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DIA 7: 05 de Mayo - Buscando el Frailecillo en el punto mas al Oeste de Europa

DIA 8: 06 de Mayo - Los levantadores de piedras...

DIA 9: 07 de Mayo - Vuelta al Diamante de un grandísimo viaje

 

 DIA 7: 05 de Mayo - Buscando el Frailecillo en el punto mas al Oeste de Europa

Nos pusimos en marcha hacia los fiordos occidentales con un único propósito: ¡ver frailecillos! De acuerdo que el día anterior ya se habían dejado ver un rato, pero las ansias de la expedición ALUCHINA aunque no llegaba a cocinarlos, se le acercaba. El día fue bastante tranquilillo, metidos en los coches y aprovechando para descansar no de estar en los coches, pero sí de los walkie-talkies, que por fin se habían empezado a quedar sin pilas.

Hubo una parada, inevitable en el puente sobre el río PENNA, comida en Brjánslaekur (desde donde salen los  ferries a Stykkishólmur) y la pose fotográfica frente a la estatua de un guerrero islandés. Entre estas cosas, fue pasando el día, hasta que enfilamos las carreteras que nos llevarían al punto más al Oeste de Europa y al mayor acantilado sobre el mar de Islandia: Látrabjarg y en el que, un cartel que vimos en el bar de Brjánslaekur, garantizaba acantilados repletos de frailecillos.

Fuimos bordeando los fiordos, espectaculares, hasta llegar a una zona que parecía sacada de un catalogo de viajes del Caribe. Playas de arena blanca, aguas cristalinas, montaña; vamos, que si no fuera porque ya uno se conocía la temperatura del agua, no se hubiera dudado en saltar al mar … Ni siquiera nos hubiera frenado la foca que custodiaba la entrada a la playa; ¿quién no ha visto un documental sobre leones marinos alguna vez? Pasada la playa, la carretera continuaba por un desfiladero por el que pasaban dos coches si uno de ellos se despeñaba. Por la situación no fuera de por sí suficientemente tensa, de repente apareció una niebla súper espesa que engulló literalmente la carretera. Fueron momentos de silencio extremo, conduciendo todo lo despacio que se podía para ir viendo en qué dirección iba la carretera a cada centímetro.

Tras la niebla, esperaba Bíldudalur, un pueblo situado en el Aranfjörđur, en la península de Þingeyri. Nos sorprendió un poco el hangar y los aviones antiguos que había a la entrada del pueblo; y lo que, en principio confundimos con una base militar americana abandonada, resultó ser un antiguo aeropuerto, que aún utilizan

 algunas avionetas. En Islandia, sigue siendo habitual que algunos de sus habitantes tengan pequeños aviones y sepan pilotar para poder moverse por la isla cuando la nieve no permite el paso por las carreteras.

En un punto indeterminado del mapa, encontramos una cala entre dos fiordos en la que había un barco encallado en la playa. Paramos unos minutos para estirar las piernas y pegar cuatro saltos; de ahí salió una de las fotos más graciosas del viaje. La foto y sus tomas falsas previas en las que todos aparecían tomando impulso. El barco de acero oxidado era el barco más antiguo de Islandia construido en 1912 en Noruega.

Unos kilómetros más adelante y antes de adentrarnos en los acantilados, había un pequeño edificio frente al lado de una iglesia y un par de casas. Un letrero en la carretera señalaba hacia un Hostal Breidavik, que resultó ser el edificio blanco que habíamos visto desde el coche, con la puerta abierta. Entramos dentro, sin que nadie nos respondiera, y entramos en la cocina donde había dos chicos enredados con una caja de herramientas. Les preguntamos si el hostal estaba abierto, todo hacía sospechar que no era así por la cantidad de escombros y materiales de obra que habíamos visto dentro, y nos confirmaron que estaban arreglándolo para el verano. Como les debimos dar algo de pena, no es la zona más poblada del mundo y saben lo complicado que puede ser encontrar alojamiento en medio de la nada, llamaron por teléfono a ¡su madre!, la dueña del hostal, que les dijo que podíamos quedarnos sin problemas. Así que mientras ellos se quedaron adecentando el sitio, nosotros seguimos a Látrabjarg.

