Otra mañana más fue
Sul Nervioskaya el primero en levantarse y partir en solitario a
ver el Lago Shvakshty, el resto fuimos yendo poco a poco a la
dacha que teníamos en frente para desayunar (
8000 Br por cabeza),
allí tenían puesto el truchón típico de los garitos bielorrusos, y
mientras digeríamos los panes con mantequilla, sonó el temazo del viaje,
una canción que había sonado en todas las discos de Minsk y la cual
nunca nos acordaremos.
Preguntamos a la camarera y ella nos
dijo que se trataba de
Dj Smeh, un conocido disc jockey ruso. Nuestro interés no
consistía en que nos encantase esa canción, que bueno para estar como
Ángel Cristo a las cinco de la mañana no esta mal, pero vamos de
ahí a ponértela en casa es otro asunto. Nos interesaba para ponerla en
el video del viaje, ya que siempre ponemos aquella canción que más ha
sonado o más identificamos con un viaje en concreto.
Una vez desayunados nos encaminamos al
Lago Shvakshty, que estaba a unos cinco minutos andando desde
nuestro alojamiento. La parte noroeste de Bielorrusia se caracteriza por
tener un gran número de lagos, de entre los cuales el que más destaca es
el Narach, que es el más grande del país con sus 75,9 km2. Aunque
nosotros fuimos al Shvakshty, bastante más pequeño que el
Narach pero similar en cuanto a paisaje.
Después de atravesar el bosque de altos
pinos que rodea al Complejo Shvakshty, y donde la noche anterior
habíamos estado haciendo la hoguera, llegamos al lago. Estaba totalmente
helado, y desde la orilla, y a pesar de la fuerte ventisca que hacia, se
podía ver gente. La curiosidad llamo a nuestra puerta y nos dirigimos a
ver que se cocía por el medio del lago.
Como suponíamos eran pescadores, pero
para algunos era la primera vez que veíamos
pescar en hielo, y los
curiosos aparejos que se utilizan para hacerlo, como la manivela para
atravesar la placa de hielo, o la mini caña de pescar para hacerse con
las capturas, en su mayoría pezqueñines. Estuvimos un buen rato
haciéndonos books caracterizados como pescadores siberianos, incluso
algunos como
Chucho, que llevaba para cubrirse del frío la careta de
Hannibal Lecter, se marcó varios posados utilizando la manivela
a modo de motosierra, en plan Matanza de Texas.
La mayor parte del grupo continuó con
su paseo por el lago, pero como a mi el frío me volvía a castigar, y el
Sul se iba a patear a un pueblo que había a menos de un
kilómetro, me fui con el, ya que sentía curiosidad sobre el costumbrismo
que esas casas de madera que se veían a lo lejos podían ofrecer. La
aldea en cuestión era Tzukhsy, un lugar muerto, abatido por el
frío.
Aunque había más perros ladrando que
personas, si pudimos encontrarnos con algún lugareño que venía de hacer
sus tareas mientras lo atravesábamos. Las viviendas de madera eran
preciosas, de la Rusia profunda, y los enormes almacenes de leña
eran de foto. Nos encantó el lugar, y decidimos continuar por la
carretera por la que se accedía al pueblo, porque el movimiento había
hecho desaparecer el frío por completo
Recorrimos casi tres kilómetros sin
cruzarnos apenas con algún coche, eso sí nos cruzamos con el ciclista
suicida, que dejó claro que las bicicletas no son sólo para el verano.
Cuando llegamos a Rudoshany, otro de los pequeños pueblos de la
zona, aunque más avanzado que Tzukhsy, decidimos darnos la vuelta
y regresar al campamento. Campo traviesa, guiándonos por el cableado de
los postes de la luz, conseguimos llegar a nuestra dacha, allí estaban
descansando sobre los camastros el resto de drugos, que habían estado
protagonizando un capitulo de
Jara y Sedal extremo junto a los pescadores bielorrusos. Nos
calentamos jugando una pochita que me ganó
Chema en la última mano.
Como no había podido tomar muchas
fotos, porque el frío me había jodido la batería de la
Reflex, la cargue un rato y me fui con Chucho, de vuelta a
Tzukhsy, donde hicimos un buen reportaje de esas dachas tan
autenticas, muchas de ellas cerradas a cal y canto y sólo utilizadas
como segunda residencia para las gentes de Brest, Minsk,
Gomel, Vitebsk y otras ciudades, que acuden a la región
de los lagos Narach en verano.
