Sábado
3 Enero: Minsk: Ésta
ciudad no es para Minsk (por el frío que hace)
Nos despertamos tarde. El
Pichi Pagafantas y mi
brother llegaban procedentes de Moscú, y baje a buscarles
cuando recibí su mensaje. Mientras tanto, la gente se iba preparando
para combatir un nuevo día de frío, pero esta vez tocaba hacer la calle,
viajar en plan visitar.
Como era ya la hora de comer nos
saltamos el desayuno y fuimos directamente al Macca (McDonalls) de la
avenida principal (Nezavisimosty), mientras íbamos paseando calle
abajo pasamos por la Plaza de la Victoria (Ploscha Peramohi),
una gran rotonda en cuyo centro se alza orgulloso el Obelisco a la
Victoria; después paramos a hacernos unas fotos en el puente que
cruza el
río Svislach, que por cierto estaba totalmente helado, en esta
zona se encuentran dos de los principales parques de la ciudad: el
Janki Kupaly y el parque infantil Gorki, en el que se puede
subir a una impresionante noria para tener unas buenas vistas de la
ciudad.
Paso a paso, cada uno se iba haciendo
un retrato robot de lo que era
Minsk, pero todos teníamos algo claro, que
era una ciudad que
desprendía paz, regusto comunista y limpieza, mucha limpieza. Una
especie de Suiza soviética, mucho menos tóxica que las ciudades
rusas, pero con claras reminiscencias comunistas en los grandes
edificios almenados de hormigón, y en las amplias avenidas, a lo que hay
que sumar la gran cantidad de nieve que cubría toda la ciudad. Minsk
en invierno esta preciosa. (No hay que olvidar que en esta ciudad, hay
gente que trabaja quitando nieve!!! pero no en plan quitanieves no, en
plan una pala y haciendo montoncitos en la cera!!!)
De camino al McDonallds,
continuamos viendo el Palacio de la República, frente al cual
habían instalado un árbol de navidad gigante, y una pista de hielo
improvisada que hacia las delicias de los más pequeños, además, justo en
esta plaza se halla una placa conmemorativa del km. 0 de
Bielorrusia. Cuando nos quisimos dar cuenta nos vimos dentro de un
Macca atestado de gente, puedo decir sin miedo equivocarme que es el
Mc Donalds* con más gente que haya visto nunca, de ahí que
Sul,
Rá,
Sulen y
yo nos fuéramos a un restaurante que había al lado,
el Café Abrikos (Nezavisimoty 23, tlf. +375 172 273 106).
* un menú completo
cuesta unos 13.000 Br aprox. (3,70 €)
Tardaron tanto en servirnos las pizzas,
que antes de empezar ya estaban con nosotros los sacos de pienso que
habían ido al Mc Donalds, así como Jenny, una estudiante
de filosofía de Minsk que habíamos conocido a través
del
Couchsurfing y que nos acompañaría para enseñarnos parte de la
ciudad. Y no muy lejos de allí, continuando por la avenida principal
estaba uno de los highlights de la city, el edificio de la KGB,
de corte clásico y tonos pastel, no ha de ser fotografiado sino se
quiere tener un problema muy serio con la policía, pero bueno, como no
aprendemos nosotros le tuvimos que fotografiar varias veces.
La
KGB fue el servicio de inteligencia de la antigua Unión
Soviética, temido y respetado por sus métodos represivos, desapareció en
1991 cuando cayó la URSS, pero en Bielorrusia continúa
manteniendo su nombre original porque fue aquí donde surgió, además se
dice que mantiene los mismos métodos de espionaje de la KGB soviética.
Algo que no es de extrañar teniendo en cuanto que su pr esidente
Aleksandr Lukashenko no es amigo de ningún tipo de voz que se
alce en su contra. Quizá el silencio y la tranquilidad que se respiran
en Minsk también se deban en parte al miedo de una población
resignada a no poder expresarse en contra de las medidas que se toman en
su propio país.
Continuando con la visita, y tras pasar
por el edificio de Correos, llegamos a la Plaza Nezalezhnastsi
(Plaza de la Independencia), una moderna plaza jalonada de fuentes, y
que fue inaugurada hace poco más de dos años. En sus subterráneos se
construyó un centro comercial que visitaríamos al día siguiente. Entre
otros edificios destacados esta el del Instituto de Cultura, que es uno
de los más altos de la ciudad, y desde cuya azotea hay una vista de toda
la ciudad.