  

Tras unos momentos en el coche en los que nos vimos muertos, por lo que se movía el Land Rover (estabilidad cero), salimos corriendo de los coches y nos precipitamos sobre los acantilados. Nos empezamos a mirar unos a otros porque allí de frailecillos, más bien poco, si a caso unas focas inmensas al fondo de los 441 metros que nos separaban del mar en vertical. Cuando la historia llevaba toda la pinta de pasar a ser la PALMADA del viaje, nuestras carreras de un lado a otro del acantilado, terminaron por hacer salir a todos los frailecillos de sus nidos, que suelen estar escarbados bajo la tierra. Y nos encontramos con una imagen alucinante: un acantilado lleno de parejas de frailecillos que CHEMA plasmó en unas impresionantes fotos. Y ahora, la explicación que os debemos del día anterior: ¿en qué nos basamos para decir que el puffin (o frailecillo) no es el bicho más listo del planeta? Bueno, el frailecillo es un pájaro (ave marina para los entendidos) con escasas habilidades voladoras. Para empezar, tiene unas alas muy cortas que no son capaces de dar impulso a un cuerpo boliche, excepto en planeamientos de caída o algún que otro impulso pequeño; de despegar en plano, ni hablamos. Conclusión: como pájaro, deja mucho que desear. En su defensa tiene que el bicho en cuestión, es buenísimo buceando, que es como se alimenta y luego, tiene un componente de ternura alto, por eso de que escogen una pareja para el resto de su vida y la siguen en todas las migraciones por el mar (no sobre) y como no, bastante dosis de “monada”, porque son redondos y pequeños, el culmen de ese concepto para el cerebro humano.

Con ese amor que derrocha la pareja de frailecillos, presenciamos un momento de caballero gallardo en el que suponemos, el frailecillo macho, defendió a su “chavala” del ataque de nuestros objetivos. Hasta que, viéndose abocado al borde del acantilado, se dejó caer para que luego, ella, hiciera lo mismo. Una imagen propia de un suicidio japonés y un cargo de conciencia por nuestra parte de impresión; porque con lo que les cuesta subir, no sé si llegarían al nido aquella noche. Pero no todo es armonía en la vida del frailecillo, bicheando en Internet a nuestra vuelta, descubrimos que el pajarito es algo gentuza. Y es que abandonan a sus crías cuando aún son unos polluelillos inocentes, que se quedan hambrientas en el nido hasta que terminan saltando al mar a buscar comida por la noche.

Ya de vuelta en el hotel, la gente se enredó en juegos varios (ajedrez, un Risk que nos quitaron los hijos de la dueña porque era suyo), mientras el chef culinario, CHEMA ayudado por los directores etílicos, los HERMANOS DE ALBA, se metieron en la cocina para preparar la cena.

 

 DIA 8: 06 de Mayo - Los levantadores de piedras...

La noche anterior, se “amenazó” con la posibilidad de madrugar para echar un nuevo vistazo a los frailecillos. Como en todos los viajes de grupos grandes, la gente se termina aburriendo de esperar a que todos se levanten, se preparen, desayunen y sólo algunos de los expedicionarios, que estuvieron junto a la puerta del hostal a la hora pactada, llegaron por segunda vez a Látrabjarg. Cuando llegamos, nos sorprendimos de no encontrar a los frailecillos en la misma posición del día anterior y aunque volvimos a repetir la rutina de las carreras, no salieron. A medida que la niebla se fue quitando, vimos unos puntos negros y blancos desperdigados por el mar: los frailecillos desayunando; visto el éxito del desplazamiento, volvimos a los coches.

En el hostal, ¡no nos esperaba nadie incomprensiblemente! De hecho, el grupo que se quedó se había pillado tal mosqueo, que habían cogido el segundo coche y se dirigían ya al ferry. Nos costó algo reconducir las energías (y la distancia) entre los coches, pero cuando se enteraron de que no habíamos visto un solo pájaro, todos parecieron alegrarse poco a poco. Menos mal que nadie mencionó un par de gaviotas que se cruzaron en el camino.

Tras pillar los billetes, nos subimos al ferry, coches incluidos. Para más información sobre el trayecto y el precio de los billetes actualizados, se puede consultar la página: http://www.seatours.is/FerryBaldur/. Para conocer lo que nos pasó a nosotros, sólo hace falta seguir leyendo este diario. Nada más subirnos, nos lanzamos al bar del barco. Con lo poco que habíamos desayunado, incluso algunos ni siquiera habrían comido nada, no nos pareció mala idea tomarnos unas hamburguesas de ternera islandesa (aunque no habíamos visto ninguna). En la cola, pequeño de los DE ALBA, que había visto sus fondos económicos muy mermados, miraba con cara de pena las hamburguesas que no se iba a poder comer pero, no os pongáis tristes POLLUELOS, se hizo una cuestación pública para no dejar el estómago de tan gran viajero desnutrido. Mientras, CHEMA, muy atento siempre a todos los detalles, intentaba hacer salir el Ketchup de una botella de cristal de Heinz. Y especificamos marca y material en el que estaba hecho el envase porque todos sabemos lo difícil que resulta sacar el Ketchup de esos botes; menos mal que ya han sacado un formato parecido en plástico. El caso es que andaba el chico entretenido dando golpecitos al culo de la botella, cuando el Ketchup salió disparado en el mismo momento que la botella estaba apuntando hacia la pared … ¡menudo mural! ¡y menuda la cara de la cajera del barco!