Cuando volvimos, el resto del grupo
esperaba pacientemente en
el restaurante del complejo a que nos
sirviesen la comida. Apunto estuvimos de no poder comer por falta de
sitio y comida, pero las sobras de otros grupos hicieron las veces de
nuestra comida. Cuando nos llamaron a la mesa nos topamos de bruces
con el grupo de rusos comiendo, a cada cual más terrorífico, en especial
había uno que llevaba un pantalón de pijama subido hasta la altura de
los pezones, en mi opinión ese hombre no tenia que poner mucho empeño en
su actuación en la peli de terror que estaban rodando, asustaba al miedo
por si solo.
Con el shock aún en el cuerpo nos
sentamos para que nos sirvieran la típica sopa con grumo de la zona, que
por cierto suele tener buen sabor, y de segundo, otro plato de la cocina
tradicional bielorrusa, las chuletas de cerdo con salsa de setas
(kotleta pokrestyansky). En total pagamos
64.000 Br (unos 18 €),
que incluían la presencia de
Bernon en la mesa, y digo esto porque nuestro querido compañero
se había mimetizado en
Dyango, su jersey de cuello alto recordaba a esos playboys de la
canción latina de los años 80. Menudo fetiche.
Acabada la comida, hubo la típica
sobremesa con té, y allí se sentaron con nosotros el hombre del pijama
al que me he referido antes, y la guapa del grupo, que además
chapurreaba el español. Estuvimos un rato de chacharra, pero algunos
decidimos ir a reposar a la cabaña, al parecer los que se quedaron
formaron parte del reparto de la horrorosa película de terror, incluso
Sulen Albarn, haciendo gala de tener los mismos problemas que
Don Johnson, participo en el rodaje* con una frase en español.
* Ver video de la
actuación.
Al final todos acabamos tirados en los
camastros, algunos dormidos, otros degradando, pero en general con una
agustividad fuera de lo común. Estaríamos unas dos horas haciendo el
perraco hasta que llego la furgoneta que nos iba a llevar hasta la
frontera, conseguimos negociar un precio razonable
(50 €),
teniendo en cuenta que no teníamos otra forma de llegar. Precisamente
fue el mismo dueño del Hotel Complex Shvakshty el que se ofreció
voluntario para llevarnos hasta allí, en un viaje de unos 80 km con su
propia furgoneta.
En una hora aproximadamente cubrimos el
trayecto hasta Kotlovka – Lavoriškės, el puesto fronterizo entre
Bielorrusia y Lituania que mejor nos pillaba. Allí maleta
en mano, nos dirigimos hasta las casetas de la policía de frontera, y no
tuvimos problema alguno en salir, entregamos el papelito que habíamos
rellenado a la entrada del país (es fundamental no perderlo), y después
de una larga y exhaustiva revisión de pasaportes bajo una gran nevada, pudimos pasar a la
tienda libre de impuestos, paso previó antes de entrar a Lituania.
Estaba preciosa la frontera todo nevada!!!
Allí estuvimos consumiendo más de media
hora los rublos que nos quedaban, que si vodka, que si tabaco, que si
una muñeca de paja más fea que pegar a un padre, que si patatas
revenías, que si unas birras locales, etc, etc…; ni con esas
conseguíamos gastarnos los rublos, y la señora flipaba del saqueo que
estaba sufriendo su comercio. Yo particularmente me desmarqué de esa ola
consumista y me guardé mis rublos para cambiarlos en Lituania, a
pesar de que la astuta dependienta decía que nos iba a ser imposible
cambiarlos, algo que se demostró era mentira, ya que cerca de la
estación de trenes de Vilna hay una casa de cambio en la que se
pueden cambiar Rublos bielorrusos.
Con las compras hechas continuamos
andando y entramos en Lituania, para algunos como
Capello y
yo era la primera vez que visitábamos el país báltico
(taca-taca-taca-ta)*, el resto ya había estado aquí en el
Interrail 2004. Allí, tras pasar el rutinario passport control,
fuimos informados por parte de los policemans de que no existía medio de
transporte alguno para llegar a
Vilna. Aunque algún descerebrado hablo de ir andando hasta la
capital, finalmente
Sul consiguió comunicarse con uno de los policías que hablaba
alemán. El hombre se enrollo al máximo y a parte de llamarnos a un taxi
que nos vendría a recoger, nos proporcionó un habitáculo en el que se
abrieron varias cervezas para amenizar la espera.
* onomatopeya muy
popular entre los diamantinos que se aplica cuando vas a entrar a un
país nuevo y te van a sellar el pasaporte.