A todo esto Jenny nos iba
explicando todo con mucho entusiasmo, el problema es que controlar a
tanto borrego junto era difícil, y realmente se la hacia poco caso, pero
bueno ella en ningún momento se vino abajo por este motivo. La siguiente
visita fue a las instalaciones de la
Universidad Estatal de Bielorrusia (BSU), que estaban un poco
muertas, y sin estudiantes, ya que era época de vacaciones. Algunos
drugos hicieron una incursión al interior de una de las facultades, pero
no encontraron motivo al que degradar.
Después de la clásica visita
universitaria, nos hicimos con unos bucales de cerveza que sabían a
rayos y que se bebieron a mala gana, y al poco rato se nos unió Elena,
la vecina y mejor amiga de Jenny, que también pertenecía al
Cocuchsurfing. Nos llevaron primero a ver una escultura de un
carro tirado por caballos, en la que es típico hacerse unos posados,
cosa que hicimos. Acto seguido, y tras pasar por la residencia de
Aleksandr Lukashenko, un edificio al más puro estilo comunista,
continuamos la visita dirección al Palacio Presidencial, que no
ha de ser confundido con el Palacio de la República a pesar de su
parecido tanto en nombre como en estética torrezna.
Nos despedimos de Elena y
Jenny, y las emplazamos para el botellón de la noche en nuestro
apartamento, mientras, continuamos caminando hasta una gran pista de
patinaje que habían instalado en las cercanías del río. Nos acercamos a
oler, pero como hacia frío decidimos seguir y atravesar el Svisloch,
que estaba completamente helado. Para cruzarlo tuvimos que luchar unos
con otros, porque los que conseguían cruzar empujaban al resto desde la
orilla para que resbalasen por la superficie helada y volviesen a caer
al río.
Cuando todos cruzamos, aparecimos junto
a una de las iglesias más curiosas que se hayan visto, la Iglesia de
Santa María Magdalena (1847), un templo ortodoxo de reducidas
dimensiones, que consta de un campanario en su parte alta y de una única
y amplia bóveda, siendo su planta cruciforme. Curiosamente esta pequeña
iglesia se localiza sobre un pequeño islote sobre el río, la llamada
Isla de las Lágrimas, un detalle del que no nos percatamos estando
allí, ya que al estar todo nevado y ser de noche apenas se distinguía
nada.
Al
lado de la Isla de las Lágrimas, en la orilla este del río se halla el
casco antiguo de la ciudad (Traetskae Prodmeste), el lugar más
visitado de Minsk, ya que se reconstruyó para recrear las
viviendas de los ss. XVII y XVIII. Es una zona adoquinada con muchas
casitas de diferentes colores, en la que se localizan algunos de los
mejores restaurantes de la ciudad. Hecha la pertinente visita
continuamos hacia casa, y de camino pasamos por el edificio de la
Opera y Ballet de Minsk, y por la Plaza de la Victoria, en
una gran peregrinación endurecida por el frío minskense.
Después de la fría visita, volvimos a
casa, donde empezó el carrusel de duchas, ¡venga mas!, Faustino*
que pase el siguiente. Mientras, los duchados iban fabricando las
primeras bombitas, que si un vodka con naranja por aquí, que si un
wiskola por allá, que si el zumo de tomate tiene grumo, etc… Entre unas
cosas y otras fueron llegando las invitadas a casa, primero llegaron
Jenny, Elena y Nana, las tres amigas y miembros del
Couchsurfing; después llego, con su sobriedad habitual, Olga,
la profesora de español.
* popular personaje de
nuestra infancia en el barrio de Aluche, era el padre de Marcelo,
dependiente de Raumi, la tienda de chucherías de la calle Ocaña, la que
posteriormente se llamaria Tomasita. Hizo
popular la frase ¡venga mas.,,!. Por ejemplo los niños le decían:
“Faustino, me pones una fresa, un regaliz…, y el con su voz de ogro les
replicaba, venga mas..!!!”. Como diciendo venga coño que no tengo todo
el día para estas gilipolleces.
La sobremesa copera fue transcurriendo
con normalidad, destacando las imitaciones de
Ra –
Fary – “en un momento de arte, en un momento de gloria; deja a
los chavales camelar, si quieren camelar, que camelen…”. Un autentico
crack del chuzismo. Las propiedades del zumo de tomate también dieron
mucho juego. Entre tanto, Jenny y Nana ya se habían
marchado a casa porque trabajaban al día siguiente, y a nosotros nos
habían dado casi las dos de la mañana y ahí seguíamos. Levantamos
nuestros sucios culos y nos fuimos en taxi (15.000 Br) dirección
NLO (UFO) (Yakuba
Kolasa 37), la discoteca en la
que la noche anterior se nos había denegado el acceso.
