DÍA
19 (18 de julio) Ljubljana y lago Bled
Nuestra llegada a
Eslovenia fue pésima, la lluvia inundaba hasta las vías del tren y
nuestras fuerzas, a esas alturas de viaje no eran las más idóneas. Pero
una vez más, el gen aluchino, salió a relucir, y haciendo un
sobreesfuerzo de ánimos, nos informamos sobre los trenes que iban al
lago bled, y decidimos visitarlo por la mañana, con la gran suerte de
que al llegar al lago, el sol relucía y pudimos disfrutar del lago,
alquilamos una barca de remos, visitamos la isla y la iglesia que se
halla en el centro del lago y cómo no, Zoydo y yo, sellamos un bañito,
en el lago Bled.
Después de comer,
regresamos a Ljubljana, y por suerte, la lluvia ya había cesado,
Eslovenia estaba siendo todo un descubrimiento, y cada vez nos gustaba
más su capital, ciudad pequeña pero a la vez coqueta, con el famoso
puente de los dragones, y las calles a orillas del río, pobladas de
terrazas y bares donde cualquier cerveza sentaba bien.
A las 2 de la mañana,
cogimos un nuevo tren dirección a Venecia, y también, mi primer contacto
con Italia.
DÍA
20 (19 de julio) Venecia – Verona
Llegamos a Venecia a
las 7 de la mañana, y nada mas salir del tren, nos dimos cuenta del
agobio que iba a ser esta pequeña y encantadora ciudad, pero abarrotada
de turistas y con los precios más caros que había visto en mi vida.
El gran canal, el
puente rialto, la plaza y catedral de San Marcos, y un sinfín de canales
que poblaban y poblaban las estrechas calles de Venecia.
Después de llevar 5
horas en Venecia, a pesar de su belleza, los 4 integrantes del grupo
deseábamos irnos de allí, sería por el agobio de la gente, el sofocante
calor, los elevadísimos precios… espontáneamente surgió la idea de ir a
visitar Verona, la ciudad en la que Shakespeare se inspiró para escribir
el relato de Romeo y Julieta. En efecto, a las 6 de la tarde estábamos
en Verona, ciudad pequeña pero muy acogedora. Nos alojamos en una
especie de convento religioso de los hermanos Franciscanos, que en
principio daba mucha seguridad, tanta que a las 12 de la noche cerraban
las puertas.
Pero como es sabido,
tanta seguridad no es buena, ya que a la mañana siguiente, cuando nos
despertamos, a zoido le habían robado el mp3 que la noche anterior había
dejado cargando en un enchufe, y a mí, el cargador de las pilas de la
cámara de fotos, ¡Qué rabia!
Esta foto muestra
nuestro paso por Verona, ciudad de la cual recordaremos que descubrimos
que muchos bares de Italia tienen el llamado Happy hour, esto significa,
que pidiéndote una cerveza (precio entre 5 y 10 euros) tienes la
posibilidad de hincharte a cenar, abusando de hermosos buffet libres de
cocina italiana.
DÍA
21 (20 de julio) Milán – Turín
El día 20 de julio era
el elegido por olga y Zoido para volver a Madrid, y Milán era su ciudad
de vuelta, por lo tanto, tras despertarnos en Verona, cogimos un tren
hacia Milán, ciudad que me defraudó mucho, por su triste y desolador
aspecto. Si no fuera por las galerías comerciales de Víctor Manuel y el
famoso Duomo, Milán no seria nada.
Llegado el mediodía,
tocó pasar el mal trago de la despedida de nuestros verdaderos
compañeros de viaje, los que llevaban aguantando desde el 1 de julio, a
pleno rendimiento. Olga y Zoido nos dijeron adiós en la estación de tren
de Milán, y viendo que hasta las 12 de la noche no salía nuestro tren a
Nápoles, decidimos ir a visitar Turín.
Pasamos la tarde en
Turín, y al principio parecía una ciudad un poco fría, pero según nos
acercábamos a la zona céntrica parecía más bonita. Aunque no es nada del
otro mundo, sellamos en Turín y a las 9 de la noche estábamos regresando
a Milán para coger el tren hacia Nápoles.