Foto
prohibida de la Frontera Bielorrusa con Lituania.
Pero no se acababan aquí los problemas,
el otro asunto por resolver era el alojamiento. No teníamos nada
reservado, y no queríamos un albergue, sino un apartamento como en
Minsk. Como los policías tenían ordenadores me acerque hasta su
garita y les pregunte si podía usar Internet, el poli bueno me dijo que
sin ningún problema, y fue así como localicé esta web:
www.apartment-vilnius.com, donde venían varios apartamentos a
buen precio y un teléfono de contacto
(+370
699 32 672;
E-mail:
stasys@apartment-vilnius.com).
Después de dar las
gracias al personal, volví con los chavales y a los pocos minutos hizo
su aparición el taxi. Durante el viaje se gesto la negociación de los
apartamentos, llegando a un buen acuerdo económico, dos apartamentos
dobles por
40 €
la noche cada uno, muy buen precio teniendo en cuenta que lo pagaríamos
entre los siete.
Poco tiempo tardó
nuestro
taxi en recorrer los 35 km. hasta Vilna,
le pagamos los
35 € que marcaba el taxímetro, y nos bajamos en la misma
puerta en la calle Pilies,
una de las más céntricas de la ciudad. Allí nos estaba esperando Tachenko,
el mecenas de los apartamentos. Como íbamos siete y los apartamentos
eran sólo para cuatro, improvisamos una actuación en la cual nos
despedíamos de
Rá,
Capello y
Sul, como si ellos se marchasen a la estación para coger un
tren a Varsovia. La verdad es que nos ganamos la estatuilla por lo
improvisado a la par que natural que salió todo. Tachenko
se la había comido enterita y con pellejo.
Después nos
distribuimos en dos,
Chema,
Rá,
Capello y
Bernon irían al
apartamento más clásico, y
Sul,
Chucho y
yo, que nos quedábamos más días en el
apartamento fashion de los modernos. La verdad ni en nuestros
mejores sueños hubiésemos imaginado estar esa noche alojados en un
sitiazo de esas características (lavadora, Internet, TV por cable,
etc…), y más teniendo en cuenta que hora y media antes no teníamos nada,
y ni siquiera sabíamos si existía la posibilidad de alquilar
apartamentos a buen precio en
Vilna. La
expedición había triunfado, y eso merecía una celebración.
Después de la
tradicional ronda de duchas, y con todo el equipo listo, salimos con
mucha ilusión para disfrutar de la noche de Vilna, pero teníamos un
pequeño handicap, y es que era miércoles, aún así lo teníamos claro,
íbamos a ir al
Lithuanian Wild Club, un garito que hizo las delicias de
los interraileros en 2004,
pero que entre muchos jóvenes lituanos no gozaba de muy buena reputación
por tratarse de un club de streaptease.
Antes de ir al
club, hicimos la típica base alimenticia forzada para engañar al
estómago, para ello fuimos al restaurante
Cili Pica, una pizzería cercana a nuestro hogar, en la que
repetiríamos los días sucesivos, allí comimos unas copiosas pizzas con
unas jarras de
Svyturys, la cerveza más popular de Lituania. Anteriormente
nos habíamos provisto en el cajero de unas cuantas litas*
para quemarlas en el país báltico,
yo particularmente le di una buena hostia a la tarjeta, saque
unas 1.200 Litas, unos 350 €, más la comisión del 4% que te cobran en
todos los cajeros del extranjero, de éstas, 40 € eran para saldar deudas
con
Bernon y 100 € para prestar a
Chemone Jesús Gil.
* La moneda lituana
es la Lita. 1 Euro (€) = 3,45 Litas
(Lt.). Enero 2009; la Lita a su vez se divide en 100
centų.
Esta previsto que para 2010 las Litas sean sustituidas por el Euro,
aunque debido a la gran inflación que sufre la moneda lituana, este
relevo se puede prolongar hasta 2013.
Con toda la parte logística finiquitada
nos fuimos al
Lithuanian Wild Club (
entrada:
10-15 Lt. = 3 – 4,50 €), que se localiza en la avenida principal de
Vilna, la Gedimino Prospekt. Elegimos este lugar por las buenas
referencias de los chavales, que estuvieron aquí cuatro años y medio
antes, cuando al parecer la fiesta y el descontrol era grande. Pero esta
vez la cosa no iba a ser igual, que fuera miércoles fue determinante
para que aquel lugar estuviese totalmente vacío, daba hasta lástima ver
contonearse en la barra a la streaper con un baboso, un único baboso
mirándola los pechos.