Y que pasó, pues lo
mismo, que no pegábamos ni con cola en ese ambiente de visones, cueros,
y botas de tacón de aguja, así que repetimos la jugada maestra del día
anterior, nos fuimos al
Max Show. (Nezavisimosty 73. Entrada:
35.000 Br = casi 10 €
). Allí lo de siempre vodkas, pitillos y
contoneos varios, algunos con bailes nuevos importados, como Chucho que
traía un repertorio a lo
Jamiroquai con el que parecía haber superado sus problemas de
descoordinación.
El caso es que dio el cierre y la gente
con su castañazo fue llegando a casa como buenamente pudo, algunos
rezagados que habían tenido problemas con su GPS venían con una fémina,
la llamada Bruja Lola o Brujita Verón, según el prisma con
el que se la mirase. La muchacha les había ayudado a encontrar la calle
y había subido con la única e insana intención de tomarse la última
copa. Pero lo que se encontró no solo fue eso, sino que además pudo
disfrutar de un espectáculo de variedades a cargo del Diamante es
Carbón, digno de una revista de
José Luís Moreno. Otros por el contrario, llegaron antes de tiempo,
y tuvieron que dormir en la escalera, en el suelo de piedra frio como el
hielo!!! este fue el caso de Ra, Saúl y Chema.
Y digo esto, porque la gente a esas
horas estaba totalmente engorilada y desatada: se rompían puertas, se
desgarraban cortinas, y se jodían sofases a parte del espectaculo
escrotal que ahí tuvo lugar. Y cada cierto tiempo
entrábamos a la cocina, bailando la conga, el Camaleón de
King Africa, o Bombaaaaa!; con unos vestuarios de coña, el que
no iba ensotado, llevaba una enagua por ropa interior, el que no llevaba
un huevo fuera, llevaba los dos; y a todo esto la pobre mujer, la
Brujita Verón, testigo incrédulo de todo este carnaval, sólo hacia
tres cosas: beber, pitillear y deshuesarse; creo que no olvidara ese día
en su vida.
Acabado el espectáculo la mujer se
marcho, con más pena que gloria, hubo unas ultimas peleas tipo
Royal Rumble, las tipicas y ya conocidas comunas estilo setas en el
Vondel Park, unos encima de otros amasadisimos, la gente con fracturas, y esguinces de hígado.
Despues de esto la gente se
fue a dormir donde buenamente pudo.
Domingo
4 Enero: Minsk: Minsk, la ciudad licua-cerebros
Amaneció un domingo soleado,
Sul Nervioskaya, haciendo gala de que su carne tiene mucho
nervio, se levantó el primero y se marchó en solitario a ver Minsk.
Una hora después los Alba BROS, guiados por la inanición salimos
en busca de comida, y al rato el resto del grupo también estaba expuesto
a los -12 grados con que nos obsequió la capital bielorrusa esa “calida”
mañana soleada. En la plaza de la Victoria, tuvo lugar otro de los
famosos ritos de los Diamantinos, los ya conocidos "Saltos por el
Mundo".
La visita fue calcada a la del día
anterior, salvo la de Sul, que por aquello de no perder dinero fue el
único en visitar el
Museo de la Gran Guerra Patriótica (Nezavisimosti 25 A; horario:
de martes a domingo de 10 a 17 h., los lunes cierra). Como el riego no
nos daba para más, el sitio elegido para comer fue el mismo que el de la
jornada anterior, el Mc Donalds, que estaba igual de atestado que
un día antes. Comidos y jodidos de tanta parranda, continuamos hasta la Plaza Nezalezhnasti o Plaza de la Independencia, pasando por
delante del edificio de la KGB otra vez. ¡Si señor!, a esto se le
llama amortizar un viaje.
En la Plaza de la Independencia,
donde se encuentra el edificio del Gobierno de Bielorrusia, introdujimos
dos nuevas variantes, en primer lugar visitamos la
Iglesia católica de San Simón y Santa Elena (1910), una de las
más emblemáticas de la ciudad, a pesar de que el 80% de la población de
Bielorrusia es ortodoxa; la segunda variante fue la visita al Stalica,
un centro comercial totalmente occidentalizado que hay en los
subterráneos de la plaza.
Finalmente después de deambular por las
galerías subterráneas, por un curioso submundo que esconde Minsk
bajo sus pies, y de pasar por la Universidad, llegamos a la
estación central, nuestra misión ahora era decidir donde íbamos al día
siguiente, puesto que era nuestra última noche en la capital de
Bielorrusia.
