza.

Comentando en el “restaurante” dónde queríamos ir y el número que éramos nos ofrecieron un transporte directo y exclusivo por un precio acorde a tamaño lujo… No estábamos para analizar muchas más opciones y, dado que al cambio nos pareció algo que nos podíamos permitir, aceptamos la oferta para llegar a Pokhara algo más cómodos que en el jeep que nos había llevado hasta allí. Con el transporte resuelto y encaminados a nuestra siguiente etapa fuimos poco a poco sucumbiendo al cansancio. (Impresionante pero después de coger un potro de 12 horas insoportable, aun sin saberlo, nos estábamos metiendo en otro de otras 12 horas con goteras y unas corrientes de aire frió de escándalo!!! recuerdo que ha sido de los mas doloroso en transportes de todos los viajes)

 

14 de Agosto - Pokhara y la pagoda de la paz

Lo que prometía ser un viaje tranquilo y sin contratiempos se acabó convirtiendo en un autobús de línea para ancianos, niños que iban al cole y todo tipo de personas que fueron subiendo mientras nosotros dormitábamos, previo pago del billete claro! Los tíos de autobús le estaban sacando partido doble al viaje!

Tanto trajín no nos impidió contemplar el paisaje que nos recibía en Nepal. Olvidadas las llanuras áridas de Rajastán y las ciudades masificadas lo que ahora veíamos era un territorio mucho más montañoso mientras nos movíamos por gargantas de caudalosos ríos alimentados por la incesante lluvia monzónica. Todo era verde de la vegetación y marrón del barro que lo cubría casi todo.

Varias horas después y sin haber cesado de llover llegamos a nuestro destino: Pokhara, la segunda ciudad de Nepal. Pokhara se sitúa en la zona noroeste del valle que lleva su nombre, en la zona de ensanchamiento del valle de Seti Gandaki. El río Seti y sus afluentes han cavado unos impresionantes cañones, los cuáles son solamente visibles de puntos de vista más altos o desde el aire. En ningún otro lugar las montañas se levantan tan rápidamente, desde los 1000 hasta los 8000 metros!! El Dhaulagiri, Annapurna y Manaslu, todos por encima de esa altitud, pueden ser vistos desde Pokhara. Debido a este gran aumento de la altitud el área de Pokhara tiene uno de los índices de precipitación más altos del país (sobre 4000 milímetros/año). Incluso dentro de la ciudad hay una diferencia sensible en la cantidad de lluvia entre el sur de la ciudad en la zona del lago, y el norte al pie de las montañas. El clima es subtropical pero debido a la elevación las temperaturas son moderadas: los veranos tienen generalmente 30 - 35°C; los inviernos tienen un promedio alrededor de 15°C y no hay ninguna helada. En el sur la ciudad bordea el lago Phewa Tal (de 4,4km².y a 800 m sobre el nivel del mar) y al norte, la ciudad bordea las primeras estribaciones del Annapurna, a unos 1000 m sobre el nivel del mar. Los principales grupos étnicos de región son Newar, Magar y Gurung. Los naturales de Pokhara practican el hinduismo y el budismo tibetano. Hay muchos refugiados tibetanos que viven en Pokhara desde hace tres generaciones.

Como principal base de operaciones del alpinismo internacional, Pokhara cuenta con una infraestructura hotelera importante pero no en esa época del año en la que las cumbres montañosas están perennemente cubiertas por densas nubes. De modo que indicamos a los conductores que nos llevaran a alguno abierto y una vez allí ya negociaríamos con los del hotel y con los del autobús por habernos utilizado de ruta pública y con ánimo de lucro.

Acabamos en un lujoso "hotel" (al menos en comparación a lo que habíamos tenido esas dos semanas atrás...) donde nos enzarzamos en una pequeña discusión multilingüística con los dueños del autobús mientras que los del hotel nos iban haciendo de traductores improvisados. Estoy convencida de que el hotel estaba muy necesitado de clientes porque en otra circunstancia dudo mucho que nos hubieran dejado acampar allí de la manera que lo hicimos. Sin poco tiempo para descansar hicimos el reparto de cuartos, montamos el tenderete de la ropa calada de la maleta que empezaba a ser casi toda y salimos a comer algo y comenzar la visita de la cuidad para la que teníamos algo más de un día completo. Serían las doce de la mañana.

