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*   Miércoles 7 Enero: Lago – Vilna: Adiós Bielorrusia. Welcome to Lituania

  Jueves 8 Enero: Vilna – Trokai – Vilna: Excursión a Trakai, maquillando el viaje

 

*   Miércoles 7 Enero: Lago – Vilna: Adiós Bielorrusia. Welcome to Lituania

Otra mañana más fue Sul Nervioskaya el primero en levantarse y partir en solitario a ver el Lago Shvakshty, el resto fuimos yendo poco a poco a la dacha que teníamos en frente para desayunar ( 8000 Br por cabeza), allí tenían puesto el truchón típico de los garitos bielorrusos, y mientras digeríamos los panes con mantequilla, sonó el temazo del viaje, una canción que había sonado en todas las discos de Minsk y la cual nunca nos acordaremos.

Preguntamos a la camarera y ella nos dijo que se trataba de Dj Smeh, un conocido disc jockey ruso. Nuestro interés no consistía en que nos encantase esa canción, que bueno para estar como Ángel Cristo a las cinco de la mañana no esta mal, pero vamos de ahí a ponértela en casa es otro asunto. Nos interesaba para ponerla en el video del viaje, ya que siempre ponemos aquella canción que más ha sonado o más identificamos con un viaje en concreto.

Una vez desayunados nos encaminamos al Lago Shvakshty, que estaba a unos cinco minutos andando desde nuestro alojamiento. La parte noroeste de Bielorrusia se caracteriza por tener un gran número de lagos, de entre los cuales el que más destaca es el Narach, que es el más grande del país con sus 75,9 km2. Aunque nosotros fuimos al Shvakshty, bastante más pequeño que el Narach pero similar en cuanto a paisaje.

Después de atravesar el bosque de altos pinos que rodea al Complejo Shvakshty, y donde la noche anterior habíamos estado haciendo la hoguera, llegamos al lago. Estaba totalmente helado, y desde la orilla, y a pesar de la fuerte ventisca que hacia, se podía ver gente. La curiosidad llamo a nuestra puerta y nos dirigimos a ver que se cocía por el medio del lago.

Como suponíamos eran pescadores, pero para algunos era la primera vez que veíamos pescar en hielo, y los curiosos aparejos que se utilizan para hacerlo, como la manivela para atravesar la placa de hielo, o la mini caña de pescar para hacerse con las capturas, en su mayoría pezqueñines. Estuvimos un buen rato haciéndonos books caracterizados como pescadores siberianos, incluso algunos como Chucho, que llevaba para cubrirse del frío la careta de Hannibal Lecter, se marcó varios posados utilizando la manivela a modo de motosierra, en plan Matanza de Texas.

La mayor parte del grupo continuó con su paseo por el lago, pero como a mi el frío me volvía a castigar, y el Sul se iba a patear a un pueblo que había a menos de un kilómetro, me fui con el, ya que sentía curiosidad sobre el costumbrismo que esas casas de madera que se veían a lo lejos podían ofrecer. La aldea en cuestión era Tzukhsy, un lugar muerto, abatido por el frío.

Aunque había más perros ladrando que personas, si pudimos encontrarnos con algún lugareño que venía de hacer sus tareas mientras lo atravesábamos. Las viviendas de madera eran preciosas, de la Rusia profunda, y los enormes almacenes de leña eran de foto. Nos encantó el lugar, y decidimos continuar por la carretera por la que se accedía al pueblo, porque el movimiento había hecho desaparecer el frío por completo

Recorrimos casi tres kilómetros sin cruzarnos apenas con algún coche, eso sí nos cruzamos con el ciclista suicida, que dejó claro que las bicicletas no son sólo para el verano. Cuando llegamos a Rudoshany, otro de los pequeños pueblos de la zona, aunque más avanzado que Tzukhsy, decidimos darnos la vuelta y regresar al campamento. Campo traviesa, guiándonos por el cableado de los postes de la luz, conseguimos llegar a nuestra dacha, allí estaban descansando sobre los camastros el resto de drugos, que habían estado protagonizando un capitulo de Jara y Sedal extremo junto a los pescadores bielorrusos. Nos calentamos jugando una pochita que me ganó Chema en la última mano.