Con el cansinismo que llevábamos y con
el castigo cerebral al que nos estábamos sometiendo, la decisión sobre
donde comprar el billete de tren nos iba a llevar cerca de dos horas. El
desconocimiento generalizado que teníamos todos a cerca del país
agravaba aun más la situación, por lo que no nos quedó más remedio que
leer la
Lonely en alto para al menos tener una base, eso sí mala, de
información que nos sirviese para decantarnos por algún lugar.
Aunque no es costumbre nuestra lo de
leer en plan predicador las guías, esta vez fue necesario. A partir de
esta lectura iban a surgir dos propuestas principales: Brest y
los bisontes; o Vitebsk y la dacha* en el lago
Narach.
Bernon du Pravia era defensor a ultranza de ir a Brest, su
pasado familiar siempre ha estado marcado por el comunismo, de ahí que
le atrajese mucho la idea de visitar la
Fortaleza de Brest, cuya leyenda creció cuando aguantó
estoicamente los feroces ataques de las tropas alemanas durante la
Segunda Guerra Mundial, lo que le valió el distintivo de “Ciudad
Heroica”.
* Las
dachas son casas de campo tradicionales,
generalmente de madera, aunque el nuevo concepto de dacha tiende a ser
construida en ladrillo. Suelen estar edificadas a orillas de lagos, en
plena naturaleza virgen, y muchos rusos y bielorrusos las utilizan como
residencia de verano.
Pero la lógica decía que era mejor
continuar a
Vitebsk, una ciudad que nos habían recomendado varias personas,
y finalizar nuestra estancia en Bielorrusia en la dacha del lago,
puesto que dábamos por hecho que lo de ver bisontes iba a ser una tarea
harto complicada, ya que al parecer sólo quedan 300 ejemplares en el
Parque Nacional de Belavezhskaja Pushcha, y que retroceder a
Brest era un atraso. (Ahora es cuando nos acordamos del tiempo de pocha
que empleamos en Brest, que nos quito de ver la fortaleza que para
colomo estaba cerca de la estacion, buena!!!
Finalmente llegó Olga para liar
un poco más la madeja, decía que lo bonito de Bielorrusia era la
parte oeste cercana a Polonia (donde estaba Brest y el
Parque citado), que el este era muy feo, muy soviético, sin nada que
ver. Jenny por su parte nos había dicho que Vitebsk era la
ciudad que más le gustaba de Bielorrusia, y Vitebsk estaba
al oeste, por lo que todo seguía liado. Entre pitas y flautas, a
Chema y a
mí nos entró como una especie de ataque de ansiedad, la famosa
depresión del viajero, o eso decíamos, pero lo cierto es que estábamos
algo cansados, por lo que cogimos un taxi y nos fuimos a reposar a
nuestro apartamento, no sin antes comprar un par de cervezas en formato
frasco de jarabe, para que veais lo malitos que estabamos jeje, bastante indigestas por cierto.
Allí, totalmente hundidos en la
miseria, esperamos a que el resto del grupo llegase mientras nos
contábamos nuestras penas. Al cabo de dos horas aparecieron con dos
novedades, la primera era que finalmente habían comprado el
billete a
Vitebsk (21.000 Br = 6 €); y la segunda es que tocaba ir a
cenar a casa de Olga, que iba a preparar una cena tradicional.
Como buenos caballeros españoles, las botellas de vino y cerveza no
faltaban en la compra previa que habían hecho los drugos del diamante.
Para ir a casa de Olga,
tomamos dos taxis. La casa estaba lejos, muy lejos. Nada más llegar a
los bloques comunistas, un aire de recuerdos invadió nuestras cabezas,
ya que guardaban cierto parecido con los edificios chisinescos (de
Chisinau, capital de Moldavia) del
couchsufing del año anterior. Para la ocasión se compraron dos
rosas y unas cuantas botellas de vodka, vino y zumitos de naranja para
la mezcla.
El piso era bizarro, muy
bizarro, eso hacia que nos gustase aún más, ya que le daba un toque
cultural a la cena. En la casa no sólo estaba Olga, como se
pensaba en un principio, sino que además merodeaban sus compañeras de
piso, Ina que era la chica con la que vivía desde hace tiempo, y
Tania, una chica muy tímida, ya que era nueva en el piso,
imaginaros que idea se llevaría de la velada.
