EL GEN DE LA DETERMINACIÓN
Un artículo escrito por José Miguel Redondo,
de El
Rincón de Sele, para
Eldiamanteescarbon.com
En el Hagakure, el “Libro del Samurái”, que compila algunos de los más
importantes códigos éticos (Bushido) de estos extintos guerreros de Japón,
se habla de la determinación como un pilar básico de todo comportamiento. En
éste compendio se puede destacar lo siguiente al respecto:
Cualquiera que sea la meta, nada es imposible de hacer cuando uno está
determinado. Se puede entonces remover cielo y tierra según convenga (...).
Remover cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de
concentración.
Tan sólo se ha de avanzar con un espíritu de determinación. Decir que morir
sin haber alcanzado los objetivos es morir en vano (...).Todo hombre
prefiere la vida a la muerte, por lo que suele inventarse buenos pretextos
para conservarla. Pero si uno sobrevive sin haber alcanzado los objetivos,
tan sólo será un cobarde. Y ahí reside el peligro.
La determinación es pues una cualidad, un carácter que mucho tiene que ver
con la osadía, el atrevimiento, y el no rendirse ante un objetivo, una meta,
un sueño. Y hay un lugar en Madrid, más concretamente en el barrio de
Aluche, y si atinamos más en la urbanización donde yo me crié (Diamante I),
donde los sueños tienen que ver con recorrer el mundo, en abarcar
experiencias inolvidables allende nuestras fronteras, en vivir una vida
global y completa sin importar los dimes y diretes, los peligros que acechen
y los miedos propagandísticos.
Puede que todo se iniciara en julio de 2001 cuando 6 amigos planificamos a
matacaballo un verano diferente, que tenía muy poco que ver con ir a la
playa, al chiringuito y a un hotel de tropecientas habitaciones, con su
escenario y sus animadores, y un salón lleno parejitas de cana fácil
bailando al son de Manolo Escobar o de “Los pajaritos”. Decidimos hacer un
Interrail, consistente en adquirir un billete ilimitado de trenes por
Europa, y aventurarnos a atravesar el viejo continente hasta llegar nada más
y nada menos que al lugar más septentrional y lejano posible, donde en la
temporada estival nunca se pone el sol... a Cabo Norte, Noruega, en pleno
Círculo Polar Ártico. Era un propósito complicado en un momento en que
viajar no era tan sencillo ni tan económico como puede serlo ahorra. Íbamos
a torear en las Ventas con el toro que mató a Manolete, sin montera, capote
ni traje de luces. Es decir, a la aventura.
Sabíamos de las dificultades y de nuestra bisoñez, pero con todo y con eso
salimos adelante y cumplimentamos un trayecto de un mes donde atravesamos
Europa, dormimos en todo menos en cama, y sucumbimos ante la magia de un Sol
eterno en las aguas del Ártico.
Fue nuestro bautizo y nuestra perdición, porque desde ese momento, esa fe
viajera, esa determinación casi samurái, se instaló en todos nosotros para
quedarse sin fecha de caducidad. Y no sólo eso, se propagó a nuestros amigos
más cercanos, a esos vecinos y colegas del barrio con los que se pasaría de
una birra en los bancos a tener objetivos cada vez más arduos, más intensos,
más completos. Ya no éramos 6... éramos muchos más. Y entre todos fuimos
logrando hitos cada vez mayores y creando una red de viajeros empedernidos,
de Indiana Jones en potencia, con los que se podía contar para hacer de esta
vida algo más que rutina y trabajo.
Interrail, Transiberiano, Dakar, Selva, India, Guerra en Oriente Próximo,
Chernobyl, California, desiertos, espinosas fronteras y sellos, muchos
sellos en todos y cada uno de los Pasaportes. Hablar de un sello es como
cazar no sólo un país, sino una experiencia única, de esas que el Planeta
Tierra es capaz de regalar si uno se lo propone. No importan la
dificultades, no importan los obstáculos, ni lo que cuenten en la
televisión. Sólo importa seguir un sueño, disfrutar de un mundo maravilloso,
invertir en vida, y luchar hasta la extenuación por lograrlo.
En este rinconcito de Aluche se ha propagado un gen desde hace años, y cada
vez somos más los que lo sentimos muy dentro. Es el gen de la determinación,
que tiene infinitos efectos secundarios: desasosiego ante la rutina, ser
capaces de mirar un mapamundi durante horas trazando nuevas rutas y
recordando hazañas, no ahorrar un euro para cosas serias y destinarlo a
proyectos transfronterizos, ir en el metro leyéndose una Lonely Planet como
si del Código Da Vinci se tratase, ser pesados y hablar de viajes en todo
momento y lugar, hacer planes de fines de semana a más de 1000 kilómetros de
nuestra casa, entre otras cosas.
Este gen nunca nos abandonará. Porque jamás estaremos saciados de ver mundo,
y siempre tendremos un reto al que agarrarnos como a un clavo ardiendo. No
importa la distancia, no importa el dolor, no importan los baches, ni
tampoco el peligro. Sólo importa ser felices y creo que algunos hemos
encontrado la receta para conseguirlo.
Somos de Aluche y si hay algo que nos sobra es determinación. Como mencioné
más arriba “Remover cielo y tierra sin esfuerzos es una simple cuestión de
concentración”. Y en eso estamos ahora, amigos, exactamente en eso.
Ahora que estoy a apenas unas semanas de embarcarme en una nueva aventura a
Japón, no veía más idóneo cerrar este artículo viajero, con dicha sentencia
samurái llena de sentido y de razón, y compartirla con una página hermana
como es eldiamanteescarbon.com donde uno puede entender con mil imágenes e
historias porqué no nos conformamos con poco. Llevamos la bandera de nuestro
barrio, en ocasiones juntos, en ocasiones separados, pero siempre con
orgullo, y por supuesto, con determinación.
|