Justo en frente del hotel donde estábamos alojados encontramos un curioso restaurante regentado por una inglesa casada con un nepalí. El menú, bastante internacional, incluía majares que a esas alturas de viaje no podíamos rechazar como ensaladas, pizzas y hamburguesas. Si lo analizo ahora resulta triste no aprovechar un viaje como ese para disfrutar de la comida local pero dada nuestro poco entusiasmo hacia lo picante y el estado de salud del que gozaba buena parte de la comitiva, las alternativas nativas se reducían bastante.

  

Con las pilas cargadas y algo reposados del viaje en autobús nos dispusimos a visitar los poco de Pokhara que el tiempo disponible y la meteorología nos iba a permitir. Hay que puntualizar que desde el lago de Pokhara, la vista de la cordillera del Himalaya es abrumadora por las fotos que posteriormente pudimos ver en posters y postales, pero a nosotros la capa de nubes perennes sobre las montañas nos impidió ver los Annapurnas, uno de los grandes inconvenientes de viajar en época de monzón. Nos acercamos a la orilla del Phewa Tal y montamos en unas canoas que sirven de transporte regular entre sus orilla para alcanzar la base del monte coronado por la Pagoda de la Paz. La ascensión fue, a priori, tranquila y sin contratiempos. Salvando un desnivel moderado fuimos alcanzando la estupa budista construida por los monjes de la orden Nippozan Myōhōji, ubicada en un enclave con vistas privilegiadas sobre la cadena de los Annapurnas (que continuaban completamente cubiertos) y el valle de Pokhara. La construcción, por desgracia, parecía en un estado bastante descuidado y el acceso a su interior estaba prohibido.

Mientras descansábamos y disfrutábamos de las vistas uno de nosotros descubrió una pequeña mancha en uno de sus pies (casi todos íbamos con sandalias). Al intentar limpiarse, se dio cuenta que no era una mancha si no una especia de gusano oscuro que se resistía a desprenderse de su cuerpo. Uno a uno fuimos mirándonos y descubriendo que todos teníamos bichitos de ese tipo pegados a los pies y que no se trataban de otra cosa que de sanguijuelas. No es que tuvieran un tamaño alarmante, pero el tener esos pequeños vampiros pegados a tu piel no hace especial ilusión. Con mecheros fuimos desprendiendo las sanguijuelas que se retorcían al contacto con el calor y se caían bien hinchadas con nuestra sangre. En el pie te quedaba una herida minúscula de tamaño pero que no paraba de sangrar debido a la sustancia anticoagulante que las sanguijuelas te inyectan para poder alimentarse mejor.

  

Sin mucho que hacer allí arriba, a parte de quitarnos sanguijuelas, nos sentamos en un pequeño chiringuito que había cerca de la pagoda. Una vez allí una parte del grupo entabló conversación con un nativo que les propuso una Trekking guiado para la mañana siguiente, parecía algo bastante atractivo sobre todo cuando se comentó la posibilidad de dirigirnos hacia la zona de inicio de la ascensión del Everest aunque luego tuvimos que desistir por necesitarse permisos especiales al ser zona controlada, de los que nosotros carecíamos). A cambio el guía propuso una ruta alternativa para la mañana siguiente, donde quedariamos con el en la misma puerta del hotel a las 7 de la mañana.

La vuelta de la pagoda a la ciudad fue toda una odisea, parte de la expedicion, manifesto su determinación de una manera un tanto peculiar, decidieron no volver como habian venido, en barca, sino volver a nado. Parecia una locura, ya que en barca habiamos tardado un rato y a nado podria ser minimo un kilometro y pico. Al final Palentino, Saul, Jesulen y Chema consiguieron su proposito y llegaron a la otra orilla con la lengua fuera, bueno, alguno no se dio cuenta y para gracia de la gente que habia en la orilla salido con otra cosa entra las piernas fuera del calzon. Mas de uno sufrio de mareos.

  

Segun Google Earth, la distancia recorrida por estos determinados fue de casi 1200 metros, algo a tener en cuenta en un lago con el agua fria. Esta distancia suponiendo que se fuese desde el puerto a donde te deja la barca en el sendero de la pagoda de la paz mundial, en linea recta.

A media tarde, visitamos una cueva allí conocida como la “caverna de los murciélagos”; al llegar a ella, vimos que era “privada” y debíamos pagar por la entrada, la iluminación y la guía. La cueva en sí no era nada del otro mundo, pero es cierto que estaba lleno de pequeños vampiros... Su dificultoso acceso y salida dieron un toque aventurero a esta visita.