En la mesa las primeras
viandas toxicas: coles, pollo con patatas, pepinillos y tomates
agridulces, pan de pita artesano, las típicas bolas de dragón (empanadas
mongolas al vapor típicas de Asia Central, las cuales iban
acompañadas de una toxi-salsa que no estaba nada mal, parecía una salsa
de yogur) y el plato estrella, o mejor dicho, el plato estrellado, un
arenque crudo que tenia una pinta de anisaki de flipar, pero bueno, no
estaba tan malo. Todo ello acompañado de una pinchada de vino moscatel
que pillamos por ignorancia o equivocación. En definitiva, la cena
estuvo muy, muy rica. ¡Muchas gracias Olga!
Entre pitis y risas,
clases de inglés y degrades varios, llegó la hora de las copas, mas
brindis y mas vodka, vodka a raudales, nos acabamos casi todo, como
siempre y lo que nos sobró nos lo llevamos para los garitos. Un detalle
mitad dato, mitad fetichista, era el abrigo que calzaba la señorita
Ina, ¡joder que pelo! ¡Parecía un visón bielorruso!
Nada mas bajar del portal,
Capello y
Saúl empezaron a orinar en un montículo con una cuesta que
daba a un descampado, fueron empujados por
Chema en mitad del orín, con la consiguiente mancha-orín en
los pantacas. Otro dato importante, el pedo que llevaba
Binario Jesulen cuando montamos en el taxi, iban en la parte
de atrás, Ina,
Binario y
Chema.
Jesulen, que ya casi ni veía, se dio cuenta del visón que
calzaba, y anonadado por tanto pelo, empezó a sobar el visón como si de
una bola mágica se tratara, la chica tuvo que flipar, ya que sin querer,
hacia el frote en los mismitos pectorales del abrigo.
Con el estómago lleno, y aquejados de
varias noches de juerga teníamos claro que había que volver a salir. Era
domingo noche, pero según parecía todavía eran vacaciones navideñas por
lo que algo encontraríamos. En primer lugar fuimos al
Casino Millenium (
Entrada: 15.000 Br = 4,25 €), donde pinchamos
en hueso, puesto que no estaba ni perry. Acto seguido utilizamos la bala
de la recamara, el
Hotel Belarus, en los aledaños había un garito el
West World Club (Entrada:
35.000 Br = 10 €), conocido por los lugareños como shaiba
(pastilla de hockey), por su forma esférica y aplanada.
El sitio, al parecer, no goza de muy
buena fama entre los bielorrusos, como ya le ocurría al Max Show,
pero no se si es que habremos perdido el gusto, pero a nosotros con
copas baratas y algo de ambiente nos basta y nos sobra. Y el sitio no
decepcionó para nada, allí estuvimos dándolo todo hasta las cinco de la
mañana, cuando nos fuimos a casa la mitad del grupo, el resto (Bernon,
Sulen y
Chema) aguantó un rato más, llevando sorpresita o bicho al apartamento.
Resulta que conocieron a un grupo de
bielorrusos/as, en concreto a tres chicas y cuatro chicos, que no querían
que la noche se los terminase, sino que fueran ellos quienes acabaran
con ella. Como no tenían fin, al igual que nuestros mejores hombres de
esa noche, los nuestros les invitaron a tomarse algo al apartamento. A
sabiendas de que nuestro frigorífico estaba más que tieso, de camino
pararon en un super donde se avituallaron con cinco botellas de champán
(unos 2 € cada botella). Los bielorrusos daban palmas con las orejas,
aunque nos intentaron sacar botellas de vino caro!!! que listillos, que
si tu eres occidental que si yo soy pobre!!!
Como si del asalto al chalet de
José Luis Moreno se tratase, los que dormíamos nos asuntamos
ante tan magno escándalo, cuando el numeroso grupo hizo su aparición.
Las chicas estaban totalmente perturbadas, y los cuatro chavales resulta
que eran gays, Había dos emparejados, en cambio uno de ellos iba sin
camiseta por el apartamento arrimando a todo aluchino que se topaba en
su camino.
Es difícil describir el largo rato que
este grupo tan ultra tóxico pasó en nuestra morada, pero fueron minutos
de locura extrema, las chicas tenían las pupilas como un murciélago,
para mi que las habían echao droga en el Cola Cao. Toda esta
perturbación acabó justo en el momento en que se terminó el champán, el
grupo tóxico no respondía igual sin gasolina, y como eran inacabables se
marcharon todos juntos a ver si le arañaban algo más a la noche. Tuvimos
un par de problemillas con ellos, ya que por lo visto uno de ellos se
apodero de un Zipo que no era suyo. Como detalle, uno de los Gay´s,
regalo a Chema una corbata, la cual lleva a currar con mucho orgullo,
claro esta, orgullo Gay!!!
Aunque de noche quedaba más bien poco,
teníamos poco más de tres horas para dormir, ya que a las 12.57
salíamos para Vitebsk.