Como no había podido tomar muchas fotos, porque el frío me había jodido la batería de la Reflex, la cargue un rato y me fui con Chucho, de vuelta a Tzukhsy, donde hicimos un buen reportaje de esas dachas tan autenticas, muchas de ellas cerradas a cal y canto y sólo utilizadas como segunda residencia para las gentes de Brest, Minsk, Gomel, Vitebsk y otras ciudades, que acuden a la región de los lagos Narach en verano.

Cuando volvimos, el resto del grupo esperaba pacientemente en el restaurante del complejo a que nos sirviesen la comida. Apunto estuvimos de no poder comer por falta de sitio y comida, pero las sobras de otros grupos hicieron las veces de nuestra comida. Cuando nos llamaron a la mesa nos topamos de bruces con el grupo de rusos comiendo, a cada cual más terrorífico, en especial había uno que llevaba un pantalón de pijama subido hasta la altura de los pezones, en mi opinión ese hombre no tenia que poner mucho empeño en su actuación en la peli de terror que estaban rodando, asustaba al miedo por si solo.

Con el shock aún en el cuerpo nos sentamos para que nos sirvieran la típica sopa con grumo de la zona, que por cierto suele tener buen sabor, y de segundo, otro plato de la cocina tradicional bielorrusa, las chuletas de cerdo con salsa de setas (kotleta pokrestyansky). En total pagamos 64.000 Br (unos 18 €), que incluían la presencia de Bernon en la mesa, y digo esto porque nuestro querido compañero se había mimetizado en Dyango, su jersey de cuello alto recordaba a esos playboys de la canción latina de los años 80. Menudo fetiche.

Acabada la comida, hubo la típica sobremesa con té, y allí se sentaron con nosotros el hombre del pijama al que me he referido antes, y la guapa del grupo, que además chapurreaba el español. Estuvimos un rato de chacharra, pero algunos decidimos ir a reposar a la cabaña, al parecer los que se quedaron formaron parte del reparto de la horrorosa película de terror, incluso Sulen Albarn, haciendo gala de tener los mismos problemas que Don Johnson, participo en el rodaje* con una frase en español.

* Ver video de la actuación.

 

Al final todos acabamos tirados en los camastros, algunos dormidos, otros degradando, pero en general con una agustividad fuera de lo común. Estaríamos unas dos horas haciendo el perraco hasta que llego la furgoneta que nos iba a llevar hasta la frontera, conseguimos negociar un precio razonable (50 €), teniendo en cuenta que no teníamos otra forma de llegar. Precisamente fue el mismo dueño del Hotel Complex Shvakshty el que se ofreció voluntario para llevarnos hasta allí, en un viaje de unos 80 km con su propia furgoneta.

En una hora aproximadamente cubrimos el trayecto hasta Kotlovka – Lavoriškės, el puesto fronterizo entre Bielorrusia y Lituania que mejor nos pillaba. Allí maleta en mano, nos dirigimos hasta las casetas de la policía de frontera, y no tuvimos problema alguno en salir, entregamos el papelito que habíamos rellenado a la entrada del país (es fundamental no perderlo), y después de una larga y exhaustiva revisión de pasaportes bajo una gran nevada, pudimos pasar a la tienda libre de impuestos, paso previó antes de entrar a Lituania. Estaba preciosa la frontera todo nevada!!!

Frontera bielorruso – lituana (Kotlovka – Lavoriškės)

Allí estuvimos consumiendo más de media hora los rublos que nos quedaban, que si vodka, que si tabaco, que si una muñeca de paja más fea que pegar a un padre, que si patatas revenías, que si unas birras locales, etc, etc…; ni con esas conseguíamos gastarnos los rublos, y la señora flipaba del saqueo que estaba sufriendo su comercio. Yo particularmente me desmarqué de esa ola consumista y me guardé mis rublos para cambiarlos en Lituania, a pesar de que la astuta dependienta decía que nos iba a ser imposible cambiarlos, algo que se demostró era mentira, ya que cerca de la estación de trenes de Vilna hay una casa de cambio en la que se pueden cambiar Rublos bielorrusos.

Con las compras hechas continuamos andando y entramos en Lituania, para algunos como Capello y yo era la primera vez que visitábamos el país báltico (taca-taca-taca-ta)*, el resto ya había estado aquí en el Interrail 2004. Allí, tras pasar el rutinario passport control, fuimos informados por parte de los policemans de que no existía medio de transporte alguno para llegar a Vilna. Aunque algún descerebrado hablo de ir andando hasta la capital, finalmente Sul consiguió comunicarse con uno de los policías que hablaba alemán. El hombre se enrollo al máximo y a parte de llamarnos a un taxi que nos vendría a recoger, nos proporcionó un habitáculo en el que se abrieron varias cervezas para amenizar la espera.