Nos tomamos un
vodkita por el que nos sangraron bastante para matar el mono, y acto
seguido, y a sabiendas de que la ciudad dormía, volvimos a nuestros
apartamentos, cayendo en un profundo y placentero sueño. Milagrosamente
no habíamos trasnochado.
Como la noche anterior no fue de mucho
daño, nos levantamos frescos como las rosas y con un objetivo, hacer
alguna excursión de un día (day trip) a algún lugar interesante en los
alrededores de la ciudad. Como no teníamos guía de Lituania, ni
información de ningún tipo, nos fuimos a la
Tourist Office más
céntrica, que se localiza en el propio edificio del Ayuntamiento (Didžioji
St. 31 (Town Hall), telf. +370 5 262 6470, fax +370 5
262 0762, e-mail:
turizm.info@vilnius.lt.
Horario: de lunes a viernes de 9 a 18 h, y sábados y domingos de 10 a 16
h). Para ver todas las oficinas de turismo de Vilna,
pincha aquí.
Allí nos aconsejaron que lo mejor que
podíamos hacer es ir a
Trakai, una pequeña ciudad de algo más de 5.000 habitantes que
se localiza al oeste de Vilna, a escasos 28 km de la capital.
Allí se localiza posiblemente la mayor atracción turística de todo el
país, el
Castillo Medieval de Trakai. Como las
dunas muertas de Klaipeda quedaban muy lejos, y la ciudad de
Kaunas es más conocida por su equipo de baloncesto (el
Zalguiris) que por sus atractivos turísticos, no lo dudamos ni un
momento y nos decidimos por Trakai.
Antes de
dirigirnos a la
Terminal de autobuses (Sodų
22, Información telefónica en Vilnius 1661; llamando desde un móvil o de
otras ciudades de Lituania 8 900 01661), desde donde salía nuestro bus,
hicimos una parada en el
Supermercado Rimi, que
estaba junto al Ayuntamiento, esta cadena de supermercados es la más
importante de todos los países Bálticos, especialmente en Letonia.
En el Rimi nos compramos unos batidos de chocolate y unas
chocolatinas para coger fuerzas para la excursión.
Desde el
ayuntamiento continuamos dirección sur por la calle Arklių, en unos 20
minutos estábamos en la Terminal, donde compramos los
billetes a
Trakai (
5,60 Lt = 1,62 €). Sin tiempo para más, tomamos el bus nº
28 a las 11.35 h, en poco más de media hora llegamos a
Trakai, eso sí llegamos hechos unos témpanos, ningún pasajero se
atrevió a quitarse el abrigo en el viaje de la escarcha. La terminal de
buses de Trakai (telf.: 51333) esta en la conjunción de las calles
Gedimino y Vytauto, y precisamente fue esta ultima calle, la que tomamos
para atravesar el pueblo.
La
fuerte nevada que cubría por completo el pueblo, y día soleado con que
amaneció esa mañana hizo que Trakai se viera más bonito de lo que ya era
de por si. Trakai se asienta en una estrecha península que esta rodeada
por tres lagos, al oeste el Totrisku, al este el Bernardinų,
y al norte, el más grande de todos, el
Lago Galvė, donde se encuentra e castillo insular.
Pero
antes de llegar al famoso castillo, pasamos por el castillo
peninsular (Trakų
Pusiasalio Pilis), el patito feo de los dos castillos de Trakai,
ya que se encuentra peor conservado, pero con una historia a sus
espaldas igual de fascinante, data del s. XIV. La verdad es que no le
prestamos mucha atención al monumento, nos llamó más la atención el lago
Bernardinų, que estaba completamente helado, y unos chavales estaban
puliéndolo para echarse una pachanga de hockey. Hubo retoces en la nieve
de los chavales que iban preparados para la ocasión.
Continuamos a orillas del lago por el embarcadero, hasta llegar al
primer puente que une la península con un primer islote Karvine s.
(Karaimka), aquí hay un curioso monumento en madera del gran duque de
Lituania
Vytautas el Grande,
el cual se atraviesa para coger un segundo puente de madera hasta la
isla de
Pilies,
donde esta el castillo.