De vuelta a nuestro "hotel" aprovechamos lo que quedaba de tarde para dar una vuelta por la ciudad, cenar algo y hacer compras. Algunos aprovecharon la promoción de un barbero que ofrecía afeitado más masaje de espalda... Curiosa oferta! Nos acostarnos pronto ya que la excursión de la mañana siguiente comenzaba de madrugada y prometía ser intensa.

 

15 de Agosto - Ascensión al Sarangkot

Mientras unos cuantos salían de madrugada con el guía, unos pocos nos quedamos en Pokhara con la idea de solucionar el transporte hacia Katmandú de esa misma noche y luego alquilar unas bicis para hacernos alguna ruta por la zona.

Alquilamos un minibús en una agencia de viajes que encontramos cerca del hotel y quedamos en que nos recogerían hacia las diez de la noche para aprovechar la noche para hacer kilómetros y reservar al máximo los pocos días que quedaban de viaje. Después, alquilamos unas bicis y una  moto y pusimos ruta hacia el Sarangkot (1592 m.), un pico cercano a la ciudad de Pokhara y concurrido por ser un buen punto para divisar los ochomiles del Himalaya (que nosotros nos perderíamos de nuevo). Considerando que Pokhara se encuentra a algo menos de 900 metros, el desnivel era considerable! Nos pusimos en camino con la mañana bien entrada.

Tras pasar un tramo de carretera relativamente relajado, la pendiente cambió drásticamente y la ascensión hasta el primer punto de reunión fue muy dura. Rober, a pesar de su rodilla lesionada y de que las bicis no eran especialmente ligeras, consiguió realizar prácticamente toda esta primera etapa subido en la bici (a pesar de las pronunciadas pendientes) hasta que se le salió la cadena a pocos metros de llegar. Por mi parte hubo más tramos de empujar la bici que de estar montada en ella pero también conseguía alcanzar la primera meta con algo de dignidad. Irene, Borja y Sule iban arriba y abajo con la moto haciendo varios viajes para ir subiendo a todos. Al llegar al final de la carretera nos encontramos con la expedición madrugadora que ya estaban de bajada de vuelta al hotel.

  

Una vez, allí la opción era seguir andando por un atajo hasta el Sarangkot o retomar la bici por una travesía algo más larga por un camino de piedra. Ya que habíamos llegado hasta allí, Rober y yo continuamos con nuestras bicis mientras que el resto se adelantaba por las escaleras del atajo. A medida que íbamos avanzando cada vez veíamos menos turistas. Dado que comenzaba la tarde, empezamos a encontrarnos con niños que tomaban el camino para volver a sus casas desde las escuelas de la zona, resultaba curioso ver gente haciendo vida normal por un paraje tan montañoso, pero llegamos incluso a ver una escuela de infancia donde los peques se mostraron encantados de vernos.

El cielo iba cubriéndose cada vez más y la llegada al Sarangkot fue bajo un cielo gris que amenazaba un tormentón. Ni el tiempo, ni el último tramo con la bici al hombro, impidieron que nos sintiéramos orgullosos de la gesta de haber alcanzado nuestro objetivo. Y eso que no vimos ningún 8.000! Desde ahi en teoria se tienen que ver todos los Annapurnas.

Tras tomar un poco de aire y disfrutar del paisaje que las nubes nos permitían, retomamos el camino de vuelta para el hotel. La bajada se hizo eterna... En ese momento nos dimos cuenta de todo lo que habíamos subido.

Al llegar al hotel convencimos al dueño de que nos dejara usar uno de sus baños a pesar de que habíamos hecho el check out unas horas antes, nos lavamos un poco y fuimos a encontrarnos con los demás para comer algo después de estar todo el día pedaleando.

Por el otro lado esta la historia de los que se fueron con el guia del trekking a pasar todo el dia con él. Nos contaron que fueron por unas montañas, nada complejas, pero con una vida en sus pueblecillos y vidas totalmente rurales. El recorrido les supuso medio dia, luego acabaron como nosotros, en Sarangkot. En su largo viaje, tomaron te en pequeños pueblos de montaña, jugaron con niños y disfrutaron de un gran dia de trekking por los alrededores de Pokara.

Aunque el día había sido nublado, los rayos de sol habían conseguido llegar hasta nosotros y pillarnos desprevenidos. Acabamos bien quemaditos. Tras la cena y un paseo por las calles de Pokhara llegó la hora de montarse en el bus de camino a Kathmandú. Nos esperaba un largo viaje nocturno, aunque ya estábamos acostumbrados...

  

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