* onomatopeya muy popular entre los diamantinos que se aplica cuando vas a entrar a un país nuevo y te van a sellar el pasaporte.

  

Foto prohibida de la Frontera Bielorrusa con Lituania.

Pero no se acababan aquí los problemas, el otro asunto por resolver era el alojamiento. No teníamos nada reservado, y no queríamos un albergue, sino un apartamento como en Minsk. Como los policías tenían ordenadores me acerque hasta su garita y les pregunte si podía usar Internet, el poli bueno me dijo que sin ningún problema, y fue así como localicé esta web: www.apartment-vilnius.com, donde venían varios apartamentos a buen precio y un teléfono de contacto (+370 699 32 672; E-mail: stasys@apartment-vilnius.com).

Después de dar las gracias al personal, volví con los chavales y a los pocos minutos hizo su aparición el taxi. Durante el viaje se gesto la negociación de los apartamentos, llegando a un buen acuerdo económico, dos apartamentos dobles por 40 € la noche cada uno, muy buen precio teniendo en cuenta que lo pagaríamos entre los siete.

Poco tiempo tardó nuestro taxi en recorrer los 35 km. hasta Vilna, le pagamos los 35 € que marcaba el taxímetro, y nos bajamos en la misma puerta en la calle Pilies, una de las más céntricas de la ciudad. Allí nos estaba esperando Tachenko, el mecenas de los apartamentos. Como íbamos siete y los apartamentos eran sólo para cuatro, improvisamos una actuación en la cual nos despedíamos de , Capello y Sul, como si ellos se marchasen a la estación para coger un tren a Varsovia. La verdad es que nos ganamos la estatuilla por lo improvisado a la par que natural que salió todo. Tachenko se la había comido enterita y con pellejo.

Después nos distribuimos en dos, Chema, , Capello y Bernon irían al apartamento más clásico, y Sul, Chucho y yo, que nos quedábamos más días en el apartamento fashion de los modernos. La verdad ni en nuestros mejores sueños hubiésemos imaginado estar esa noche alojados en un sitiazo de esas características (lavadora, Internet, TV por cable, etc…), y más teniendo en cuenta que hora y media antes no teníamos nada, y ni siquiera sabíamos si existía la posibilidad de alquilar apartamentos a buen precio en Vilna. La expedición había triunfado, y eso merecía una celebración.

  

Después de la tradicional ronda de duchas, y con todo el equipo listo, salimos con mucha ilusión para disfrutar de la noche de Vilna, pero teníamos un pequeño handicap, y es que era miércoles, aún así lo teníamos claro, íbamos a ir al Lithuanian Wild Club, un garito que hizo las delicias de los interraileros en 2004, pero que entre muchos jóvenes lituanos no gozaba de muy buena reputación por tratarse de un club de streaptease.

Antes de ir al club, hicimos la típica base alimenticia forzada para engañar al estómago, para ello fuimos al restaurante Cili Pica, una pizzería cercana a nuestro hogar, en la que repetiríamos los días sucesivos, allí comimos unas copiosas pizzas con unas jarras de Svyturys, la cerveza más popular de Lituania. Anteriormente nos habíamos provisto en el cajero de unas cuantas litas* para quemarlas en el país báltico, yo particularmente le di una buena hostia a la tarjeta, saque unas 1.200 Litas, unos 350 €, más la comisión del 4% que te cobran en todos los cajeros del extranjero, de éstas, 40 € eran para saldar deudas con Bernon y 100 € para prestar a Chemone Jesús Gil.

* La moneda lituana es la Lita. 1 Euro (€) = 3,45 Litas (Lt.). Enero 2009; la Lita a su vez se divide en 100 centų. Esta previsto que para 2010 las Litas sean sustituidas por el Euro, aunque debido a la gran inflación que sufre la moneda lituana, este relevo se puede prolongar hasta 2013.

Con toda la parte logística finiquitada nos fuimos al Lithuanian Wild Club ( entrada: 10-15 Lt. = 3 – 4,50 €), que se localiza en la avenida principal de Vilna, la Gedimino Prospekt. Elegimos este lugar por las buenas referencias de los chavales, que estuvieron aquí cuatro años y medio antes, cuando al parecer la fiesta y el descontrol era grande. Pero esta vez la cosa no iba a ser igual, que fuera miércoles fue determinante para que aquel lugar estuviese totalmente vacío, daba hasta lástima ver contonearse en la barra a la streaper con un baboso, un único baboso mirándola los pechos. 