DÍA
22 (21 de julio) Nápoles
Tras pasar toda la
noche en el tren, llegamos a la ciudad del Vesubio, a la capital de
Campania, Nápoles nos esperaba con sus brazos abiertos, con la suciedad
y estrechez de sus calles, los empalmes ilegales en el cableado de la
ciudad, los sureños italianos con ese aspecto tan peculiar. Nápoles
ciudad odiosa y amada, contraste de ideas, no se como describirla, pero
con aspecto a viejo y abandonado, aunque con alegría en sus calles, no
deja al viajero indiferente, para bien o para mal. Pasamos el día
visitando el gran puerto, la gran variedad de iglesias, calles y plazas
que caracterizan la ciudad, entramos en la llamativa catedral y
almorzamos en la pizzería más antigua del mundo. “Pizzas de Michelle”,
un par de horas de espera para entrar a comer y la lonely planet la
avalan, además del inconfundible sabor de la autentica pizza napolitana.
Por la tarde dejamos
atrás Nápoles con un objetivo claro, Roma.
DIA
23 Y 24 (22 y 23 de julio) Roma
El barrio de Términi
fue el elegido para alojarse, y aunque llevábamos la reserva ya hecha
por hostelworld.com, la variedad de alojamiento que ofrece Roma es
ineludible.
Por lo sorprendente
que me resultó el hostal, en cuanto a limpieza, localización, precio y
prestaciones, me considero afortunado, ya que por 22 euros cada uno,
teníamos una habitación bastante amplia con cama de matrimonio con baño
propio, televisión, desayuno y cerca del centro. Hostal Gaia o Hostal
New york, son del mismo propietario, pero dejo la referencia, ya que,
pocos hoteles de 5 estrellas son como éstos, que tienen 1 estrella.
Pues bien, dejando de
lado el alojamiento, lo que pudimos visitar en Roma fue prácticamente
todo, Vaticano, castillo de san Ángelo, plaza navona, panteón, el
trastevere, fontana de trevi, el coliseum, el monte palatinos, la plaza
de la republica, la plaza del pópolo, la plaza de España, el monumento a
Víctor Manuel y un sinfín de monumentos que Roma pone a disposición del
viajero curioso que le guste moverse.
Nuestro paso por Roma
fue un camino de rositas y en menos de 3 días a toda mecha, conseguimos
ver, y conocer los monumentos más importantes de la ciudad, comer en las
Tratorias típicamente italianas, y disfrutar del aroma que impregna las
calles de esta preciosa, y a la par, caótica ciudad.
DÍA
25 Y 26 (24 y 25 de julio) Florencia – Siena
El día 24 de Julio,
llegábamos a Florencia con la impresión de que era imposible encontrar
en Italia una ciudad más bonita que Roma, pero en efecto, claro que
existía, Firenze, la famosa ciudad que custodia el David de Miguel
Ángel, la famosa ciudad que posee la catedral más bonita que mis ojos
han podido ver, una ciudad compacta, de destacadísima belleza y con
abundancia de cultura. En Florencia, todo está al alcance de la mano, y
posee varios museos dignos de visitar. Su atardecer en el mirador de
Miguel Ángelo, y sus calles siempre llenas de turistas.
Fue en ésta ciudad,
donde el trío Chechu, Jimy y Fer, hicieron una nueva aparición, de nuevo
los volvíamos a encontrar, después de su aventura en los Balcanes,
venían con ganas, y nosotros no les íbamos a defraudar. Jamás podré
olvidar la primera noche en el mirador de Miguel Ángelo, donde se puede
ver toda la ciudad de Florencia al completo, haciendo botellón, o la
segunda noche en Florencia, frente al puente Vechio, sentados en las
cornisas del puente, degustando un par de botellas de vino Toscano, ¡si
señor! Es como si lo estuviera viendo ahora mismo; a Fer con su botella
de vino blanco, yo con mi botella de vino tinto, y chechu preparándose
un botellón improvisado.
En nuestro segundo día
en Florencia, nos atrevimos a coger el tren para conocer Siena, una
pequeña ciudad, bastante bonita, en la que pasamos la tarde, y que esta
a tan sólo una hora de Florencia.
DÍA
27 (26 de julio) Pisa – Génova
El día 26 de Julio,
nos levantamos temprano en Florencia, cogimos un tren a pisa, y
visitamos la ciudad hasta el mediodía. Poco tenía que ofrecer al
viajero, sólo una torre inclinada y un Duomo frente a la torre, pero la
curiosidad nos llevo allí, donde conseguimos hacer esas fotos que todo
turista tiene:
Pero no íbamos a ser
menos, así que sacamos unas cuantas instantáneas y hacia el tren, Génova
nos esperaba. Hay que decir que en éste momento estábamos, Irene,
Chechu, Fer y yo, ya que jimy nos había dejado en Florencia (y el se iba
a Grecia a trabajar).
Tras unas cuantas
horas de tren, llegamos a Génova, donde pudimos pasearnos por la zona
céntrica y antigua de la ciudad, y nos acercamos a ver el famoso puerto
genovés.