El
Trakų salos pilis (Castillo de la isla; entrada:
6 Lt. con
carnet de estudiante, el doble sin carnet). Iniciado en plena Alta Edad
Media (s. XIV) por el monarca lituano
Kęstutis, y terminado hacia 1409 por
Vytautas el Grande. Fue varias veces destruido, acabándose de
reconstruir en 1961. El castillo se compone de un
museo, que va explicando la historia del mismo, así como la
etnográfia lituana, a través de multitud de objetos de diferentes
siglos. La visita a este lugar es fundamental para comprender lo que dio
de si el
Gran Ducado de Lituania, que se prolongó desde el s. XII hasta
el XVIII, y que tuvo su centro en Trakai.
Después de estar un rato merodeando por
los alrededores del castillo, tirándonos unos
bolazos, haciendo unos saltos por el mundo, etc…, etc…; volvimos por
donde habíamos venido deleitándonos con las pintorescas casitas de
madera de colores que salpican todo el pueblo de Trakai. En
invierno es un lugar sin duda mucho más bonito que en verano.
El largo paseo empezó a dejarse notar
en forma de hambre, así que después de no ponernos de acuerdo a la hora
de decidir restaurante decidimos ir a un supermercado de la calle
principal, allí tenían todo lo que queríamos. Algunos se pillaron pollo,
otros codillo, algunos ensaladas, otros bananas de postre, etc.. El
caso es que nos lo comimos allí mismo sentados en unos bancos y al
estilo cromagnon, con hueso en mano, y con el hocico lleno de grasa.
Acabada la comida,
José María Sánchez, el hombre más incendiario del grupo se
compró unos cohetes, y se dedicó a tirarlos en la puerta del comercio,
pudiendo dejar a más de un transeúnte tuerto.
Apurados de tiempo, perdimos el autobús
en nuestra cara, y tuvimos que esperar casi media hora hasta que llegara
el siguiente, un bus más pequeño, pero más caliente que el de la ida.
Allí se esnucó todo el mundo, y con una precisión de reloj nos
levantamos todos al mismo tiempo cuando el bus llegaba a Vilna.
El detalle gracioso del viaje fue que a Bernon se le había pegado una
yonkilata de cerveza que se había comprado en el super de Trakai.
El tío había sido capaz de echarse la siesta con eso de la mano gracias
a su mano de playmobil curtida en la noche madrileña.
En Vilna, ya había caído la
noche, y mientras el grupo que volvía a Varsovia compraba sus billetes
para marcharse al día siguiente; los inquilinos del apartamento moderno
(Sul,
Chucho y
yo) volvimos a casa a descansar un poco, antes de la noche
toledana que nos esperaba. Allí estuvimos disfrutando del programa
favorito del Sul,
Megaestructuras, de ahí su apodo de Butrón. También
disfrutamos de un documental muy cachondo sobre Namibia, país en
el que habíamos estado hacia escasas dos semanas, el documental era
curioso porque tenía como protagonista a la ex primer ministro de
Nueva Zelanda,
Jenny Shipley, una mujer entrada en carnes que estaba
determinadísima.
A todo esto, habíamos quedado con
algunas couchsurfers vilnenses, que se habían ofrecido a
mostrarnos la noche de la capital. A las nueve llegaba Vaida, por
lo que nos duchamos rápidamente, y nos juntamos todos en el apartamento
clásico, que a parte de ser más grande sería abandonado al día
siguiente, por lo cual estaba mejor posicionado ante un posible
mancillamiento o roturas varias.
Allí nos trajimos unas pizzas, otra vez
del
Cili Pica, nuestro restaurante preferido. Nos la comimos para
tener reservas, y empezamos a descorchar vodkas de todas las marcas y
nacionalidades (rusos, bielorrusos, estonios, lituanos, etc…), a todo
esto había llegado Vaida, que venía acompañada de una compañera
de piso, Lina. Ambas, como buenas alcohólicas, venían provistas
de yonkilatas que guardaban en sus bolsos. Su intención no era salir esa
noche porque trabajaban mañana, así que simplemente habían ido a oler,
aunque finalmente una de ellas picaría el anzuelo de la noche.
Poco después llegó Simona, otra
de las couchsurfers con las que habíamos contactado, y que venia
acompañado de otras tres chicas, cuyos nombres no recuerdo, pero que
eran compañeras de la universidad. Sin esperar ya más gente nos pusimos
a calentar motores con la variada gama de vodkas, e intentamos entablar
conversaciones con las chicas, pero teníamos el cerebro más seco que el
ojo de la Inés, y hablar inglés nos suponía un tremendo esfuerzo.