Nos tomamos un vodkita por el que nos sangraron bastante para matar el mono, y acto seguido, y a sabiendas de que la ciudad dormía, volvimos a nuestros apartamentos, cayendo en un profundo y placentero sueño. Milagrosamente no habíamos trasnochado.

 

  Jueves 8 Enero: Vilna – Trokai – Vilna: Excursión a Trakai, maquillando el viaje

Como la noche anterior no fue de mucho daño, nos levantamos frescos como las rosas y con un objetivo, hacer alguna excursión de un día (day trip) a algún lugar interesante en los alrededores de la ciudad. Como no teníamos guía de Lituania, ni información de ningún tipo, nos fuimos a la Tourist Office más céntrica, que se localiza en el propio edificio del Ayuntamiento (Didžioji St. 31 (Town Hall), telf. +370 5 262 6470, fax +370 5 262 0762, e-mail: turizm.info@vilnius.lt. Horario: de lunes a viernes de 9 a 18 h, y sábados y domingos de 10 a 16 h). Para ver todas las oficinas de turismo de Vilna, pincha aquí.

Allí nos aconsejaron que lo mejor que podíamos hacer es ir a Trakai, una pequeña ciudad de algo más de 5.000 habitantes que se localiza al oeste de Vilna, a escasos 28 km de la capital. Allí se localiza posiblemente la mayor atracción turística de todo el país, el Castillo Medieval de Trakai. Como las dunas muertas de Klaipeda quedaban muy lejos, y la ciudad de Kaunas es más conocida por su equipo de baloncesto (el Zalguiris) que por sus atractivos turísticos, no lo dudamos ni un momento y nos decidimos por Trakai.

Antes de dirigirnos a la Terminal de autobuses (Sodų 22, Información telefónica en Vilnius 1661; llamando desde un móvil o de otras ciudades de Lituania 8 900 01661), desde donde salía nuestro bus, hicimos una parada en el Supermercado Rimi, que estaba junto al Ayuntamiento, esta cadena de supermercados es la más importante de todos los países Bálticos, especialmente en Letonia. En el Rimi nos compramos unos batidos de chocolate y unas chocolatinas para coger fuerzas para la excursión.

Desde el ayuntamiento continuamos dirección sur por la calle Arklių, en unos 20 minutos estábamos en la Terminal, donde compramos los billetes a Trakai ( 5,60 Lt = 1,62 €). Sin tiempo para más, tomamos el bus nº 28 a las 11.35 h, en poco más de media hora llegamos a Trakai, eso sí llegamos hechos unos témpanos, ningún pasajero se atrevió a quitarse el abrigo en el viaje de la escarcha. La terminal de buses de Trakai (telf.: 51333) esta en la conjunción de las calles Gedimino y Vytauto, y precisamente fue esta ultima calle, la que tomamos para atravesar el pueblo.

  

La fuerte nevada que cubría por completo el pueblo, y día soleado con que amaneció esa mañana hizo que Trakai se viera más bonito de lo que ya era de por si. Trakai se asienta en una estrecha península que esta rodeada por tres lagos, al oeste el Totrisku, al este el Bernardinų, y al norte, el más grande de todos, el Lago Galvė, donde se encuentra e castillo insular.

Pero antes de llegar al famoso castillo, pasamos por el castillo peninsular (Trakų Pusiasalio Pilis), el patito feo de los dos castillos de Trakai, ya que se encuentra peor conservado, pero con una historia a sus espaldas igual de fascinante, data del s. XIV. La verdad es que no le prestamos mucha atención al monumento, nos llamó más la atención el lago Bernardinų, que estaba completamente helado, y unos chavales estaban puliéndolo para echarse una pachanga de hockey. Hubo retoces en la nieve de los chavales que iban preparados para la ocasión.

Continuamos a orillas del lago por el embarcadero, hasta llegar al primer puente que une la península con un primer islote Karvine s. (Karaimka), aquí hay un curioso monumento en madera del gran duque de Lituania Vytautas el Grande, el cual se atraviesa para coger un segundo puente de madera hasta la isla de Pilies, donde esta el castillo.