Pasamos toda la tarde
en Génova, y tenía cierto aire a Nápoles, pero con bastante más
elegancia y limpieza. Descubrimos que la catedral de Génova era
preciosa, y fue entonces cuando Fer y Chechu emigraron hacia el lago
Cuomo y posteriormente a Milán, desde donde volverían con un vuelo
easyjet a Madrid.
Nuevamente, Irene y yo
nos quedábamos solos, ésta sería la última despedida, ya que los días se
iban acabando, y sólo nos quedaba por visitar el sur de Francia, Mónaco,
Niza, Cannes y Marsella.
Para celebrarlo, nos
compramos un par de Birras Moretti, y nos tiramos frente al puerto de
Génova a tomarla, haciendo tiempo para coger el tren que nos llevaría a
Niza.
DÍA
28 (27 de julio) Niza – Mónaco
Después de habernos
dormido, olvidamos en el tren el nuevo cargador con las pilas de la
cámara de fotos y, llegamos hasta Cannes, donde pasamos la noche a la
intemperie, en la misma estación, a las 8 de la mañana regresamos a
Niza, donde cogimos un albergue para pasar nuestros 2 últimos días de
Interraíl (sin contar la última noche en el aeropuerto de Marsella).
Ya desde Niza cogimos
un tren a Mónaco, donde pasamos medio día, sin pena ni gloria,
simplemente viendo ferraris, porches, masseratis, yates de lujo, y
millonarios hasta debajo de las piedras.
A nuestra vuelta a
Niza, pasamos la tarde en la playa, descansando y relajándonos,
intentando asimilar todo lo vivido durante este mes, y ya de paso
poniéndonos morenitos.
DÍA
29 (28 de julio) Niza – Cannes
Nuestro penúltimo día
de Interraíl lo pasamos al completo en la playa de Cannes, que al
contrario de la de Niza, ésta era de arena fina, donde nos tiramos a
tostarnos al sol y bañito tras bañito, con el fin de descansar después
de tanto trasiego vivido a lo largo de todo el viaje.
De vuelta a Niza,
salimos por la noche a tomar algo por sus terrazas veraniegas y a
dormir, ya que al día siguiente nos tocaba Marsella, la última ciudad, y
con ella, cerramos el Interraíl 2008.
DÍA
30 (29 de julio) Marsella
Nos levantamos en
Niza, y temprano, cogimos un tren hacia Marsella, donde llegamos a las
12 de la mañana. Fuimos como de costumbre a las taquillas para dejar las
mochilas, pero, esta vez se respiraba algo especial, era la última
taquilla del Interraíl, la tristeza nos cubría, esto ya se acababa.
Finalizaba la que hasta ahora, para mí, estaba siendo la mejor
experiencia vivida. Pero no era momento de pensar en eso, simplemente
teníamos que disfrutar de Marsella, y así lo hicimos, como si del primer
día de Interraíl se tratara, conseguimos un mapa de la ciudad, y a
pateárnosla. El puerto antiguo, sus fortalezas, la catedral, otro arco
del triunfo, más iglesias, más calles de tiendas…
Hay que decir, que
olvidé el cargador con las pilas recargables de la cámara de fotos en el
tren que nos llevó al sur de Francia, por lo que no existen fotos
digitales de los últimos días en Mónaco, Niza, Cannes ni Marsella, pero
pude comprar una cámara de usar y tirar, en la cual alguna instantánea
si podré tener.
Como despedida, Irene
y yo nos tomamos la última lata de cerveza del Interraíl, en pleno
corazón de Marsella, hablando y compartiendo las experiencias vividas, y
sobretodo, sabiendo con total certeza que un viaje de estas magnitudes,
es necesario realizar al menos una vez al año, y que un Interraíl como
éste, debería ser obligatorio para todo el mundo, al menos una vez en la
vida.
DÍA
31 (30 de julio) Marsella – Madrid
Tras pasar la noche en
el aeropuerto de Marsella, a las 11 de la mañana sale nuestro vuelo
Ryanair, con destino Madrid, donde llegamos a las 13 horas, como
auténticos héroes de la historia que nosotros mismos habíamos inventado,
del cuento que habíamos imaginado, todo había salido bien, y lo que es
mejor, de este viaje habíamos aprendido más que en una carrera, porque
de la universidad de la vida proviene la mejor enseñanza que jamás
alguien puede recibir.
LUIS MIGUEL MONDEJAR
FERNANDEZ
Un especial agradecimiento a todos los
miembros que conformaron este viaje, porque sin ellos, nada hubiera sido
igual.