  

(Foto en el Ferry de las Autoras del diario)

Unas partidas de POCHA más tarde o cinco canciones después, algunos también aprovecharon el trayecto para escuchar música, llegamos a la primera parada del barco: la isla de Flatey. ALI, KALIPO y SULE bajaron un rato para no PERDER DINERO y pisar la isla. EL resto, nos quedamos deambulando por las cubiertas y yo, concretamente, hablando con unas ancianillas muy simpáticas que después, nos ofrecerían cerveza islandesa y tiburón podrido … ¡QUÉ RICO! El destino final del barco, ya sin más paradas intermedias, era Stykkishólmur al otro lado de la bahía de Breiđafjörđur, la ciudad más grande a los pies del volcán.

Aunque ahora parezca accesible, a principios del 1900 era una zona muy remota dentro de la geografía europea; incluida dentro de la vasta capa de hielo Snaefellsjökull. Si pensamos sólo en las experiencias que habíamos tenido nosotros, a lo largo del viaje, con las capas de hielo, podía ser de DAÑO máximo, plantarse allí al empezar el siglo XX. Precisamente, en este volcán se inspiró Julio Verne para escribir “Viaje al Centro de la Tierra”. Ya en los coches, comenzamos a bordear el volcán a través de la carretera. Nos paramos finalmente al otro lado de la montaña, en Djúpalón. Allí hay una playa de arena negra y una de las pruebas que todo VIAJERO DIAMANTINO debe superar: ¡el levantamiento de roca! Antiguamente, las rocas (que se encuentran al pie de un cartel) eran levantadas por los aspirantes a pescadores para medir su fuerza. De acuerdo con la tradición, hay cuatro piedras y a cada cual, con un nombre más raro (aunque a estas alturas del diario, ya nada nos asuste): Amlođi, 23 kilos; Hálfdraettingur, 54; Hálfsterkur, 100 y finalmente, Fullsterker, con 154 kilos. Misteriosamente, estas cuatro piedras se han convertido en cinco sin motivo aparente. Entre los campeones capaces de levantar la mayor de las piedras, tenemos a SANTI, que se ganó el derecho de ser padre y el respeto del resto de ALUCHINOS en aquel mismo momento.

Aprovechando el paraje lunar, estuvimos recogiendo piedras (que no rocas) y haciendo alguna foto de grupo con el personal escondido frente a la laguna. Aunque parecía imposible, de nuevo en los coches, cubríamos el tramo que nos separaba de Reykiavík y nos hacía merecedores de uno de los SELLOS más improbables de aquel viaje: completar la vuelta a la isla antes de la temporada estival. Antes de llegar a la capital, cruzamos un túnel subterráneo que suponía el atajo entre dos de las garras del oeste islandés. El túnel es la forma más cómoda, aunque también la más cara por eso del peaje, de abandonar la península de Snaefellness en dirección a la capital. De esta manera, se cruza bajo las aguas del Hvalfjörđur (el Fiordo de la Ballena); se terminó en 1998 y supone un atajo de una hora al recorrido original de la Ring Road.

Cuando llegamos a Reykiavík nos enteramos que el hotel en el que habíamos pasado la primera noche estaba completo, por eso os decíamos en la primera parte del diario que es conveniente reservar. Así que, ya que a la mañana siguiente había que estar pronto en el aeropuerto (para dejar los coches y facturar), decidimos acercarnos un poquito más a esa zona, el área de Keflavík. Antes, unas pizzas del Domino’s frente a la bahía para cenar y todos a dormir al Youth Hostel de Njardvik (donde, por fin, conseguimos localizar unas camas).

El albergue ya puede reservarse por Internet, pero os dejamos los datos del sitio por si alguno encuentra difícil dormir en Reykiavík y tiene que aprovechar esta zona.

File:Route1(iceland).png

Ring Road

(Njardvik, Fitjabraut. 260 Njarovík. Teléfono: 354-421-8889.   Email: airport@hostel.is)

Como dato daremos, que esa misma noche, con la luz de la ciudad y demas, cuando alguno fue fuera a dar una vuelta, consiguio ver unas pequeñas auroras boreales las cuales duraron poco y fueron menos intensas que las vistas los dias anteriores, impresionante pero cierto.

 

 DIA 9: 07 de Mayo - Vuelta al Diamante de un grandisimo viaje

El último día se puede resumir en las frases ALI apuntó en su libreta, sin la que hubiera sido imposible terminar esta crónica dos años más tarde. A ella, va dedicada parte de esta crónica, por todas las veces que la ha tocado responder preguntas sobre el viaje. Es la única forma que se me ocurre de darle las gracias por toda su ayuda … bueno, esa y algún chocolate calentito contra el frío abulense.

  

Y también, porque han pasado dos años, está dedicada a todos los DIAMANTINOS (ya sean JEFES, POLLUELOS) que se apuntaron a la AVENTURA ISLANDESA.

Escrito por: Irene Barrio Martín

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