El Trakų salos pilis (Castillo de la isla; entrada: 6 Lt. con carnet de estudiante, el doble sin carnet). Iniciado en plena Alta Edad Media (s. XIV) por el monarca lituano Kęstutis, y terminado hacia 1409 por Vytautas el Grande. Fue varias veces destruido, acabándose de reconstruir en 1961. El castillo se compone de un museo, que va explicando la historia del mismo, así como la etnográfia lituana, a través de multitud de objetos de diferentes siglos. La visita a este lugar es fundamental para comprender lo que dio de si el Gran Ducado de Lituania, que se prolongó desde el s. XII hasta el XVIII, y que tuvo su centro en Trakai.

Después de estar un rato merodeando por los alrededores del castillo, tirándonos unos bolazos, haciendo unos saltos por el mundo, etc…, etc…; volvimos por donde habíamos venido deleitándonos con las pintorescas casitas de madera de colores que salpican todo el pueblo de Trakai. En invierno es un lugar sin duda mucho más bonito que en verano.

El largo paseo empezó a dejarse notar en forma de hambre, así que después de no ponernos de acuerdo a la hora de decidir restaurante decidimos ir a un supermercado de la calle principal, allí tenían todo lo que queríamos. Algunos se pillaron pollo, otros codillo, algunos ensaladas, otros bananas de postre,  etc.. El caso es que nos lo comimos allí mismo sentados en unos bancos y al estilo cromagnon, con hueso en mano, y con el hocico lleno de grasa. Acabada la comida, José María Sánchez, el hombre más incendiario del grupo se compró unos cohetes, y se dedicó a tirarlos en la puerta del comercio, pudiendo dejar a más de un transeúnte tuerto.

Apurados de tiempo, perdimos el autobús en nuestra cara, y tuvimos que esperar casi media hora hasta que llegara el siguiente, un bus más pequeño, pero más caliente que el de la ida. Allí se esnucó todo el mundo, y con una precisión de reloj nos levantamos todos al mismo tiempo cuando el bus llegaba a Vilna. El detalle gracioso del viaje fue que a Bernon se le había pegado una yonkilata de cerveza que se había comprado en el super de Trakai. El tío había sido capaz de echarse la siesta con eso de la mano gracias a su mano de playmobil curtida en la noche madrileña.

En Vilna, ya había caído la noche, y mientras el grupo que volvía a Varsovia compraba sus billetes para marcharse al día siguiente; los inquilinos del apartamento moderno (Sul, Chucho y yo) volvimos a casa a descansar un poco, antes de la noche toledana que nos esperaba. Allí estuvimos disfrutando del programa favorito del Sul, Megaestructuras, de ahí su apodo de Butrón. También disfrutamos de un documental muy cachondo sobre Namibia, país en el que habíamos estado hacia escasas dos semanas, el documental era curioso porque tenía como protagonista a la ex primer ministro de Nueva Zelanda, Jenny Shipley, una mujer entrada en carnes que estaba determinadísima.

A todo esto, habíamos quedado con algunas couchsurfers vilnenses, que se habían ofrecido a mostrarnos la noche de la capital. A las nueve llegaba Vaida, por lo que nos duchamos rápidamente, y nos juntamos todos en el apartamento clásico, que a parte de ser más grande sería abandonado al día siguiente, por lo cual estaba mejor posicionado ante un posible mancillamiento o roturas varias.

Allí nos trajimos unas pizzas, otra vez del Cili Pica, nuestro restaurante preferido. Nos la comimos para tener reservas, y empezamos a descorchar vodkas de todas las marcas y nacionalidades (rusos, bielorrusos, estonios, lituanos, etc…), a todo esto había llegado Vaida, que venía acompañada de una compañera de piso, Lina. Ambas, como buenas alcohólicas, venían provistas de yonkilatas que guardaban en sus bolsos. Su intención no era salir esa noche porque trabajaban mañana, así que simplemente habían ido a oler, aunque finalmente una de ellas picaría el anzuelo de la noche.

Poco después llegó Simona, otra de las couchsurfers con las que habíamos contactado, y que venia acompañado de otras tres chicas, cuyos nombres no recuerdo, pero que eran compañeras de la universidad. Sin esperar ya más gente nos pusimos a calentar motores con la variada gama de vodkas, e intentamos entablar conversaciones con las chicas, pero teníamos el cerebro más seco que el ojo de la Inés, y hablar inglés nos suponía un tremendo esfuerzo.