Poco a poco fueron cayendo las
unidades, y la gente se fue soltando la lengua, incluso hubo gente que
se le soltó demasiado y alcanzó el grado de lengua de trapo, me refiero
concretamente a Simona, que se bebía el vodka a palo seco y de un
trago se mato dos vasos, una ingesta que pagaría poco después. Hicimos
algunas fotos con las muchachas, incluso las clásicas fotos individuales
del viaje, que las teníamos pendientes de hacer, y salimos a la calle
con la esperanza de que fuera un jueves salvaje.
Al primer sitio que fuimos,
recomendados por Vaida, fue al
Mojito Naktys (Didžioji
33/2;
telf. +370 610 041 31.
Horario: de martes a jueves de 20.00 a
2.00 h., viernes y sábados de 20.00 a 5.00 h, y domingo y lunes cierra),
algo así como Noches de Mojito, pero allí el puerta dio el alto a
Simona, que desde ese momento ya había pasado a modo trompa, y ya se
la conocía en círculos cerrados como Simona “La Trompa”. A pesar
de que intentamos discutir el asunto con el portero, había poco que
hacer, era evidente que la chica iba perjudicada. Mientras algunos ya
estaban en la planta de abajo pidiendo, otros salimos con Simona
y las amigas para ver si se recuperaba, y en este tensa espera su trompa
salpicó a más gente, en concreto a mis zapatillas, las cuales fueron
potadas impunemente por la lituana, en una escena que me recordó a la
película “Este
chico es un demonio” (1990)*, cuando el rebelde niño (Michael
Olliver) devuelve a manguerazo limpio cuando sus padres le
montan en una atracción que da vueltas rápidamente. No os la perdáis.
Mientras me limpiaba con la nieve las
zapatillas, Simona cayó en la cuenta de que se había olvidado el bolso
en el apartamento, buenaaaa!, pero estaba como para moverse mucho… Con
lo revuelta que andaba las amigas llamaron a un taxi y la empaquetaron
para su casa, recuerdo que su compañero de piso cuando le llamaron al
móvil dijo algo así: “pero otra vez esta trompa…”. Grande Simona!
Después del incidente volvimos al
Mojito Naktys, un garito de dos plantas, pero muy pequeño. Estuvimos
en la planta de abajo probando los afamados mojitos locales, los cuales
eran un buen clavo
(23 Lt = 6,60 €), otros optaron por el Absolut
(16
Lt), pero en general el garito aparte de ser caro, tenía poco que
ofrecer, así que pedimos un cambio. Reconocer que los mojitos eran de
excelente calidad.
Al parecer todos los martes hay fiesta
Erasmus en el
Prospekto, uno de las discotecas más populares de la ciudad,
aunque aquel día era jueves, pero resulta que también había fiesta
Erasmus. Fuimos paseando hasta el garito, y de camino pasamos, una vez
más, por la Catedral de Vilna (Katedros aikštė),
que estaba especialmente hermosa con la iluminación nocturna que
reflejaba sus blancos muros, que se hacían más blancos por la gran capa
de nieve que rodeaba todo el monumento.
Desde allí
continuamos por Gendimino, la calle principal, donde se halla el
Prospekto PUB (Gendimino pr. 2/1; telf. + 370 52 12 08 32, + 370 52 12 03 85.
Entrada: 10 Lt -erasmus-, 20 Lt -no erasmus-), un bar que recomiendo
totalmente por su animación, y sus precios. La entrada nos costó el
doble que a los Erasmus por que me pilló en un momento cuajadera y no
supe mentir y decir que era estudiante, pero no te piden nada, así que
lo mejor es decir que estudias en Vilna de Erasmus y que te hagan el
especial price.
Como ya he dicho, este es un buen lugar
para aquel que no busque nada sofisticado, sino simplemente fiesta y
diversión. Aquí el ambiente esta garantizado, casi toda la gente son
estudiantes que no paran de hacer bailes eléctricos, y que despejan
mejor que
Materazzi. Estuvimos varias horas bailando y moviéndonos como
zariguoyas por las plantas del pub, que esta decorado al estilo
palacete. Allí estuvo Vaida hasta casi el final, mientras que
Lina y el resto de la chicas no llegaron ni a entrar.
La imbriagazzona fue grande, y las
inmolaciones varias; finalmente por tandas fuimos regresando a los
apartamentos, (alguno llego de milagro, ya que se quedo sobado sobado en
una silla con el cuello rotisimo) serían cerca de las seis de la mañana, y había gente que
al rato tenia que coger un tren a Varsovia. A otros nos quedaban
dos y hasta tres noches más en Vilna. JA-JA-JA-, viaje
patrocinado por Palmada Tours.