Poco a poco fueron cayendo las unidades, y la gente se fue soltando la lengua, incluso hubo gente que se le soltó demasiado y alcanzó el grado de lengua de trapo, me refiero concretamente a Simona, que se bebía el vodka a palo seco y de un trago se mato dos vasos, una ingesta que pagaría poco después. Hicimos algunas fotos con las muchachas, incluso las clásicas fotos individuales del viaje, que las teníamos pendientes de hacer, y salimos a la calle con la esperanza de que fuera un jueves salvaje.

Al primer sitio que fuimos, recomendados por Vaida, fue al Mojito Naktys (Didžioji 33/2; telf. +370 610 041 31.  Horario: de martes a jueves de 20.00 a 2.00 h., viernes y sábados de 20.00 a 5.00 h, y domingo y lunes cierra), algo así como Noches de Mojito, pero allí el puerta dio el alto a Simona, que desde ese momento ya había pasado a modo trompa, y ya se la conocía en círculos cerrados como Simona “La Trompa”. A pesar de que intentamos discutir el asunto con el portero, había poco que hacer, era evidente que la chica iba perjudicada. Mientras algunos ya estaban en la planta de abajo pidiendo, otros salimos con Simona y las amigas para ver si se recuperaba, y en este tensa espera su trompa salpicó a más gente, en concreto a mis zapatillas, las cuales fueron potadas impunemente por la lituana, en una escena que me recordó a la película “Este chico es un demonio” (1990)*, cuando el rebelde niño (Michael Olliver) devuelve a manguerazo limpio cuando sus padres le montan en una atracción que da vueltas rápidamente. No os la perdáis.

Mientras me limpiaba con la nieve las zapatillas, Simona cayó en la cuenta de que se había olvidado el bolso en el apartamento, buenaaaa!, pero estaba como para moverse mucho… Con lo revuelta que andaba las amigas llamaron a un taxi y la empaquetaron para su casa, recuerdo que su compañero de piso cuando le llamaron al móvil dijo algo así: “pero otra vez esta trompa…”. Grande Simona!

Después del incidente volvimos al Mojito Naktys, un garito de dos plantas, pero muy pequeño. Estuvimos en la planta de abajo probando los afamados mojitos locales, los cuales eran un buen clavo (23 Lt = 6,60 €), otros optaron por el Absolut (16 Lt), pero en general el garito aparte de ser caro, tenía poco que ofrecer, así que pedimos un cambio. Reconocer que los mojitos eran de excelente calidad.

Al parecer todos los martes hay fiesta Erasmus en el Prospekto, uno de las discotecas más populares de la ciudad, aunque aquel día era jueves, pero resulta que también había fiesta Erasmus. Fuimos paseando hasta el garito, y de camino pasamos, una vez más, por la Catedral de Vilna (Katedros aikštė), que estaba especialmente hermosa con la iluminación nocturna que reflejaba sus blancos muros, que se hacían más blancos por la gran capa de nieve que rodeaba todo el monumento.

Desde allí continuamos por Gendimino, la calle principal, donde se halla el Prospekto PUB (Gendimino pr. 2/1; telf. + 370 52 12 08 32, + 370 52 12 03 85. Entrada: 10 Lt -erasmus-, 20 Lt -no erasmus-), un bar que recomiendo totalmente por su animación, y sus precios. La entrada nos costó el doble que a los Erasmus por que me pilló en un momento cuajadera y no supe mentir y decir que era estudiante, pero no te piden nada, así que lo mejor es decir que estudias en Vilna de Erasmus y que te hagan el especial price.

Como ya he dicho, este es un buen lugar para aquel que no busque nada sofisticado, sino simplemente fiesta y diversión. Aquí el ambiente esta garantizado, casi toda la gente son estudiantes que no paran de hacer bailes eléctricos, y  que despejan mejor que Materazzi. Estuvimos varias horas bailando y moviéndonos como zariguoyas por las plantas del pub, que esta decorado al estilo palacete. Allí estuvo Vaida hasta casi el final, mientras que Lina y el resto de la chicas no llegaron ni a entrar.

La imbriagazzona fue grande, y las inmolaciones varias; finalmente por tandas fuimos regresando a los apartamentos, (alguno llego de milagro, ya que se quedo sobado sobado en una silla con el cuello rotisimo) serían cerca de las seis de la mañana, y había gente que al rato tenia que coger un tren a Varsovia. A otros nos quedaban dos y hasta tres noches más en Vilna. JA-JA-JA-, viaje patrocinado por Palmada Tours.

 

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